¿Qué significa “infuso”?

 


Cuando decimos “infuso” parece que nos referimos a nuevos dones que Dios da a las personas. Dones que no dependen de su naturaleza sino que son nuevas iniciativas divinas.

Sin embargo, desde la Antropología trascendental, podemos darnos cuenta de que la persona humana es también naturalmente “novedad”.

El ser personal humano es “novedad” creada por Dios.

Por lo tanto podemos decir que la iniciativa es siempre divina, es decir, es siempre "infusa", también para las virtudes que adquirimos con nuestro esfuerzo.

Por ejemplo, aunque la templanza es una perfección de la voluntad adquirida por la repetición de actos “templados”, la voluntad  es, anteriomente, activada por la sindéresis, habito innato del intelecto personal, y por tanto don de Dios “infuso”.

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¿Qué es lo que caracterizaría a las clásicas virtudes morales infusas? ¿Cómo abordarlas desde la Antropología trascendental poliana?

A mi modo de ver, las virtudes infusas “sobrenaturales” son una anticipación de cómo veremos lo que ha sido nuestra vida, cuando lleguemos al Cielo.

Esta “anticipación” es un nuevo don de Dios, que nos llega por el Espíritu de Cristo y cuyo signo eficaz es el Bautismo.

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¿Qué son los dones del Espíritu Santo?

 






Son las llamadas más altas de Dios a la santidad.
Atribuidas al Espíritu Santo.

Coronan el crecimiento de los cuatro trascendentales personales.

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¿Es mejor estudiar los dones del Espíritu Santo desde arriba?



Sí.

Porque los dones son el “coronamiento del ser personal humano”. Las llamadas más altas y permanentes hacia la santidad, pues el Espíritu Santo habita en el corazón de los fieles (Lumen Gentium, 9).

 

Cada don eleva o corona un trascendental personal.

 

El don de piedad corona el Amar personal.

 

Cuatro dones coronan el Intelecto personal:

El don de sabiduría corona el hábito innato de sabiduría.

El don de inteligencia corona el hábito innato de los primeros principios.

El don de ciencia corona el ver-yo del hábito de sindéresis.

El don de consejo corona el querer-yo del hábito de sindéresis.

 

El don de fuerza corona la Libertad trascendental.

El don de temor corona la Coexistencia trascendental.

 

Esta pregunta surgió con motivo de las clases impartidas por el profesor Juan Fernando Sellés, por zoom, a partir de septiembre de 2023.

 

Concretamente, esta pregunta fue suscitada escuchando la sesión TEOINC nº1.  La Introducción del libro “Teología para inconformes”.

 

Como verán, no estoy de acuerdo completamente con su planteamiento.

Pues el profesor Sellés dice esquemáticamente:

El don de piedad eleva la justicia y la amistad (no coincidimos)

El don de sabiduría eleva el hábito innato de sabiduría (coincidimos)

El don de inteligencia eleva el hábito de los primeros principios (coincidimos)

El don de ciencia eleva el hábito adquirido de ciencia (no coincidimos)

El don de consejo eleva el hábito de sindéresis (coincidimos en parte)

El don de fortaleza eleva la virtud de la fortaleza de la voluntad (no coincidimos)

El don de temor eleva la virtud de la templanza (no coincidimos)

 

He notado que el profesor Sellés, en los puntos en los que no coincidimos suele decir “a mi modo de ver”.

 

Quizá mi punto de vista viene del verbo “coronar” que empleo en la descripción de los dones.

A mi modo de ver si los dones coronan deben ser lo más alto.

De ahí que incidan directamente sobre lo más alto de la persona humana que son los cuatro trascendentales personales.

 

Pienso, y así matizo el punto de vista del profesor Sellés, que la elevación de los hábitos adquiridos y de las virtudes es por redundancia y no directamente.

Y me complace especialmente el pensar que el don más alto para nosotros es el don de Piedad, pues somos Hijos

Intervención de Louis Cardona sobre los dones del Espíritu Santo.

 

Desde nuestro punto de vista (humano), según el criterio que elijamos, un Don nos parece superior a otro.

 

La Revelación Divina se adapta a nosotros: por eso revela una pluralidad de Dones.

¿Quizás es solamente una sola Acción Divina, dado que Dios es Identidad y que el Espíritu Santo nos es dado como Don?

 

Me parece que para Santo Tomás el don más alto es el de sabiduría (cfr. S.Th. II-II, q. 45).

 

S. Agustín no pone jerarquía en los Dones, me parece. Considera la Caridad como superior. Y ésta es un fruto, una virtud, no un Don.

 

Tengo la impresión de que hay soluciones para todos los gustos.

 

Me parece que la sabiduría, como la entiende Polo (con respeto a las notas que podemos recibir desde el yo -que, en el fondo, es la conciencia-), aparece como lo más elevado y en sintonía con el amar personal.

 

Si el Espíritu Santo, que nos es dado como Don habitante en nuestro ámbito personal, nos eleva en cuanto amar, lo puede hacer de dos modos: como Caridad (elevación del amar personal), como elevación de los hábitos innatos (y, entonces, la sabiduría es el más alto).

 

Pero, ya lo dije, desde nuestro punto de vista (el yo que nota lo superior), todo depende de lo que notamos…: y, ahí, ponemos la estructura que nos parece más "lógica" (aquí se unifican las vías prosecutivas del conocer).

 

Dicho de otro modo: también tu modo de expresar este importante tema me parece muy bueno y digno de ser tomado en consideración.

¿Azar o Providencia?

 

He aprendido del profesor Sanguineti varias distinciones que me permiten  entender cómo la Providencia divina gobierna la Historia.

 En primer lugar el azar es querido y creado por Dios. El azar, las coincidencias caprichosas, no se opone a la Providencia, al contrario, es un modo del juego de Dios con los hombres.

 En el lado opuesto se encuentra el milagro. Dios se salta las leyes que Él mismo crea, para mostrar su presencia en nuestro beneficio.


Y entre estas dos nociones se encuentran los favores. Si con la tecnología podemos cambiar, sirviéndonos de las leyes naturales, el curso de la historia (inventar el internet y la bomba atómica), mucho más Dios interviene en nuestro favor, sin alterar sus leyes, combinándolas y sirviéndose de ellas.

 

Los milagros pueden ser verificados. Los favores no, pues no cambian las leyes, simplemente se sirven de ellas con inteligencia divina, para darnos lo que nos conviene.

 

Una consecuencia clara es que si yo rezo, Dios puede acordarme lo que le pido, como un favor, o como un milagro, incluso si, tonto de mí, lo considero solamente una casualidad, olvidando que las casualidades también han sido queridas por Dios, es un regalo de Dios (sonó la flauta por casualidad, querida por su Providencia).

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¿Dónde radican las virtudes infusas?

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Las virtudes infusas son aperturas transcendentes del ser personal.
Radican en el co-ser personal.

Las "no sobrenaturales" son el fruto de la llamada inicial de Dios o gracia primera. (Etiqueta 5.15.0).

Las virtudes infusas "sobrenaturales" siguen al bautismo, es decir, al inicio de la "nueva creación" (estudiamos la nueva creación en la etiqueta 5.16.2).

Son regalos gratuitos incrementados por los dones del Espíritu Santo.

Las virtudes infusas, al abrirnos a la transcendencia, redundan en la esencia humana, elevando la inteligencia, la voluntad y demás potencias del hombre de acuerdo con su "proceder" de la persona.

Radican, pues, en la persona.


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