La Antehistoria no es una mera prehistoria.
Por tanto, la Antehistoria no es todavía
Historia.
Es solamente el Plan de Dios, que debe
entenderse como la “integridad esencial” con la que Dios crea al hombre con
vistas a su culminación definitiva.
Sin embargo, esta integridad es herida en la
Antehistoria, porque la posibilidad de pecar es inherente a la libertad humana,
el error peculiar de la libertad.
En el Plan de Dios, es decir, en la
Antehistoria, hay también un Redentor, si se le ama, la persona no puede pecar.
La historia del universo físico no es lo
mismo que la Historia de cada persona humana.
Cuando Dios crea una persona comienza una
nueva Historia personal.
Como la persona creada es libre tiene la
posibilidad de pecar. Su Historia comienza al mismo tiempo que su pecado
original histórico.
Si en la Historia ama a su Redentor, esa
persona, gracias a su Comunión de Amor con el Redentor, no puede pecar.
¿Cuándo se cierra la Antehistoria? La
Antehistoria nunca se cierra pues Dios no cambia su Plan.
La Historia humana es solidaria de la
Antehistoria.
Sin embargo, la Historia humana comienza con
la creación de cada persona humana que es concebida con el pecado original, la
posibilidad de pecar.
En la concepción se unen la Antehistoria y la
Historia.
En la Historia de cada persona humana no
vemos la Antehistoria (es como si estuviera “cerrada”), lo que vemos son sus
decisiones libres históricas, que pueden ser pecaminosas, salvo que gracias a
la Comunión con el Redentor, sean del agrado de Dios.
Es así como puedo entender la frase poliana
que dice que “La humanidad es solidaria del primer pecado, que cierra la
antehistoria y comienza la historia”. Aquí el primer pecado es, a la vez, el de
la Antehistoria y el de la Historia personal.
En la Historia de la humanidad el pecado se
propaga. Historia que pudo haber sido de otra manera (pues realmente somos
libres). Feliz culpa, sin embargo, que mereció, en la Antehistoria y en la
Historia, un tal Redentor.
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