el Inteligir humano


Polo distingue entre "enterarse", "entender" y "encontrarse con la verdad".

1. "Enterarse" se refiere a recibir una información que, sin embargo, el entendimiento no llega a comprenderla como suya.
Es el conocer "operativo" con el que funcionamos los hombres inteligentes cuando somos conscientes.
Tiene como base la función atribuida por los clásicos al entendimiento agente, el iluminar, abstrayendo. Es una conciencia meramente "objetiva". Polo utiliza también el término "alteración".

2. "Entender", cabalmente, implica una movilización mayor de la inteligencia. Es el ejercicio de los hábitos innatos que nos permite "comprender" lo que conocemos.

3. "Lo entendido" puede "además" ser alumbrado como "encuentro con la verdad". Se trata del verdadero discernimiento. Ser hombre de criterio. Al ejercer la sabiduría, podemos saber quiénes somos: hijos que cantan a su Padre. Mi vida es mi cantar.

Tras esta introducción, que no debemos olvidar, intentemos, explicarnos cómo es el Inteligir humano:

0. El inteligir humano no es puro, como el entender divino.


Es acto y es potencia en tres dimensiones: acto, acto-potencial, potencia.

a) El Inteligir humano es luz humildemente "transparente". Acto.
b) Es intimidad perfectible, luz abierta en hábitos acto-potenciales.
c) Crece, decrece, y hasta puede apagarse, y despertarse de nuevo, luz potencial.



1. El Inteligir humano es complejo, jerárquico y sistémico. Luz


Todas las dimensiones humanas tienen importancia, el peligro es siempre analizarlas, objetivarlas, desconectarlas de las otras.
Para facilitar la descripción de esa complejidad y jerarquía, al final de su Teoría del conocimiento, Polo distingue entre:

"Intellectus ut potentia", refiriéndose a lo que clásicamente es llamado "inteligencia", una potencia del alma.  El Inteligir humano, en tanto que inteligencia, es potencia, capacidad de crecimiento. (don Ignacio Falgueras añade que es también potencia y vida: la potencia "obediencial" de la persona que sería trascendental, pero no es el momento de considerar este modo de "potencia").

"Intellectus ut habitus", refiriéndose al clásico hábito de los primeros principios. Pero también al hábito de sabiduría y al hábito de sindéresis. Los tres innatos al Inteligir (si afinamos más, la sabiduría es hábito "innato" y los otros dos son hábitos "nativos", pues nacen de la sabiduría). El Inteligir humano es así, según los hábitos, acto-potencial. Los hábitos indican perfección que abre la puerta a un mayor crecimiento.

"Intellectus ut actus", inspirándose en el clásico intelecto agente, Polo propone el intellectus ut co-actus como uno de los 4 trascendentales personales que describe en su Antropología: el "Inteligir personal". El Inteligir humano, en tanto que persona, es acto. Es transparencia.

La función del intelecto agente clásico, Polo la asigna a la sindéresis, hábito nativo del Inteligir personal.

Nunca debemos considerar estos "inteligires" como piezas de un mecano, que se puedan separar, o como sujetos.
La luz humana nunca se aísla, siempre es co-acto, lucidez y transparencia. O como dice Polo: "coincidencia".

Pues bien, podemos admirar aún más la riqueza compleja del Inteligir si nos damos cuenta de que el Intellectus ut co-actus,  el Intellectus ut habitus y el Intellectus ut potentia  no son tres intelectos, no son tres "sujetos" del inteligir. Es luz intelectual en tres dimensiones.

Lo que no sería en modo alguno acertado, aunque sólo sea terminológicamente, es introducir la noción de "sujeto" cuando hablamos de la intelección.
Eso ocurre si consideramos al intelecto como una "facultad", o el intelecto agente como cierto "sustrato" de hábitos, o ideas por el estilo, que separan y disecan en análisis. No cabe análisis de la persona, su conocimiento ha de ser, de entrada, sistémico.

