¿Tenemos asegurada nuestra reacción en el momento de la muerte?

.No sabemos cómo vamos a reaccionar en el momento de nuestra muerte.

Pero ya ahora, podemos afrontar la muerte, para incluirla en la vida.

El modo más serlo de conseguirlo es ser libre ante la muerte.

No se trata aquí de ser libre porque no nos vayamos a morir, pues la muerte llegará inexorable.
Se trata de entenderla como un paso en el que la vida, el encargo, se ha cumplido.

En el momento de la muerte probablemente estaremos en coma, poco vamos a añadir entonces a la vida, quizá algún deseo o recomendación a los parientes más próximos.

La culminación de la vida no es, pues, cuestión de "momentos". Casi seguro que no cambiaremos de actitud en el "momento" de la muerte.

En esta vida, la culminación la experimentaremos cuando, libremente, conscientemente, hagamos el mayor don de nosotros mismos del que seamos capaces.

¿Lo hemos hecho ya? Quizá.

Pero incluso si lo hemos hecho. Siempre podremos hacer un don mayor.

El encargo no está todavía cumplido.

¿Es negativo para la persona ser semejante a la nada?

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Ser nada es una dimensión positiva de la persona.

Al ser transparente, la sabiduría humana parece vacía.

Al no encontrar nada que la aquiete en su interior, la sabiduría puede angustiarse. Sartre concluye diciendo que la libertad es absurda, contradictoria, pues a pesar de ser imposible de determinar definitivamente, busca una determinación.

Sin embargo, otros autores han dado la vuelta a la tortilla y abierto una vía gozosa y sin náuseas.

Eckhart ya dijo que la inteligencia no es algo dado, sino que más bien es nada (yo diría: semejante a la nada), pero esto, lejos de ser un inconveniente, es una gran ventaja, ya que lo intelectual es capaz de superar su propia negación.

Ahí radica la inmortalidad del espíritu. Si fuéramos "algo", podríamos volver a la nada.

Pero al ser semejantes a la nada, del mismo modo que la inteligencia de Eckhart es distinta del simple ser, también es más que la simple nada.

Lo que intento explicar es que la persona no depende de la naturaleza. La persona es extracósmica. Lo que la ha hecho aparecer no es el universo. Si dependiera del universo podría volver a la nada, como vuelve a la nada la imaginación de un perro.

La persona depende directamente de Dios. De ahí su dignidad.
Dios nos ha creado libres, incluidos en el ámbito de la máxima amplitud y, siendo semejantes a la nada, podemos gozar de la plenitud, si queremos.
¡Qué bien se está!





Glosa a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 350.5

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¿Cómo presenta Hegel la inmortalidad de la persona?

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Hegel nos ha enseñado que el espíritu es el saber de sí.

Y el poder del espíritu es la fuerza del negativo.

Si el espíritu fuera algo determinado, puede transformarse y aniquilarse.

Pero al no ser algo determinado, al ser negatividad, al ser pura fuente, el espíritu sabe que no necesita distinguirse de la nada.

Polo apoya esta afirmación al decir que el espíritu sabe de la persistencia del ser y sabe que él mismo, en tanto que espíritu, es una fuente.

La persona es un ser lleno de perfecciones propias siempre por manifestarse, es subsistente en el Origen, no necesita del universo.

En esto Hegel tiene razón: el espíritu es inmortal.

Esto no quita que la persona también tenga que ver con la nada.
Polo muestra que el amar personal (que es uno de los cuatro radicales antropológicos) debe actuar para darse a través de sus obras.

Si la voluntad no quiere, nos quedamos con las manos vacías. Con nada.

Con nada para dar. Sin Amor.





Glosa a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 351, nota 52
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¿Qué es la muerte?

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La muerte es un paso incompleto.

El hombre muere porque al cambiar de vida no puede llevarse al cuerpo consigo.
No sabe cómo hacerlo.

Pero no piensen ustedes de modo sustancialista (como si fuera una película de ciencia ficción), imaginando un cuerpo que no puede pasar por un agujero.

