Religión y libertad
Introducción
No somos pocos los que quedamos
cautivados con el último capítulo de Quién es el hombre.
Ofrezco aquí mis reflexiones al hilo
de su estudio. Están ordenadas en cinco puntos que me parecen clave y que se
corresponden con la sucesión del capítulo que como saben se titula "La
religión y la libertad"
Considero que la religión es el
intento del hombre por liberarse de todos los Poderes y vivir feliz.
Es la respuesta a la pregunta ¿cómo
vencer la muerte y crecer en paz?
De ahí que las etiquetas de nuestro
blog que se nutren de este capítulo sean principalmente:
la muerte, etiqueta 10.0.0
la verdad, etiqueta 5.2.1
la libertad, etiqueta 1.1.2
y también la vida, etiqueta 1.8.0 (que
es el crecimiento o esencia de la persona humana).
Y en primer lugar la etiqueta 9.2.2,
que se titula "religión" y que
nos proponemos desarrollar en noviembre 2012.
La respuesta a la pregunta ¿cómo
vencer la muerte y crecer en paz? pienso que es: "encontrando la verdad
que libera".
Ése es precisamente el objeto de la
religión verdadera: encontrar y amar la Verdad que nos confía o encomienda un
encargo personal. Encargo que formularemos libremente, eternamente, si
queremos.
Veamos ya los cinco pasos del
capítulo:
1. ¿Podemos ser libres si nos morimos? Se trata de hacer una serie de
preguntas sobre la muerte y la libertad. El miedo a la muerte aparece como
miedo a perder la libertad. La religión nos libera del miedo.
Los filósofos serios deben afrontar el
tema de la muerte. Frente a ella nos sentimos como peleles arrojados a la
existencia.
Polo sostendrá que también la muerte
es medio para ser más libres. El problema es saber cómo.
Respetando las opiniones de los demás,
Polo propone superar visiones de la libertad que son incompatibles con la
muerte.
Por tanto, el modo de la solución será
:
No como los estoicos y Kant;
No como Hobbes, inventando un Estado
protector;
No quitándole importancia a la muerte
como Epicuro;
No eliminando la libertad como
Heidegger y Sartre.
Estos filósofos no llegan a entender
el sentido de la muerte que se alcanza, por ejemplo, con una filosofía
inspirada en el cristianismo, que se expresa así:somos de carne y hueso para
expresarnos.
(ejercemos simbólicamente nuestra
libertad gracias a la muerte)
La filosofía poliana sabe que nos
morimos por falta de conocimiento (no sabemos cómo llevarnos el cuerpo,
no sabemos cómo ejercer la libertad que somos, cuando la carne, que no es otra
cosa que nuestra debilidad, se deshace falta de hueso).
Dios (el Origen –el hueso, al fin y al
cabo-) nos desvelará cómo hacerlo.
Y no nos llevaremos el cuerpo sólo de
carne y hueso, sino glorioso: en la medida en que lo convertimos en un don a
Dios. Es la ciencia del bien. Todas las religiones la buscan.
La muerte es también un modo de
expresarse. Si es así, la muerte forma parte de la intensidad de nuestra
libertad.
La verdad que nos hace libres es la
verdad personal: saber que dependemos de un Origen que nos ama con amor de
dilección, sin condiciones. Que Dios sólo se ocupa de la muerte, como de la
nada, para vencerla.
Conoceremos nuestra libertad en la
medida en que nos conozcamos en profundidad, conociendo nuestro Origen, al
ejercer el hábito de sabiduría.
(AT I, p.219 nota 32 habla de la
conversión del amar y la libertad).
Si nos fijamos en nuestras elecciones
superficiales, no alcanzamos a sabernos libres (la libertad tiene grados, la
libertad esencial, claro).
2 La
libertad radical
220.3 (la cifra indica la página de Quién es el hombre). Somos libres radicalmente porque no dependemos de
unas condiciones iniciales, no estamos condicionados por el Origen. Dios nos
quiere sin condiciones, teniendo en cuenta nuestra libertad. Por eso somos radicalmente
libres, en el Origen.
Al estar incluidos en el ámbito de la
máxima amplitud, en principio podemos ser todas las cosas y Dios nos seguirá
queriendo.
Sólo si dependemos de un Ser que puede
darnos todas las cosas pues nos ama con
un amor de dilección, sin condiciones, podemos ser radicalmente libres.
222.3 Si fueramos independientes, si
fuéramos una libertad emancipada, no podríamos ser radicalmente libres.
Eso lo nota Heidegger y propone, para
salir de la angustia, que cada uno dé sentido a su vida, realizándose
libremente. Pero eso no es libertad radical ya que no resuelve nuestro estar
abocados a la muerte.