Quizá nos ayude a comprender las dimensiones sistémicas y jerárquicas de la luz que somos si entendemos que el Intellectus ut potentia está en relación con el crecimiento. Nuestra luz puede siempre crecer. Ese crecimiento, que es siempre esencial, "acompaña" tanto a los hábitos como al Intellectus ut actus. (La potencia obediencial de la persona, que apuntamos más arriba con Falgueras, como depende tanto de la libertad de Dios como de la respuesta del hombre, no es, de entrada, esencia. No es "algo real", pero una vez actualizada, sí que, siendo personal, es manifestación de una nueva elevación, esencia).

Sin olvidar que la perfección se va adquiriendo en la medida en que se enlaza con los hábitos, en la medida en que pasamos del enterarnos al entender. La luz que somos, se desdobla siempre en además. Es el Intellectus ut habitus que nos hace comprender lo iluminado operativamente. Hábito, recordémoslo, es perfectibilidad.

Sí, somos Luz, Inteligir personal, acto, que se desdobla en hábitos, que nos permiten conocer mejor.

El Inteligir humano es Luz, compleja, jerárquica y sistémica.

Es Luz, Intellectus ut actus.
Perfectible, Intellectus ut habitus.
De crecimiento irrestricto, Intellectus ut potentia.

 

 

2. Atendamos ahora a la distinción entre inteligir esencial humano e Inteligir personal.

Recuerden ustedes que el Inteligir humano es dual:
Inteligir personal – inteligir esencial.

Pero no crean que la "dualidad" del inteligir se limita a estos dos miembros. En todos los niveles del conocimiento humano, la posesión intelectual, la luz, se desdobla en hábitos. El hábito es otro acto que indica perfectibilidad. Es "acto", pero acto "potencial", en el sentido de que está "abierto" a conocer más. Acto de acto.

El crecimiento intelectual humano es irrestricto, desde el nivel del conocimiento objetivo hasta el más cercano a la libertad de Dios, que es la potencia obediencial del ser personal humano.

Por ahí vemos también que el entender humano no es puro, como el entender divino. El entender es acto, pero en el caso del hombre es coacto: acto de entender acompañado de otro acto, que es hábito, y le permite crecer desde lo iluminado por las operaciones.

Si somos personas, luz, tenemos la capacidad de pensar operativamente. Esa capacidad se manifestará en la medida en que lo permita nuestro desarrollo fisiológico. El primer acto de nuestra inteligencia es lo que Polo llama "operación incoativa" y que tradicionalmente se dice "abstracción y conciencia".

Expliquemos ahora la actualización de los hábitos esenciales. Cuando pensamos, pensamos lo que pensamos. Es lo mismo que pensar una circunferencia. Polo llama a este acto conciencia "perfecta". Y como todo lo intelectual en el hombre, la conciencia perfecta se desdobla desde su hábito: nos damos cuenta de que pensamos. Pienso que pienso.

Cuando pensamos algo, no podemos concentrar la atención sobre nuestro acto de pensar, pero tenemos conciencia "habitual" de que pensamos. Tenemos un hábito, el hábito de conciencia que acompaña a nuestro pensar. Al pensar no lo pensamos todo, pensamos lo que pensamos y el hábito de conciencia nos pone en condiciones de poder pensar más o seguir pensando.

Fíjense ustedes que nuestro conocimiento es siempre dual. No es acto puro.

Nuestro acto de conocer va siempre unido a otro acto. En su incoación, sabemos que pensamos, porque junto al pensar aparece otro acto, el hábito de pensar, tenemos conciencia, sabemos que pensamos.


Pues bien, llamamos inteligir "esencial" a la manifestación de nuestro conocer, ya sea en la vida diaria, o en la vida interior, o en la vida sobrenatural. Porque la vida de cada uno es su "esencia" (esencia indica perfección).

