Ni el uno ni el otro.
El planteamiento clásico da la preeminencia a la razón (que es un
"tener"). La libertad se manifiesta aquí en la capacidad de decidir
entre los medios que la razón práctica propone para alcanzar el fin (que es
otro "tener" más alto, que nos viene dado).
El planteamiento moderno da la preeminencia a la voluntad, identificándola con
la libertad espontánea de hacer lo que me da la gana.
Polo ajusta el problema. La libertad trascendental, que se convierte con cada
persona, es la inclusión atópica en el ámbito de la máxima amplitud, que es
Dios.
La preeminencia la tiene el
Creador. Que nos da el tener y nos llama al mismo tiempo a dar, según
nuestro querer.
La Verdad no es así una
"forma" impuesta desde fuera (su amplitud es máxima).
La Verdad que inspira con su
encuentro es el enamoramiento. Nuestra libertad personal (trascendental) es
nuestro canto enamorado a la Verdad.
Cada uno, según sus
circunstancias buscará (libertad esencial) los medios más adecuados para el
poema o cántico que es su vida.
Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y
su crecimiento, pp. 197-206
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