El pecado original es un pecado de ciencia, de falta de conocimiento.
El sentido del cuerpo queda sin descifrar.

“Conociendo”, en Dios, recuperaremos, gloriosamente, el cuerpo y su historia.

De ahí que la Buena Muerte sea la de Jesús : Padre, en tus manos abandono mi espíritu.
Abandonarse completamente en Dios garantiza la Resurrección.







De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 208
Para saber mas sobre el pecado original ver la etiqueta 12.3.0
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¿Es la ética importante para la "humanización"?

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La ética asoma la cabeza con el "homo habilis", que debe trabajar para subsistir.

Sostengo que el homo habilis no es todavía persona humana. Cuenta solamente con su imaginación y su instinto. Con ellos puede ya fabricar instrumentos. Trabajando (sin darse cuenta de que trabaja, como las abejas) modificará el entorno para vivir mejor.

Esa necesidad de trabajar da lugar a problemas muy originales y de mucho alcance. Es una ética incrustada en la naturaleza.

La evolución terminará completamente para el hombre cuando es, ya, persona humana (aunque ser persona no sea producto de la evolución).
Comienza entonces el proceso de "humanización" en el que siempre estaremos, y cuyo motor será también siempre la ética.

Los hombres y mujeres que componemos la humanidad debemos encauzar nuestras vidas solidariamente, éticamente.

La "humanización" es de índole ética, es arte de crecer, y depende de nosotros, si queremos.






De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 41.4

Para saber más:
sobre la ética, ver etiqueta 9.0.0
sobre la humanización, ver etiqueta 9.2.1
sobre la evolución, ver etiqueta 9.1.0

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¿Cómo comienza el encuentro con la verdad?

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En el caso del hombre el "encuentro" con la verdad comienza según una "búsqueda" que no se sabe a ciencia cierta cómo dirigir.

Esa "búsqueda" no es otra cosa que la libertad nativa (miembro inferior de la libertad trascendental).
(Estudiamos la libertad nativa en la etiqueta 5.5.4).

Allí explicamos cómo la libertad nativa es el nacer irreductible de cada quién. La novedad irreductible de la apertura íntima que somos.

La libertad nativa es ese nacer radical, esa novedad de ser persona humana, ser abierto, que al estar incluida en el ámbito de la máxima amplitud, se "sabe" responsable. ¿Quién soy? Y busca.

La responsabilidad es el rasgo propio de la persona en cuanto que es libre de entrada. Es el rasgo personal que aparece con la libertad nativa. El valor de mi vida dependerá de mí.

Polo llama libertad nativa a la aceptación "trascendental" de nuestro nacer.

La libertad nativa es así el nacer a la filiación en tanto que se nace como hijo, incluido atópicamente en el ámbito de la máxima amplitud, que es Dios.

Dios nos crea hijos, pues nos crea libres, abiertos por dentro y por fuera, en libertad nativa. Dios nos crea actuosos, aceptantes trascendentalmente de nuestra filiación.

La filiación divina es la realidad más profunda de la persona humana.

Por eso Polo afirma que el encuentro con la verdad comienza según una "búsqueda" que no se sabe a ciencia cierta cómo dirigir.

La persona está referida a la verdad de acuerdo con una "búsqueda", orientada al "encuentro" con la verdad.

Quizá se comprende mejor si recordamos cómo Polo distingue entre "enterarse", "entender" y "encontrarse con la verdad".

"Enterarse" se refiere a recibir una información que el entendimiento no llega a hacer suya;  sin que ello implique la movilización de la inteligencia que, en cambio, cuando esta potencia espiritual se activa, conseguimos "entender".

Pero "lo entendido" puede ser alumbrado, o no, como "encuentro con la verdad".

Así, un teorema matemático es entendido, pudiendo añadirse el "caer en la cuenta" de que en él la verdad me ha salido al encuentro.
Tal caer en la cuenta de que al entender el teorema uno mismo se encuentra con la verdad, no es simple asunto de la inteligencia sino que corre a cargo de la persona (la persona como entender o Inteligir personal).

Pues bien, el encuentro con la verdad comienza en la "orientación", otorgada por la libertad nativa, mejor dicho, intrínseca a la libertad nativa.
Estamos hechos para eso que no sabemos exactamente lo que es. Hasta que nos enamoramos: ésta es mi verdad. Sí, "nuestra" verdad.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

Y pueden ustedes leer con provecho las etiquetas:
5.2.1 la verdad y su encuentro;
5.5.4 libertad nativa;
5.5.5 ser hijo
1.1.2 responsabilidad;
6.9.4 buscar

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¿Son las normas éticas el resultado de convenciones, pactos o tradiciones culturales?

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El pactismo es una doctrina bastante abundante en la edad moderna; recuérdese, por ejemplo, el contrato social de Rousseau.

Pero si las normas éticas fueran puras convenciones, o lo que es peor, si fueran naturales en el sentido biológico (como la leona cuida a sus cachorros), entonces no se pueden tomar en serio, porque no concernirían mi libertad trascendental.

O las cumpliríamos necesariamente (como hacen los leones) o consistirían en un ajuste, todo lo democrático que se quiera, a un destino impuesto.

Sin embargo, el destino no se impone, por ser libre. El ser que es libr, se destina a su destino y las leyes éticas son las leyes del ser libre para ser libre, para destinarse: "haz el bien para crecer".

El hombre libre debe encontrar el bien y capacitarse al amor, queriéndolo, libremente.

Si estas leyes no existieran, si no tuviéramos el deber de buscar el bien y de crecer en el amor, seríamos animales.

El que considera la ética como un código pactado de conducta para que los lobos no se coman a los lobos, o para que juntos vivamos mejor, limita su horizonte a la biología. Se reduce a vegetar, a rumiar y, a lo más, a procrear.

Esto es gravísimo para el ser que va más allá de su especie; para el ser que está abierto, por dentro.













De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61.2


Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre el destino, ver etiqueta 13.0.0
sobre la humanización, ver etiqueta 9.2.1
sobre la responsabilidad, ver etiqueta 1.1.2
sobre la distinción hombre-animal, ver etiqueta  4.6.1

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¿Por qué el hombre tiene un problema ecológico?

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Porque los animales se adaptan a su nicho ecológico, pero el hombre, al contrario, modifica el entorno.

Pertenece a la esencia del hombre el inventar, por la acción, el nicho preferido, no sólo para sobrevivir, sino también para mejorarse y mejorar su vida, regalando artísticamente nuevas armonías.

Vemos aquí una de las categorías éticas en su nacimiento: la responsabilidad, porque, desgraciadamente, el homo sapiens sapiens puede hacer inhabitable su entorno.







De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 40.3
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¿Por qué la justicia es una virtud necesaria para vivir humanamente?

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La justicia es una virtud necesaria para vivir humanamente porque la naturaleza humana es una naturaleza libre.

En cuanto que unidos y abiertos a un cuerpo "material", estamos condicionados por el orden con que rige la causa final del universo físico.

Pero como nuestra naturaleza humana es de un quién, somos capaces de poseer con las manos, con la razón y con nuestros hábitos. El hombre, y ésta es una averiguación central en antropología, es un ser poseedor, y por tanto libre. Las tenencias exigen libertad.
La naturaleza humana es eminentemente poseedora (y dadora).

Y si somos libres, podemos "darnos" fines, según los medios que poseamos.

Se ve entonces con claridad la importancia de la justicia: debemos, libremente, respetar la propiedad de los demás para edificar el bien común.







De esto habla Genara Castillo en La esencia del hombre, p. 14.3.

La naturaleza humana la tratamos en la etiqueta 6.1.0

¿Quién es filósofo?

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Se cae en la filosofía de manera subitánea. Es algo que nos saca de la vida ordinaria.
De pronto se encuentra uno admirando. Admirarse es dejar en suspenso el transcurso de la vida ordinaria. Quien tiene esa suerte, ése es filósofo.

Copio de "Introducción a la filosofía" p. 30, 2: Recuerdo cuando me admiré por primera vez. Fue contemplando el firmamento, y caí en la cuenta: ¡firmamento! Seguramente los jonios también se admiraron así. El firmamento es lo firme.
Los primeros filósofos fueron astrónomos. También Kant dice: hay dos cosas que despiertan mi admiración, el cielo estrellado fuera de mí y el sentido del deber que está en mí.

De todas maneras, frente a lo eterno se puede plantear la gran dificultad que propuso Protágoras, uno de los grandes sofistas. Sostuvo que todo es relativo y que sólo vale lo que se tiene en las manos. Protágoras sabía muy bien a qué se oponía; sabía también que renunciaba al afán de su maestro, Heráclito (que de ningún modo es un movilista).

En suma, cabe decir que eso de la filosofía es una quimera, y que conviene dedicarse a otras cosas más asequibles.

Pero quien acepte esa excusa nunca será filósofo.
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Una vaca pensada no da leche. In memoriam.

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A Leonardo Polo, con agradecimiento. In memoriam de un gran maestro, líder a largo plazo.


A D. Leonardo, como todos le llamábamos, le mirábamos con respeto, cuando siempre cansado con su bastón y su boina, pasaba por los pasillos de la Universidad de Navarra. Su sola presencia, testimonio de un esforzado trabajo en la búsqueda de la verdad, no dejaba indiferente.

Oí hablar de D. Leonardo cuando estudiaba en Vitoria primero de Filosofía y Letras. Desde bien pequeña me gustaba la Filosofía -acababa de obtener Matrícula en esa asignatura-, pero tenía mis dudas sobre si escoger o no esa Especialidad. Una de sus alumnas me relató con entusiasmo aquel verano de 1969 toda la Filosofía que sabía D. Leonardo y la armonía entre Razón y Fe que emanaba de su pensamiento. Eso disipó mis dudas, a él se lo debo.

Recuerdo bien las clases –pocas, por diversos avatares de la vida-, que le escuché. Asistían no sólo sus alumnos sino los de otras carreras y también afamados profesores: recuerdo a D. Josemaría Martínez Doral, en la última fila, sentado sobre la mesa, con cara pensativa mientras balanceaba las piernas.

D. Leonardo llegó a la Filosofía desde una formación jurídica. Quizá eso contribuyó a que no se perdiera en su erudición, que no era poca. Se contaba que colaborando con D. Álvaro D’Ors en la organización de la Biblioteca de Humanidades, ante algún problema comentó no sin cierto humor: “¿Y para qué queremos tantos libros? Yo ya me los he leído todos”.

Como a otros pensadores del siglo XX le preocupaba el formalismo en el que había derivado la Filosofía desde la tardía Escolástica. Lo cierto es que consiguió ir a la raíz del problema y cuando en la década de los 60, algunos neotomistas re-descubren la piedra clave del pensamiento de Tomás de Aquino, la distinción esse-essentia, intuye un método de Acceso al SER. ¡Cuántas veces repitió que “una vaca pensada no da leche”, o que “el yo pensado no piensa”!, rebatiendo idealismos y enseñando la importancia de abandonar el límite mental para llegar a la REALIDAD, al ámbito propio del SER.

Cuando acabé los estudios seguían corriendo de boca en boca sus enseñanzas: ¿sabes lo que ha dicho D. Leonardo en un Curso de Doctorado sobre el orden Predicamental y en otro sobre el Orden Trascendental?
Ha dicho que el Cosmos tiene un solo Acto de Ser y que el de  cada hombre es superior al del Cosmos, porque es libre.

Aquellas breves afirmaciones iban abriendo grandes horizontes. Estaba acometiendo la tarea de ampliar la ontología desarrollada por la Metafísica clásica, para poder pensar al ser Humano, que es distinto, de otro nivel decía, que el Cosmos, donde la Unidad es monolítica y el ser jerarquizado, y no da cabida a una la pluralidad de iguales, aunque sean irrepetibles. Y fue desarrollando una Antropología enraizada en el SER Personal, que por eso denominó Antropología Trascendental, aportación que a medida que sea conocida –vio la luz en 1999-, facilitará el diálogo con la Filosofía Moderna, que planteó cuestiones neurálgicas como la radicalidad de la libertad, pero no logró resolver, y desarrolladas de un modo dislocado permean hoy las capas sociales generando complejidad y multitud de disfunciones.

          Durante años, asistí anualmente a unas Jornadas de Filosofía en las que, aunque D. Leonardo no fuera ponente, estaba allí escuchando y  por las tardes intervenía en debate con otros profesores. Me acompañaban estudiantes de Filosofía de otras Universidades y después de comer invitábamos a D. Leonardo al “Faustino” para preguntarle dudas. Él nunca escatimaba el tiempo. Para que no le faltara la voz le ofrecían caramelos y decía: “De uno en uno, como los actos del conocimiento”. Al acabar comentaban: en mi Facultad nadie enseña estas cosas.

En una de estos encuentros pude agradecerle lo bien que lo había pasado cuando entendía o al menos vislumbraba cosas al escucharle. Me contestó: “señorita, es que conocer es una Fiesta”. Se me ocurrió comentarle que había tenido una gran desgracia en mis estudios: no haber podido asistir casi a sus clases. Y comentó:“¿Ud. cree que eso es una desgracia?” Lo cierto es que el futuro colmó en parte esa laguna pues tuve ocasión de participar con él en diversos proyectos de investigación en los que hubo tiempo para preguntar, para oírle discrepar con Tomás de Aquino al que profesaba gran respeto: “interpretar el entendimiento agente como una potencia es muy forzado”, decir que “el alma separada no es persona resulta muy fuerte”, “la relación no siempre es un accidente, en antropología hay relaciones constitutivas”.

Hubo tiempo también para exponerle tesis con las que de entrada discrepaba, aunque su talente era siempre abierto: “lo cierto es que sobre eso no he pensado”, y verle cambiar de opinión: “si es eso lo que Ud. quiere decir, todas las pegas que he puesto hasta ahora ceden”. Al pedirle ayuda decía: “a mí ya no me da tiempo: tengo suficiente con acabar lo que he empezado”. Recibí de él un reconocimiento inmerecido, cuando en 1999 le pedí que me dedicara su Antropología y puso: “Para …, filósofa y amiga”.

Sus alumnos también fuimos testigos de un mudo sufrimiento, el de la incomprensión. En las clases, oralmente comunicaba bien, pero quizá porque al escribir era oscuro, la mayor parte de sus colegas no le entendían y siempre fue respetuoso con críticas que recibió, fuertes algunas, que le llevaron a guardar bajo llave sus principales escritos. Una vez en la que una alumna intentaba olisquear entre sus inéditos D. Leonardo la detuvo: “Alto señorita: esos papeles contienen dinamita”. Ese no lograr no hacerse entender le hizo mella, aunque intentaba sobrevolarlo diciendo: “A mí no me importa que no me entiendan”, o “yo no quiero tener discípulos”, o “todo éxito en esta vida es prematuro”.

Con respecto a las relaciones entre Razón y Fe tenía claro que los mayores logros de la Filosofía se habían conseguido en las épocas en el que la Fe era la inspiración de aquélla. En sus enseñanzas se traslucían datos de Fe que, sin confundirse con la Filosofía, se notaba que eran los retos de su esfuerzo intelectual. A algunos les parecía que esa actitud le convertía en un pensador ex-tempóreo, inadecuado para dialogar con una filosofía secularizada. Alguno comentaba: “es que no se le puede sacar de casa”.  Pero él no se dejó intimidar por esas apreciaciones y siguió su camino. 

Puedo intuir su alegría cuando, tras acceder al Pontificado Juan Pablo II, conoció su pensamiento antropológico centrado en la Persona y en la Donación, ejes de su propio pensamiento. Si alguien tuvo alguna vez sospecha sobre el acierto de sus tesis, aquello disipaba cualquier duda y como él mismo confiesa: a partir de 1983 cesó la presión exterior y tuvo pista libre para divulgar su pensamiento.

Otra importante ayuda le llegó inesperadamente, esta vez de sus alumnos: cuando a Mª José Franquet se le ocurrió transcribir por la noche sus clases y entregárselas para que las corrigiera. Al comprobar el éxito del invento, otros empezaron a hacer lo mismo. Aquello fue su salvación. A partir de aquel momento ya no escribía, tachaba, sólo necesitaba precisar el lenguaje oral y para gozo de muchos empezaron a abundar libros de Polo que se entendían.

Justamente hace dos semanas asistí a un Seminario en el que se hablaba de una de sus últimas obras: “Filosofía y Economía”, Eunsa 2012. Oí a un joven empresario alicantino exponer  las perspectivas que le había abierto ese libro y lo bien que le hubiera venido haber leído eso antes, pues hubiera podido evitar ciertos errores.

Está claro que los filósofos no son líderes en vida: unas veces porque su genialidad no está al alcance de sus contemporáneos, simplemente, porque necesitan toda una vida para terminar de elaborarlo y de hacerlo comprensible. Lo cierto es que en D. Leonardo hay un líder ya reconocido, como lo manifiesta que existan más de 200 obras analizando su pensamiento. Y ya, cuando ha pasado a la otra Vida, su éxito será maduro, sin efectos colaterales. Estamos al principio, como si dijéramos, al comienzo de la divulgación de un pensamiento no sólo lúcido en la teoría sino también con importantes aplicaciones prácticas, porque como se ha dicho: “No hay nada más práctico que una buena teoría”.


Blanca Castilla de Cortázar
Dra. en Filosofía y Teología
Antigua alumna de la Universidad de Navarra

Miembro de Número de la Real Academia de Doctores de España

Don Leonardo será, será, será…

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Ismael es el primero que me envía la noticia. Y después. Maria Inés.
Merci.

Hoy, 9 de febrero de 2013, ha fallecido don Leonardo.
He pedido a los tamtanes congoleses tamtanear la fiesta de su nacimiento.

Nunca se desfuturizará su futuro.
¡Qué "además" le ha salido!

Con todo mi sentimiento,
Joseph Kabamba

Kinshasa, 9-II-2013

      
Noticia de la web de la Universidad de Navarra

El profesor y filósofo de la Universidad de Navarra Leonardo Polo Barrena ha fallecido el día 9 de febrero a los 87 años de edad. Catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de Navarra desde 1954 hasta 1997, fue el primer profesor del departamento de Filosofía. Está considerado uno de los filósofos españoles más relevantes de nuestro tiempo. Nació en Madrid el día 1 de febrero de 1926.

En 1954 se incorporó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra para enseñar Derecho Natural y, dos años más tarde, entró a formar parte de la entonces recién estrenada Facultad de Filosofía y Letras. Durante los cursos 1966-68 ocupó su cátedra en la Universidad de Granada.

Además su labor docente se amplió a distintas universidades iberoamericanas como la Panamericana de México, la de Piura en Perú y la de La Sabana en Bogotá, entre otras, a las que acudió aprovechando los periodos estivales en Navarra.

Su obra se condensa en 44 libros entre los que destacan algunos como Teoría del conocimiento, Evidencia y realidad en Descartes; El acceso al serHegel y el posthegelianismoNietzsche como pensador de dualidades; Persona y Libertad; La libertad y sus ámbitos; El conocimiento del universo físico; los dos tomos de Antropología trascendental o Lecciones de ética, su última obra.

También publicó 29 capítulos en libros y 58 artículos científicos.

Repercusión y obras sobre Leonardo Polo
Desde sus inicios como profesor, centenares de alumnos y discípulos han transcrito, grabado y filmado sus enseñanzas en clase logrando reunir así un legado de textos archivados en el departamento de Filosofía y que poco a poco han ido viendo la luz. Asimismo, se han publicado más de 200 trabajos y una treintena de tesis doctorales sobre su pensamiento. En este sentido, su obra ha protagonizado tres  congresos internacionales y numerosos estudios con más de veinte libros que analizan sus enseñanzas.

Fruto de su trabajo y contribución al desarrollo, proyección y prestigio de Navarra, Leonardo Polo era distinguido en marzo de 2008 por el Gobierno autonómico con la Cruz de Carlos III el Noble.

Como agradecimiento a su labor y trabajo con los alumnos, en Málaga se ha constituido el Instituto de estudios filosóficos Leonardo Polo para promover los estudios sobre su filosofía y que además edita la revista Miscelánea Poliana.


En la Universidad de Navarra también se publica periódicamente Studia Poliana, cuya edición depende del departamento de Filosofía.
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¿Qué es lo que puede hacer la Universidad?

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La belleza de la verdad convoca.

La universidad nace de la convocación de los saberes, para incrementarlos en la unidad de la vida.

La Universidad como institución, al fomentar la comunicabilidad, hace crecer el saber gracias a los nexos dialógicos que la constituyen.

El lenguaje es el conectivo social, lenguaje veraz, no interesado, congruente y solidario, que se despliega en un esfuerzo recíproco, en un crecimiento aunado.

A la universidad le compete, pues, hacerse cargo de ese impulso que brinda la llamada de la verdad en cada disciplina, y clarificarlo con la organización subordinada de las ciencias.

Ser universitario es incrementar juntos el saber con los saberes.

Insisto, si la universidad tiene que cumplir una función social y tiene que hacerlo gallardamente, ese aporte tiene que ser interdisciplinario: Ciencias del Espíritu y Ciencias de la Naturaleza sin divorcio, sin separación.






Ideas aportadas por Silvia Carolina Martino, con citaciones de POLO, L., “Universidad y Sociedad”, 192; Polo "El profesor", 16 y 54



Para saber más : etiqueta 9.1.2 Ética y ciencias humanas.
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¿Qué consecuencia trae la visión unilateral de los saberes en la universidad?

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Los saberes universitarios, como todo en la vida, deben tender a la unidad.

La visión unilateral
, aislada, de los saberes comporta una visión reduccionista del hombre.

La persona humana viva tiende a la unidad.

Unidad no significa, ni implica, uniformidad; sino vitalidad, unidad interna, cohesión, origen y fin. Actuosidad a fin de cuentas.


Un ser humano aislado, reducido a sí mismo es, simple y llanamente, un individuo vuelto de espaldas a su especie, que orbita en torno al egoísmo.

Cuando la universidad se encuentra sin unidad, al no tender a ella. Cuando vive segmentada, acaba siendo una institución para un grupo elitista de profesionales, una institución ‘clasista’, desconcertante pues inútil para la ciudad.

Es una universidad que ignora al pueblo, no dialoga, no es universal ni expansiona la cultura ya adquirida, sino que la angosta.

Acaba recluyéndose en afinidades… y en espacios que están cerrados a la búsqueda de la verdad para muchos más.

En el siglo XXI “hemos heredado una universidad que se ha transformado en una pluriversidad, algo destinado a extinguirse por sus propias características de desgajamiento. Se transforma en un mosaico de institutos desperdigados en la ciudad que forman empleados de las distintas empresas.

La universidad ha perdido su tendencia a la unidad, precisamente porque busca un rendimiento social parcial. Los saberes universitarios tienden a la unilateralidad del interés de un grupo.

Construir la cultura, hacer al hombre más justo (más dadivoso), no se considera rentable, ni tampoco como un impulso efectivo para el progreso.

Pero tenemos que reconsiderar que si ese rendimiento social de los saberes universitarios es parcial, el progreso también lo será. No creceremos juntos, sino como monstruos tecnológicos especializados  en su especialidad.

El hombre solo es un absurdo.
Universidad es crecer actuosamente unidos.






Ideas aportadas por Silvia Carolina, con citaciones de POLO, L., “Universidad y Sociedad”, 192 y 194. ; Polo "El profesor", 54
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¿Qué responder a la afirmación "los negocios son los negocios"?

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Habrá que responder: los negocios no son los negocios, sino que los negocios son negocios, si son éticos.
Y si no lo son, no son negocios, sino malos negocios.

¿Por qué? Porque no hay una autonomía de la actividad económica.
Toda acción humana proviene de su raíz y repercute en su raíz: la persona libre.

Si intentásemos aislar "el negocio", lo arrancaríamos de sus raíces y ya no sería un negocio "humano", sino un conjunto de hierbajos.
Y el hombre, o la mujer, que siguiera negociando sin raíces, estaría alienado o alienada al no saber el porqué negocia.

Ya se ve que eso es imposible. La ética no es una cataplasma. Todas las acciones humanas provienen del núcleo personal libre, por eso son "humanas".

Los negocios son también "humanos": o nos mejoran o nos deterioran.






De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 19.2


Para saber más sobre Ética, vaya usted a la etiqueta 9.0.0

Para saber más sobre Economía vaya usted a la etiqueta 9.9.0

¿Provocaba Polo entusiasmo?

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Soy testigo del entusiasmo que Polo provocaba en sus clases.
Jesús de Garay, Rafael Hernández, Ricardo Yepes, por ejemplo, regresaban a la residencia exultantes, casi conmovidos.

Dignos de mención son los elogios que el pensador español Eugenio Trías dedica a Polo y su método de enseñanza en su Autobiografía El árbol de la vida: memorias. Pueden verse también las afirmaciones de Ricardo Yepes “Leonardo Polo. Su vida y sus escritos”, Studia Poliana, núm. 8, 2006, pp. 15-21.

Las propuestas de Polo no se habían producido hasta la fecha, eran novedosas, no se habían dicho antes. Provocaban admiración y sorpresa.



 Copiado de un artículo de Miguel Martí, "Elementos fundamentales de la filosofía de Leonardo Polo" Publicado en agosto de 2016.
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La virtud es átoma

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Con esta expresión Polo quiere decir que en lugar de "virtudes", hay "virtud".
Cada virtud es una modalidad del amor.

Es una llamada a la unidad de la vida.

La vida es una y va hacia la unidad.
Más unidad, más vida.

La virtud como crecimiento es vida.

La vida es una, la virtud es pues átoma.


En el fondo es la aspiración a la comunión, donde cada uno ocupará su puesto en el banquete del Amor.
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¿Cómo expresa Polo el subir y bajar propio de la metalógica de la libertad?

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De manera muy bella.
Polo deviene poeta y la llama:

Hontanar,
inagotable explosión,
pura transparencia,
trascendente intimidad,
otear desde arriba.

El camino que sube, el método, es el carácter de además, comparable a una explosión inagotable.
La persona, su libertad trascendental, busca la libertad divina, la transcendente intimidad de la máxima amplitud (la máxima amplitud es Dios).

La iniciativa creadora es el hontanar de esa actividad interior, de ese querer ser además de Dios, de ese acto de aceptar, amorosamente, el don de Dios.

¿Nos quedamos en lo alto? ¿Se acabó todo al darle a la caza alcance? Ni hablar. La filosofía tradicional es un camino de ida que no vuelve. Polo investiga el camino de vuelta. Desde el intelecto personal, la luz, la pura transparencia que somos, otea desde arriba, y llega a posarse en el darse cuenta.

Este descubrimiento me parece sublime. Yo creía que "el darse cuenta" era un logro hacia arriba, un despertarse. Y de pronto comprendo que es un don que viene de lo alto, que es un jugar de la libertad trascendental.

Cuando el abandono llega a su vértice y no da más de sí, desde la cima, vuelve a abrir los diversos campos temáticos:
los reitera.

La 3ª dimensión es la más alta, pero desde ella se vuelve a las otras dimensiones con mayor luz.

Este subir y bajar es la metalógica de la libertad.








De esto se habla en Juan A. García. La metalógica de la libertad… Studia Poliana nº 10, 2008, p. 9, 4-6

Para saber más:

Etiqueta 6.8  metalógica de la libertad
Etiqueta 2.1.1 el método del abandono
Etiqueta 2.1.1.3 abandono. 3ª dimensión


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