"Vemos" lo que vivimos, nos "damos cuenta", nos "despertamos", tenemos "conciencia" de nuestro vivir.
El inteligir esencial no solo crece, también es perfectible desde más adentro. El hábito que ilumina y reúne el conjunto de conocimientos de nuestra vida, el hábito que es el ápice de nuestra esencia, nuestro "yo", es el hábito de sindéresis (que Polo desmembra en "ver-yo" y "querer-yo"). Con él podremos ofrecer nuestra vida entera.
Y los santos manifiestan su vida sobrenatural, "viendo" con anticipación, más o menos, su encuentro con Dios.
Y cualquier persona, si alcanza la trascendencia de la fe racional, "ve", "vive" ya, lo que es y será.

"Lo que va luciendo" en nuestra vida es lo que conocemos con nuestro inteligir "esencial".

Inteligir esencial que es potencial (en el sentido de que "proviene de…)  respecto de una luz más profunda, que es el Inteligir personal, radical que se convierte con la persona que somos y que actualiza o ilumina la esencia. Inteligir personal que busca a Dios, hacia más adentro de sí, hacia más adentro de su yo, pudiendo también manifestar su potencia obediencial actualizada.


La luz del Inteligir personal que somos, por una parte sostiene e ilumina lo que la sindéresis, hábito nativo al Inteligir personal, va manifestando, iluminando de nuestra vida.

Y por otra parte, como el ver-yo no es el entender más alto o profundo, como hay temas más altos que el tema de nuestra vida de todos los día, el Inteligir personal que somos podrá alcanzarlos y "manifestarlos", añadiéndolos a su esencia.

El Inteligir personal es un conocer que es lucidez, transparencia, y nos permite conocer no sólo los temas de nuestra vida, sino también los Principios, y alzarnos a nuestro Origen, y entender nuestro entender.

Conocer a Dios cara a cara es también "verle". Y a eso aspiramos: a conocerle como es y a verle humanamente, también esencialmente, según nuestro humilde conocer esencial, que incluye el don que otorgamos con nuestro querer.
Como Dios es Amor, sólo podemos conocerle en el Amor, al ofrecerle el don de nuestra "vida".

No imaginemos que siguiendo el método poliano del abandono del límite mental, "viviremos" en un mundo trascendental, ausente de nuestra vida real. Siempre seremos "humanos", aunque seamos divinizados.

 

3. Luces


Quizá nos ayude ahora detallar las distintas luces que integran la luz del Inteligir humano. Son de arriba abajo o de dentro a fuera:

- Luz transparente. <el Inteligir personal, luz que siempre busca, solidaria con el hábito de sabiduría>
- Luz que siempre busca. <el hábito de sabiduría>
- Luz iluminante que busca y encuentra (lo humano). <la sindéresis>
- Luz iluminante que busca y encuentra (lo que no es humano). <el hábito de los primeros principios>
- Luces que iluminan suscitando. <hábitos esenciales>
- Luces que sólo iluminan. <las operaciones intelectuales>

Describámoslas de abajo arriba:

 

Las luces que sólo iluminan son las operaciones mentales.


Las luces que iluminan suscitando son los razonamientos. El hombre no es sólo "noùs" (la luz del entender o inteligir personal), sino que es también "logos" (razón, inteligir esencial), luz capaz de suscitar.

La sindéresis es también luz, luz iluminante que busca y encuentra (lo humano).
La sindéresis es un hábito nativo al Inteligir personal, extensión del hábito innato de
sabiduría. La sabiduría, como veremos más tarde, anima la búsqueda.

La sindéresis, en tanto que animada por la sabiduría, busca.
Y encuentra.
Lo que encuentra es todo lo que vemos. La sindéresis engloba y manifiesta el inteligir esencial. Ella es el ápice de la esencia o vida humana. Uno de sus miembros es el ver-yo.

La sindéresis engloba nuestra experiencia intelectual: conocimiento sensible, operaciones, hábitos, conciencia, y también los conocimientos esenciales más altos : símbolos, claridades y noticias.
Las "claridades" son experiencia intelectual.
Las "noticias" son experiencia afectiva o moral (conocemos o sentimos nuestro crecimiento íntimo).

 

4. Podríamos detenernos aquí, estudiando las subidas y bajadas de la sindéresis, luz de nuestra vida (y a la que Polo atribuye una de las funciones que tradicionalmente tenía el llamado intelecto agente).


Pero Polo va más allá. Su Antropología es trascendental.
Y estudia el hábito de sabiduría, que es innato por su solidaridad con el Inteligir personal (que es, repito, uno de los trascendentales personales que Polo propone).

La sabiduría es hábito sólo aproximativamente pues, en rigor, es el valor metódico del co-ser personal, del "además" que es la persona humana.
La sabiduría es luz que siempre busca.
Luz transparente, solidaria con el Inteligir personal.

Aún más, al Inteligir humano no le basta la sabiduría. La sabiduría no es un "verbo" que nos diga lo que somos. No es nuestra réplica. No es nuestra identidad.
La sabiduría sabe que es "además", y por eso, el Inteligir personal se trueca en búsqueda de su réplica, en búsqueda del encuentro con Dios.  Así la persona se transciende. (Luz además luz, como veremos en el punto 7).

 

5. Y la sabiduría desciende (o aflora),  extendiéndose según la sindéresis, de acuerdo con el ver-yo. La sindéresis es luz iluminante que busca y encuentra (lo humano).


Es así como aparece la distinción real entre acto de ser personal y esencia humana.

La esencia humana no está ni fuera ni dentro del acto de ser personal. Es dualmente distinta, según el "además". Es decir, la esencia humana expresa la carencia de identidad de la persona.

La persona busca quién es.
- Desde la sindéresis, va encontrando su esencia, su don, su vida libremente otorgada. Es luz que va encontrando lo humano.
- Desde la sabiduría busca el encuentro con Dios que le dirá quién es.

 

6. No hemos hablado todavía del otro hábito nativo, el hábito de los primeros principios.


Es también luz que busca y encuentra. Pero lo que encuentra es lo que no es humano, es decir, los primeros principios de la realidad, que son tres: el acto de ser del universo, Dios como Identidad, y la causalidad trascendental.

El ejercicio del hábito de los primeros principios es una luz iluminante que se describe como "concentración de la atención".
La concentración de la atención es la 1ª dimensión del abandono del límite mental. En efecto, la advertencia habitual de los primeros principios, (hábito de los primeros principios), se ejerce concentrando la atención. Es una luz iluminante que elimina la presencia mental concentrándose en su tema: los primeros principios reales.

 

7. La persona humana es luz. Luz además luz.


La luz del inteligir humano no debe ser nunca considerada como un "sujeto", como un supuesto.
Por ejemplo, pensar la inteligencia como una facultad es, sin más, una noción abstracta.

"Entender" es co-acto.

Polo caracteriza el Inteligir personal como "Intellectus ut co-actus" y no es otra cosa que la lucidez o transparencia de la actuosa dualidad intrínseca que es el acto de ser personal.
"Además".
Nunca sujeto solitario.


8. Nos queda hablar de la culminación del Inteligir humano, la fe "intelectual", que me gusta llamar alumbramiento.

Se trata de la última fase del desarrollo de la intelección.
No es un don añadido al don de la inteligencia natural, sino la culminación de la intelección humana.

Podemos entender que Dios, como fuente de amor, desea darse a conocer.

La mente es capaz de alcanzar el sentido de la propia existencia. Su culminación es el conocimiento verdadero que el hombre tiene de Dios.

Es, por decirlo así, el fruto de obedecer a la Verdad, siempre más.

Estas consideraciones provienen de la lectura atenta de las entradas de Juan García y Jorge Mario Posada en “el blog de los polianos”. Y también de leer las intervenciones de don Ignacio Falgueras, al presentar lo que llama "autotrascendimiento".
.