221.6 Sartre se da cuenta de la
renuncia de Heidegger y lo critica con razón. Ejercer la libertad en esas
condiciones, afirmará certeramente, es perderla. Estamos enjaulados. Sartre,
sin embargo, no sabe salir de la jaula.
222.4 Para que el hombre sea
radicalmente libre, Dios tiene que existir.
Mi Padre es Dios y no la naturaleza.
3. La
experiencia de Dios coincide con la experiencia de nuestra libertad radical.
La experiencia de la libertad radical
es la experiencia de Dios.
Y es, de entrada, la experiencia de la
revelación primera: saber que somos personas creadas (experiencia que es el
ejercicio del hábito de sabiduría).
La revelación primitiva en la
Antehistoria (ver etiqueta
7.0.1 sobre la Antehistoria) fue la
experiencia del hábito de sabiduría y de la posibilidad de no encontrar la
réplica en nuestro interior.
El pecado original es la ciencia del
bien y del mal. Adán da paso al mal cuando le vuelve la cara a Dios. En lugar
de confiar en el Creador, pretende saber lo que es el mal para dominarlo.
El hombre ya no sabe hacer el bien
pues se distrae queriendo distinguir entre el bien y el mal. Es la sospecha de
Dios; de que Dios puede hacer cosas malas.
En lugar de mirar a Dios, para ofrecer
su vida, se busca a sí mismo, en simetría con el universo (como si nuestro ser
fuera como el ser del universo). Es como una justificación: si hay el mal en mí
es porque yo soy así…
Podremos recuperar la libertad si
aprendemos a vivir, aceptando la muerte,(aquí está el sentido de la muerte que
buscamos), aceptando nuestra ignorancia y dejando actuar a Dios.
Ése es el sentido donal de la muerte
(el abandono en Dios) que restaura la ignorancia que el pecado produjo.
4. El horizonte de la libertad
Podemos ser libres ante cualquier Poder, si encontramos la verdad
: si nos sabemos capaces de tener y dar. Capaces de Dios. Ahí está el horizonte
de la libertad, en la esperanza de que siempre podemos confiar en Dios.
La ciencia tiene como método el análisis que no se encamina a
descubrir la consistencia de lo que existe, sino solamente a dominarlo. La
consistencia hay que buscarla en la verdad.
La verdad es consistente pues no es mordida por el tiempo, no pasa,
está fuera del espacio y de la sucesión temporal.
La consistencia tiene que ver con la verdad.
Encontrar la verdad no es encontrar a "una" señora (la
verdad qua verdad o la verdad en sí).
Es encontrar una ventana por la que se desvela el ser, la realidad.
La verdad del universo, su esencia se encuentra abandonando el límite
según la 2ª dimensión del método poliano.
47.3 Para alcanzar la verdad del ser humano es preciso atenerse a su
complejidad. Se necesitan otras dimensiones del método para alcanzar el ser
personal y su esencia (que es su vida y su crecimiento).
Llegamos así a sabernos capaces de verdad, capaces de poseer el ser en
sus múltiples dimensiones. Es una verdad abierta pues depende del Inteligir
personal, que busca siempre más.
Algunos encontrarán la verdad en la metafísica o en los pájaros, o en
la música, o en la cocina.
La verdad se convierte con el bien y con la belleza.
Soy capaz de tener, y de dar, convocado por el Amor.
Soy capaz de Dios. La verdadera
religión es la libertad cuyo horizonte es la esperanza.
Siempre podré ser más amado de Dios (Dios es el beneficiario de
lo que voy siendo, libremente).
5. El encuentro con la verdad.
La verdad es el desvelamiento del ser.
La verdad, en cualquiera de sus dimensiones, nos atrae, nos convoca
con su belleza.
Advertirla nos apasiona.
Explicitarla es el afán de los enamorados.
Alcanzarla es la felicidad.
La verdad es el valor supremo.
Caemos en la verdad al darnos cuenta de que hay algo estable, que no
es mordido por el tiempo.
Y, concomitantemente, me sé capaz de verdad.
El Origen de la verdad es también mi Origen.
La verdad es un regalo.
El Origen me ama al otorgarme la verdad, mi capacidad de verdad y de
correspondencia amorosa.
Al encontrar la verdad, en ese mismo instante, nos compromete, descubrimos que el acceso a la
verdad es la tarea de nuestra vida.
Polo dirá que la verdad personal (mi réplica, que viene de Alguien)
destruye la soledad.
La verdad personal, saberme hijo, es la que me encomienda un encargo,
la tarea que da sentido a mi vida.
El encuentro con la verdad es el gran acontecimiento (es mucho más que
una oportunidad o una alternativa).
No puedo vivir sin ella. Su belleza resplandece.
No tiene sustituto útil.
Es amorosa, es un don.
La tarea de mi vida es enunciarla.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario