¿Qué es esa verdad que Polo llama verdad personal, mi verdad?

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Mi verdad personal, mi réplica, es la persona que seré, trascendentalmente, en Dios.

No se trata aquí de la verdad frívola del cesto de Caperucita. Si llevaré a mi abuelita leche o queso, o pan y galletas. No hablamos de la libertad de escoger entre coca o fanta.

Se trata de la noción que Polo, en otro contexto, llama "mi réplica".
Cada uno tenemos nuestra réplica en Dios. Y es ella, mi verdad personal, la que inspira la libertad trascendental que soy, la que la pone en marcha para cantarle.

La libertad trascendental, o mi libertad como persona, se pone en marcha, o se inspira, en el "encuentro" con la verdad de mi ser.
Esta libertad es dual, tiene dos miembros.
El miembro superior se llama "libertad de destinación".
El miembro inferior se llama "libertad nativa".

Destino (somos libres de destinarnos, si queremos).
Origen (nazco en la libertad de la llamada inicial de Dios).
Mi verdad va apareciendo en el trayecto entre mi Origen y mi Destino.
"Encontrarla" es el gran acontecimiento, que inspira trascendentalmente mi libertad y la pone en marcha hacia su Destino.

Nos abrimos así a nuestro Destino, "esperando" que nuestra vida sea aceptada. De ahí que llamemos "esperanza" a la apertura transcendente de la libertad personal.


En Quién es el hombre, Polo prosigue: ¿Y qué es la religión?: es la actividad práctica para vérselas con el más allá.

¿Y quién es el beneficiario?: El Hijo.
Mi réplica está en el Hijo. Mi réplica no soy yo. Es dual.
Es a Él al que canto.

No olviden ustedes que nuestro Origen es el Amor entre el Padre y el Hijo.
El Padre da al Hijo y el Hijo acepta traspasando el Don.
Allí dentro estamos. El beneficiario es el Hijo y la gloria de la Trinidad.







De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" pueden ustedes encontrar una síntesis explicativa de ese capítulo se encuentra al inicio de este blog, en la página titulada "Religión y libertad".
Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿De dónde viene el hombre?

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El hombre no proviene del universo físico.

Es creado directamente por Dios que lo inserta en el ser del universo, para que lo transforme en su "mundo"

Las criaturas del universo físico obedecen al despliegue de la naturaleza, en armonía tetracausal.


Sin embargo, la luz siempre encendida del inteligir proviene de una fuente extracósmica (la persona) ya que supone la capacidad de poder parar el movimiento, detener el tiempo físico y poder dar.
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¿Por qué la verdad no tiene sustituto útil?

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Porque la verdad "personal" es el valor supremo. No se la puede sustituir por nada que sea instrumento para satisfacer necesidades.  Es el punto de llegada y de partida. El alfa y omega.
Cuando se trata de la verdad que nos enamora, ya no se trata de utilidades (coca o fanta, intercambiables para calmar la sed). Ahora se trata de cantarle. A ella.

La libertad no puede ser intensa no puede dirigirse a Dios cada vez con más intensidad, si no encuentra el camino de su verdad. Encontrar el Camino no es otra cosa que enamorarse de la Verdad, personal.

El acontecimiento inicial de la verdad es plural: cada caminante sigue su camino. Para unos será de asfalto; para otros de tierra oscura y raíces. Pero todos nos añadimos a la misma fuente, al mismo fuego.

La verdad más profunda que podemos encontrar en esta vida es nuestra verdad personal. Es ella la que pone en marcha la libertad.

“La verdad os hará libres”, dice el Evangelio. La verdad siempre encomienda. A cada uno su camino.






Así termina Polo, más o menos, el último capítulo de "Quién es el hombre"
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¿Es lo mismo la libertad según motivos que la libertad personal?

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No.
La libertad personal (co-ser trascendental), o la persona como libertad, o la persona en tanto que libertad, no es necesitante, no actúa según motivos.

Pensar la libertad solamente como la posibilidad de elegir, entre diferentes motivos, aquél que más me mueve, es un planteamiento de la libertad que impide entender lo que es la libertad trascendental (libertad personal).

El paradigma de este error lo constituirá la filosofía de Leibniz, en la que no hay rastro de la persona.

La libertad según motivos no resulta bien pensada, porque el motivo está "gobernado" por lo que se intenta conseguir. En realidad estaríamos obligados a elegir lo que nos parece  mejor.

Tomás de Aquino parece sucumbir a este planteamiento de la libertad "de acuerdo con motivos" cuando sostiene que la generación del Hijo, en la Trinidad, no es libre.
Sin embargo, él mismo dice que el Verbo de Dios no es el Padre entendiéndose a sí mismo, sino "el engendrado" por ese entenderse a sí.
Comprende que el Hijo no se reduce a ser objeto de conocimiento, es decir, a ser entendido. El Hijo traspasa el ser entendido, no es una mímesis ideal sino una realidad "personal".
El intríngulis de la libertad que se convierte con la persona (la libertad que llamamos trascendental) está en ese "traspasar".

Quizá le hubiera ayudado  a formular la libertad trascendental si hubiera pensado (Tomás) en la novedad de la generación artística. La obra de arte es un desarrollo "personal" de la verdad encontrada. Es la "inspiración" la que llama a "cantar" lo encontrado.

Se abre camino al andar. Por lo tanto, no hay "mejor" camino, no hay un camino que sea mejor. Somos libres para componer nuestro canto.
Y no porque estemos hechos así, como el que tiene hambre y busca satisfacer su apetito, sino porque la verdad encontrada nos inspira. Nos ha enamorado.

Encontrar la verdad no es terminal, sino que despierta la inspiración.

La libertad según motivos está a nivel de los medios que poseemos para nuestro arte. Elegiremos escultura, pintura o cine, o música, según los talentos recibidos o adquiridos.

Pero la libertad radical, o personal, o trascendental, no resulta bien pensada si la pensamos según motivos, porque el motivo está gobernado por lo que se intenta conseguir. Valdrá lo que valga lo que buscamos.

En cambio, cuando se trata de una generación artística, su novedad, su valor,  se encuentra en la obra hecha como desarrollo "personal" de la verdad encontrada.

El hambre se apaga al comer. Ahí no hay encuentro sino cita con el deseo.
Cosa distinta es encontrar la verdad. Ese encuentro no es terminal, sino que des­pierta una inspiración. Mientras que el hambre es cosa de necesitar, en el encuentro con la verdad hay un trascenderse en la obra. Aquí funciona la propia capacidad, allí el nece­sitar.

Siempre que hay valores útiles en el antecedente moti­vacional, es exigida una satisfacción terminal. En cam­bio, en el encuentro hay que hablar de gozo; una situación de sobreabundancia, que tal vez no sea suficiente, pero en todo caso no es necesitante.

En definitiva, la libertad según motivos satisface necesidades mientras que la libertad trascendental se inspira en llamadas.





Copia y glosa de Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, p 200.

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¿A qué llama Polo "enamoramiento"?

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A la sustitución de la "motivación" por "la verdad encontrada" puede llamarse "enamoramiento".
Cuando la verdad puede sustituir toda motivación, estamos enamorados.

La verdad útil es "motivo" para obrar, nos mueve a elegir.

Pero ahora se trata del "encuentro" con la verdad que inspira, no la verdad útil, sino la que desvela nuestro destino. Es "ésta", (esta mujer), y me enamoro.

No es cierto que haya siempre motivos (ni que busquemos obstinadamente motivos ocultos e inconfesables).

Tomás de Aquino también lo vio cuando escribió  en S.Th., II-II, q. 180, a. 3: "la admiración es una forma de temor producida en nosotros por el conocimiento de algo que excede nuestro poder. Por lo tanto, es consecuencia de la contemplación de una verdad sublime, pues ya hemos dicho que la contemplación termina en la verdad".

A mi entender, sobra ese "terminar".
Pues ese temor no es paralizante, sino todo lo contrario. La verdad no paraliza al hombre como si fuera fin "último" del conocer. Más aún, esta verdad "personal" despierta el amor y la admiración, y no porque nos "mueva" a algo distinto de ella, sino como homenaje o entrega a la propia verdad.
Lo que "mueve" en el "encuentro con la verdad" es generosidad pura.

Por eso, más que decir que la contemplación "termina" en la verdad, deberíamos decir que se "inspira" en la verdad.

Ahora bien, la verdad que nos enamora puede ser una verdad que no sea la plenitud de la verdad o verdad sublime.
En cualquier caso, su belleza nos convoca.

No se trata de que la verdad se nos imponga de tal modo que nos quite la libertad; al contrario, "la operatividad" del enamorado (la que sigue al "encuentro con la verdad"), aunque no quepa sin la verdad, es aportada por la libertad.

Es esta verdad la que nos hace libres, pues su encuentro es inspiración que nos orienta.





Así glosa Rafael Corazón a Leonardo Polo en su manual Filosofía del conocimiento p. 135

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Entonces, ¿libertad trascendental personal significa que soy solamente lo que quiero ser?

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Es frecuente entender la libertad como una toma de postura ante la verdad, pero como si la verdad, por sí misma, no fuera suficiente y necesitara de un plus que sólo una decisión posterior, mía, puede aportar.

Aunque ella sea la más bella, soy yo, pensamos, quien elige que lo sea para mí. No bastaría su belleza.

Aquí, cuando hablamos de la verdad como inspiración, estamos diciendo otra cosa: es la verdad la que me inspira, la que inspira a la libertad, y no al contrario.

Noten la aparición del co-ser, característico de la persona humana: porque ella es bella, le quiero cantar. Le canto porque es bella y es bella porque le canto.

Desde luego, cabe actuar, (decidiéndose libremente por una verdad), solamente en cuanto que la "elegimos", pero entonces nos quedamos en los motivos. Polo llama a esa libertad "libertad según motivos": porque busco mi chica, la elijo, tú eres mi belleza.

Pero entonces no hay trascendimiento, no hay propiamente enamoramiento, la verdad no es traspasada por la libertad, para cantarle.
El autotrascendimiento (que estudiaremos en la etiqueta 1.0.2) nace de la llamada de la belleza que nos convoca y es precisamente el "encuentro" con la verdad de mi vida.

No soy solamente lo que quiero ser. Soy cántico a la verdad que me sale al encuentro. Mi libertad es mi canto.






De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del conocimiento p. 136
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¿Se estanca la verdad al encontrarla?

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No, pues la verdad tiene un destino: es mi verdad personal, mi canto a Dios.

Esto es posible porque el hombre tiene carácter "efusivo", "operoso" (la operosidad es lo que la persona añade al amor).

La libertad trascendental o la persona como libertad, es de índole donante. El ser humano es efusivo, aporta.

No se trata solamente de buscar la verdad, sino de alcanzar mi destino a partir de ella. El realizarse es un dar.

Somos más libres cuando actuamos sin motivos, sin intereses, cuando le cantamos a la verdad encontrada. Así lo siente quien tiene una fuerte inspiración. El enamorado





Para saber más pueden ustedes leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, p. 202
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¿Es la libertad personal la capacidad de realizar nuestros deseos?

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No exactamente.
A pesar de la nobleza del "desear", poder amar es más que desear.
La voluntad sí que es una tendencia, un deseo; pero la libertad personal puede no desear nada, sino, al contrario, puede ponerse al servicio de la verdad.

Entender la vida como donación es muy distinto de entenderla como satisfacción de las propias necesidades o deseos. Y enamorarse es eso, darse cuenta de que el sentido de mi vida está en esa verdad que me inspira.

La verdad no es el fin o el término a partir del cual hemos de dirigir la conducta (porque quiero conseguir eso, me muevo hacia eso), sino que puede ser una fuente de inspiración capaz de movilizar a la persona.

Polo dirá: "cuando uno encuentra su vocación ha de vivirla, y al vivirla, la verdad se despliega a partir de su "encuentro".








De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del conocimiento p. 136.3

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¿Quién va por delante, el tener o el dar?

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Ni el uno ni el otro.

El planteamiento clásico da la preeminencia a la razón (que es un "tener"). La libertad se manifiesta aquí en la capacidad de decidir entre los medios que la razón práctica propone para alcanzar el fin (que es otro "tener" más alto, que nos viene dado).

El planteamiento moderno da la preeminencia a la voluntad, identificándola con la libertad espontánea de hacer lo que me da la gana.

Polo ajusta el problema. La libertad trascendental, que se convierte con cada persona, es la inclusión atópica en el ámbito de la máxima amplitud, que es Dios.
La preeminencia la tiene el Creador. Que nos da el tener y nos llama al mismo tiempo a dar, según nuestro querer.

La Verdad no es así una "forma" impuesta desde fuera (su amplitud es máxima).
La Verdad que inspira con su encuentro es el enamoramiento. Nuestra libertad personal (trascendental) es nuestro canto enamorado a la Verdad.

Cada uno, según sus circunstancias buscará (libertad esencial) los medios más adecuados para el poema o cántico que es su vida.







Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Es la verdad un fardo insoportable como dice Nietzsche?

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Lo más propio de la verdad es la apertura de un horizonte sin término.

Lo que es insoportable es vivir para uno mismo o servirse de la verdad encerrándose en la propia finitud. Ahí está la frustración y el fardo (que no es ligero).

Aceptar la verdad no significa someterse a algo externo que se nos impone. La verdad libera, no esclaviza; abre a la trascendencia, no cierra posibilidades.

La verdad despierta el amor (cuando nos enamoramos) y nos hace creativos.
Agustín de Hipona lo expresó bien: ama y haz lo que quieras.

La verdad no es el término de un camino, sino una fuente de inspiración para que la persona desarrolle su libertad.


La verdad de Nietzsche sí que es insoportable, por aburrimiento, como son insoportables las solitarias tardes del domingo, que se hacen tan largas para la vieja en el asilo.






De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del conocimiento p. 136.4


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¿Existe un "yo quiero absoluto"?

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No, la persona no es un "yo quiero absoluto", espontáneo, sin lazos, o un capricho arbitrario.

Los elementos racionales están siempre presentes en las decisiones, que obedecen a "motivos".

Sopesando motivos se justifica la decisión misma y a ella sigue el imperio, que es un acto racional, no un acto de la voluntad.

Tampoco existe una voluntad "trascendental". La persona, en tanto que amor, es comunión, intercambio de dones, ofrecidos libremente.
La vida que crece con nuestros actos voluntarios no es voluntad de poder, sino canto que Alguien debe escuchar.

Sí, Nietzsche no se equivoca cuando intuye que Dios sabe bailar.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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En una palabra, ¿qué es ser libre?

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Ser libre es ser señor.

La libertad es un señorío que da su dignidad a la persona.

Señorío que se manifiesta en la vida según las diferentes dimensiones de la libertad esencial o predicamental. Si mi voluntad puede hacer lo que quiere (libertad predicamental) es porque soy libre, señor de mi vida.

La persona que desconoce su verdad es como un príncipe que se ignora.

Es la verdad la que inspira la vida, y la libertad.

El encuentro con la verdad es lo más grande que le puede pasar a la persona (el libro de Polo "¿Quién es el hombre?" culmina en las últimas páginas del capítulo X. El "acontecimiento" del que se habla es  precisamente el encuentro con la verdad: sabernos capaces de Dios; tener y dar; poder ser más amados de Dios).

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¿Cómo comienza el encuentro con la verdad?

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En el caso del hombre el "encuentro" con la verdad comienza según una "búsqueda" que no se sabe a ciencia cierta cómo dirigir.

Esa "búsqueda" no es otra cosa que la libertad nativa (miembro inferior de la libertad trascendental).
Estudiamos la libertad nativa en la etiqueta 5.5.4.

Allí explicamos cómo la libertad nativa es el nacer irreductible de cada quién. La novedad irreductible.

La libertad nativa es ese nacer radical, esa novedad de ser persona humana que al ser creada en el ámbito de la máxima amplitud, se "sabe" responsable. ¿Quién soy? Y busca.

La responsabilidad es el rasgo propio de la persona en cuanto que es libre de entrada. Es el rasgo personal que aparece con la libertad nativa. El valor de mi vida dependerá de mí.

Polo llama libertad nativa a la aceptación "trascendental" de nuestro nacer.

La libertad nativa es así el nacer a la filiación en tanto que se nace como hijo, incluido atópicamente en el ámbito de la máxima amplitud, que es Dios.

Dios nos crea hijos, pues nos crea libres, con libertad nativa, nos crea actuosos, aceptantes trascendentalmente de nuestra filiación.

La filiación divina es la realidad más profunda de la persona humana.

Por eso Polo afirma que el encuentro con la verdad comienza según una "búsqueda" que no se sabe a ciencia cierta cómo dirigir.

La persona está referida a la verdad de acuerdo con una "búsqueda", orientada al "encuentro" con la verdad.

Quizá se comprende mejor si recordamos cómo Polo distingue entre "enterarse", "entender" y "encontrarse con la verdad".

"Enterarse" se refiere a recibir una información que el entendimiento no llega a hacer suya;  sin que ello implique la movilización de la inteligencia que, en cambio, cuando esta potencia espiritual se activa, conseguimos "entender".
Pero "lo entendido" puede ser alumbrado, o no, como "encuentro con la verdad".
Así, un teorema matemático es entendido, pudiendo añadirse el "caer en la cuenta" de que en él la verdad me ha salido al encuentro.
Tal caer en la cuenta de que al entender el teorema uno mismo se encuentra con la verdad, no es simple asunto de la inteligencia sino que corre a cargo de la persona.

Pues bien, el encuentro con la verdad comienza en la "orientación" propia de la libertad nativa.
Estamos hechos para eso que no sabemos exactamente lo que es. Hasta que nos enamoramos: ésta es mi verdad. Sí, "nuestra" verdad.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

Hablamos de la responsabilidad en la etiqueta 1.1.2

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¿Sólo los modernos han entendido la libertad?

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Generalmente se entiende que la filosofía antigua y medieval presentan la libertad versando únicamente sobre los medios (libertad predicamental o categorial), una libertad sólo para elegir y que la filosofía moderna propugna una libertad que es autonomía radical (libertad trascendental). 

Filósofos cristianos han considerado que esa autonomía radical es una rebelión contra Dios y por eso han buscado mostrar que la libertad en el hombre nunca es absoluta. Han mostrado un cierto recelo hacia la libertad, justificado por las proclamas anticristianas de algunos modernos.

En la actualidad se ha puesto en relieve que no debemos tener miedo a la libertad. Además, toda la filosofía cristiana está henchida de libertad. No en vano Jesús nos dijo que la verdad nos hará libres.

Para Eckhart (uno de los referentes de Polo) la libertad es el primero de los trascendentales, pero ya en san Agustín y santo Tomás se puede atisbar la libertad también como trascendental.

En el siglo XX, las filosofías de inspiración tomista han centrado el problema de la libertad en su carácter trascendental y no sólo en ser capacidad de elegir. Angel Luis González, en un artículo esclarecedor, apunta cómo cuatro autores bastante diferentes entre sí, Fabro, De Finance, Millán-Puelles y Polo, bucean en la tesis tomista de la trascendentalidad del espíritu.

La trascendentalidad de la libertad no es ajena a la doctrina tomista. Ser libre es ser dueño de los propios actos, no sólo mediante la voluntad (libre albedrío, elegir esto o aquello) sino también porque se domina el fin (libertad trascendental del espíritu).

También para los tomistas, y no sólo para los modernos, la libertad es trascendental, porque se tiene un dominio sobre nuestro ser trascendental.

La propuesta de Leonardo Polo, continuador no acartonado de Tomás de Aquino, es más audaz que los modernos, y al mismo tiempo respetuoso con cada uno.

¿Cuál es la propuesta de Polo que deja atrás a los tomistas del siglo XX?

La libertad no es sólo trascendental en el sentido de que puede crecer siempre más hasta aceptar el ser que recibe de Dios. Es decir, sería trascendental por ser relación con lo trascendental, con el sentido de nuestro ser, recibido de Dios.

(Un ejemplo de ese tipo de explicación lo tenemos en el esfuerzo divulgativo de Tomás Melendo, que siguiendo a Fabro y Cardona, multiplica ejemplos atractivos de esa libertad con sentido. Véase, por ejemplo, la logoterapia de Frankl).

Peo no es sólo eso, sino que la persona misma es libertad, novedad.
La persona no es una inteligencia y una voluntad limitadas por lo que Dios nos da.
Dios no nos limita al crearnos libres.
Podemos ser todas las cosas, somos radicalmente libres.

La creación de los seres libres es una llamada.
Una capacidad de respuesta.
Realmente somos hijos de Dios.







Inspirado y recogido de Angel Luis González, Ser personal y libertad. Anuario filosófico, n. 97

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¿Es la verdad una idea?

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La verdad es más que idea.

El diálogo platónico Menón se ocupa del origen de las ideas. Pero la búsqueda trascendental de la verdad de la que habla Polo no está en esa línea.

La verdad trascendental de la que hablamos es desvelamiento del ser personal. Alcanzamos la verdad de nuestra vida, el sentido que tiene nuestro vivir cómo manifestación de nuestro ser íntimo.

Por eso decimos que la verdad es más que una idea. No bastaría con establecer si la idea es o no verdadera, en el sentido verificacionista moderno. Éste sentido no alude en absoluto al "encuentro" personal con la verdad. Es una verdad aséptica.

El ser personal está abierto por dentro. Es comunión de personas. La persona es creada añadiéndose, cantándole a Dios.

Y al encontrarse con la verdad, al saberse "hacia" Dios, se dispara un proceso interior de canto: la verdad encontrada es una fuente de inspiración.

La persona creada es novedad. Su verdad no es una idea teórica. Es actuosidad.






Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Por qué dice Polo que la verdad es el contexto del enamoramiento?

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Lo dice hablando no de una verdad cualquiera, sino de la verdad personal, mi verdad trascendental.

Al encuentro con esa verdad, Polo lo llama enamoramiento. Que no es sentimental, sino íntimo.

Platón habla del amor como "deseo" de engendrar en la belleza. Ese "deseo" apunta más bien a una motivación, a una idea que mueve.

Aquí estamos en otro contexto. Estamos en el contexto del desvelamiento de mi co-ser, siempre más. Enamorarse lleva consigo la aparición de actos de homenaje a la verdad encontrada, y sólo a ella. Actos que antes no se podían ejercer o expresar de ninguna manera.

No se trata de un "sujeto" aislado que conoce "verdades" o motivos para su realización. Es un encuentro entre el Creador y su hijo.

Es la novedad de la libertad creada, filiación, que busca y encuentra el sentido de su vida: cantarle a su Creador.

Esta novedad toma cuerpo, o se manifiesta, en nuestra vida, arrancando enteramente de la inspiración que el encuentro trascendental provoca.

Lo que da sentido a mi vida es el desvelamiento de mi ser. La verdad personal es el contexto en el que me enamoraré, siempre más.





Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Qué es integrar la verdad?

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La verdad me sale al encuentro y yo la integro.

Esto tiene que ver quizá con la experiencia artística, pero no con la deliberación, la cual está dominada por la razón práctica.
No es el deseo de fabricar algo. Integrar la verdad es cantarle. Cantar a la verdad.

El artista construye una obra bella no por deliberación sino por inspiración. Su nítido antecedente es el encuentro trascendental con la verdad. Encuentro que Polo llama enamoramiento.

No se trata solamente de mi verdad personal (lo más íntimo mío, más íntimo que yo), porque el mundo, la verdad trascendental del ser del universo, también me inspira, y al cantarle mi poema, la integro en la llama de mi co-ser.

Del enamoramiento arranca la chispa con energías impregnadas de verdad que flamean en más y mejor verdad.

La verdad me sale al encuentro y yo la integro. No me limito a asistir a su aparición, porque no es un simple espectáculo.

Integrar la verdad es asimilarla de acuerdo conmigo, pues la asimilación la pone el co-ser personal.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206
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¿Por qué la libertad trascendental o personal es inseparable de la inspiración?

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La libertad personal es inseparable del encuentro con la verdad trascendental que es la fuente de la inspiración.

La persona en cuanto libertad trascendental es-además, y se distingue de la libertad como propiedad de la voluntad práctica (la libertad esencial de los clásicos).

¿Además de qué? Además de la Verdad. Ser-además libremente equivale a ser persona. Ser persona es un añadirse que nace cuando se desvela la verdad.

Es cierto que la verdad que sale al encuentro de la libertad nativa no es la verdad entera. Con todo, la libertad de la persona, sin agotarse (pues siempre se puede encontrar más verdad) se pone en marcha en tanto que se añade al ser actuoso que se desvela.

A ese añadirse inspirado, Polo lo denomina "carácter de además".








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

Piensen los teólogos el alcance de la antropología poliana: si Cristo es la Verdad, el hombre es hijo además del Hijo, en el Hijo, añadiéndose.

¿Cómo crece la persona gracias a la inspiración?

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La persona crece al inspirarse en el encuentro con la verdad.

La libertad personal o, lo que es lo mismo, la persona en cuanto que libertad, dispone u opera el canto a la verdad.
El "disponer" es la esencia de la persona humana, su manifestación, su aportar e iluminar. Su crecimiento.

Sostenemos que la persona humana crece en la medida en que aporta libremente más.
La "obra" es su manifestación, su canto.

De este modo, la conducta humana es elevada a la categoría de don, consistiendo en ser la obra personal, el poema de la persona.

Esta elevación depende del mantenerse inspirada por la verdad encontrada, lo que la hace inventiva: siempre puede dar más. Es el hombre "nuevo". La solución de lo problemático.





Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Por qué dice Polo que la libertad humana es un "sobrar"?

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Porque somos unos desequilibrados.
El ser humano no es homeostático. Es un sistema abierto.
Los animales duermen satisfechos. La persona humana será siempre futuro despejado y cálido.

No olvidemos que en el hombre vigen tanto el sistema cerrado, el sistema abierto y el sistema libre.
En cuanto libertad la persona es estricta novedad.

Las elecciones humanas no están dirigidas por una fuerza disciplinada. Lo que preside radicalmente nuestras decisiones es la iniciativa amorosa del Origen, que pide ser correspondida, libremente.

Si nuestro origen fuera arbitrario, seríamos un sistema cerrado, homeostático. A lo más, un sistema abierto, como los animales que crecen adaptándose.

Pero cuando ejercemos trascendentalmente el hábito innato de sabiduría ("además") alcanzamos nuestro "ser abiertos por dentro" que nada puede satisfacer. No tenemos réplica en nuestro interior.

Sólo entenderemos el sobrar del sabernos libres si nos retraemos al carácter nativo de nuestro ser: somos hijos de una libertad absolutamente otra "originaria" que nos ama con dilección, es decir, sin condiciones. No nos modela, sino que sopla la libertad.

Este tipo de dependencia (amor sin condiciones) es nuestro ser enteramente libres.

Somos más libres que lo que las cosas en torno nos permiten; respecto de ellas, la libertad humana es un sobrar.

El futuro es un buscar. Somos unos desequilibrados, abiertos por dentro y por fuera.
















De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 220.3

Para saber más sobre la libertad
Etiqueta 1.1.2   libertad
Etiqueta 1.1.2   naturaleza y libertad
Etiqueta 5.5.4   libertad personal o trascendental
Etiqueta 5.5.4   libertad nativa
Etiqueta 5.5.4   libertad de destinación.
Etiqueta 6.1.5   libertad esencial o de disposición

Etiqueta 6.8.0   metalógica de la libertad
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¿Se inspira el artista con símbolos?

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No.
Cuando en antropología trascendental hablamos de "inspiración" nos referimos al encuentro con la verdad, siempre abierta, todavía no constreñida en el símbolo.
Por eso dice Polo que la inspiración excluye la duda previa acerca del acierto en el obrar, en la ejecución del poema. Es seguro que la verdad merece mi empeño.

El componente simbólico es inherente a la obra ya hecha, salvo que sea perfecta, lo que no es posible para el hombre.

El artista sabe, después, que no consiguió culminar su obra. La constatación del error es indicio de que la obra hecha no es completa, pero no justifica el temor a la incertidumbre, sino más bien el afán de corregirse para continuar la indagación expectante: más verdad, más belleza.







Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Me realizo gracias a mi creatividad?

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La expresión "realizarse" es muy corta. Primero porque el hombre no es una cosa. Pero también porque el ser del hombre no depende solamente de sí.

La persona aprende a controlar su capacidad operativa. Este aprendizaje reside especialmente en los hábitos.
El valor de la obra humana, más que en el ordenar la naturaleza radica en la "novedad" aportada. La inspiración propia al encuentro con la verdad, despierta energías dormidas del hombre que saltan a la palestra.
Se trata de un trascender lo obvio, que la verdad me sugiere, en tanto que yo la descubro.

Sin embargo, el acuerdo de la libertad personal (inclusión en la máxima amplitud) con la verdad es susceptible de profundización.
La belleza de la Verdad es inagotable.
No "me" realizo.
"Le" canto.






Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206
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¿Es el Verbo una mímesis del Padre?

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El Hijo, el Verbo De Dios, no se reduce a ser objeto de conocimiento, es decir, a ser entendido.

Tomás de Aquino sostiene que el Hijo no es el Padre entendiéndose a sí mismo, sino el engendrado por ese entenderse a sí. (Cfr. S.Th., I, q.34, a.1, ad 2; q.37, a.1, ad 2 y ad 4).

Aunque no se distinga en nada del Padre desde el punto de vista de la naturaleza, el Hijo traspasa el "ser entendido".

El Verbo, como Imago Patris, no es una mímesis ideal, sino una realidad personal.

La generación es "novedad", es un desarrollo personal de la verdad encontrada. Hay un trascenderse en la obra, un trans-encuentro. El Amor es llama.








Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Es libre la generación del Hijo?

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Tomás de Aquino sostiene que la generación del Hijo no es libre.

Polo matiza: no es libre si planteamos la libertad según motivos, pero si la planteamos como libertad trascendental, sí que es libre.

El paradigma del error de pensar solamente la libertad según motivos es la filosofía de Leibniz, en la que no hay rastro de la persona.

La libertad según motivos prevalentes no resulta bien pensada, porque el motivo está gobernado por lo que se intenta conseguir.
En cambio, cuando se trata de una generación artística, su novedad se encuentra en la obra hecha como desarrollo personal.

Pongamos un ejemplo, el sabor del chocolate cuando viene a mi memoria, me mueve a buscarlo en la despensa.
Pero allí no hay novedad sino repetición de sensaciones.

La creatividad del amante (con amor de amistad, que no de concupiscencia) es distinta. La verdad de mi vida me inspira y la novedad surge en el trans-encuentro.

Encontrar la verdad no es terminal, sino que despierta una inspiración.
Mientras que el hambre es cosa de necesitar, en el encuentro con la verdad hay un trascenderse en la obra. Aquí funciona la propia capacidad, allí el necesitar.

En el encuentro aparece el gozo en lugar de la satisfacción.

El Verbo no es engendrado por necesidad, sino por Amor, con gozo.







Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206
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¿Está la felicidad en la satisfacción del deseo?

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En el "encuentro" hay que hablar de gozo.

El encuentro es una situación de sobreabundancia, que tal vez no sea suficiente, pero en todo caso no es necesitante.

La satisfacción se busca cuando hay valores útiles en la motivación. Una vez conseguidos, se acabó el pastel.






Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

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¿Qué mueve al encuentro y en el encuentro?

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Lo que mueve en el encuentro con la verdad es generosidad pura.
Es un sobrar de la libertad, que se goza en la verdad encontrada.

Y lo que mueve al encuentro también es generosidad, la persona, en tanto que libertad, que busca su réplica para cantarle.

Polo llama generosidad de la persona al ejercicio del hábito de los primeros principios reales.

La persona, en este caso, es generosa porque se olvida de sí, de su yo que quiere actuar, y se abre hacia el exterior, hacia la creación, hacia fuera, contemplando el ser del universo, dejándole ser, aceptando que sea.

También, por esa generosidad, advierte la causalidad trascendental y el principio de identidad (que es el Origen, Dios).

La persona advierte estos primeros principios, generosamente, abandonando el límite mental (1ª dimensión).

Pero en el encuentro con la verdad la generosidad es pura, es la generosidad en la fuente, que se goza en el "sin acabarse"  del encuentro con su réplica.





Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206

Hablamos de la generosidad de la persona en la etiqueta 3.2.0 al tratar del hábito de los primeros principios

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¿Es posible, sin Dios, la libertad?

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No. Al menos la libertad entendida trascendentalmente, no. Sin Dios sólo nos queda la ilusión de la libertad

La libertad, radicalmente, es apertura incesante que sólo se justifica en el ámbito de la máxima amplitud, Dios.

Claro lo tiene Sartre cuando, certeramente, dice que la libertad es absurda, nauseabunda, ya que el "ser para sí" (libertad) es deslizarse al "ser en sí" (la realidad monstrenca). Somos un pájaro, con grandes alas, enjaulado.

Y claro lo tiene Heidegger para el que el gran ámbito del ser (Dios) se oculta a la libertad del hombre. Sólo queda emplearla en tareas pequeñitas, enanas, para satisfacer una fingida autenticidad.

Ambos ignoran la libertad nativa, el nacer de Dios que nos impulsa a destinarnos a Dios.

La experiencia del sinsentido de la libertad y de su disvalor es propia de los pensadores europeos a partir de la primera guerra mundial. Es el desenlace de la emancipación de la libertad. La libertad huérfana de Dios.
Los belgas se fueron (decíamos en RDCongo) y nos han dejado en la más completa independencia.

Sin libertad nativa (sin ser hijos) el hombre es un ser sin destino.

Si el hombre es radicalmente libre, Dios tiene que existir.
La libertad es una prueba de la existencia de Dios.
O mejor dicho, es una mostración de Dios.








De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 221.5

Para saber más sobre la libertad
Etiqueta 1.1.2   libertad
Etiqueta 1.1.2   naturaleza y libertad
Etiqueta 5.5.4   libertad personal o trascendental
Etiqueta 5.5.4   libertad nativa
Etiqueta 5.5.4   libertad de destinación.
Etiqueta 6.1.5   libertad esencial o de disposición
Etiqueta 6.8.0   metalógica de la libertad

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¿Qué es el homenaje?

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Polo llama "homenaje" al despliegue de la verdad encontrada, en la persona que la encuentra.
Algo así como un piropo.

La verdad encontrada merece el homenaje rendido por la persona.
La persona es más que un mero ser recuperante. El encuentro no es una inmanentización o apropiación especular de lo encontrado. Tampoco es la satisfacción ante el complemento que nos faltaba.

En el "encuentro" se desata la superabundancia personal. Vige el excesus de la generosidad pura. Eres mi cielo.






Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su crecimiento, pp. 197-206


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¿Qué es la sindéresis?

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La palabra sindéresis significa "atención vigilante".

(Clásicamente a la sindéresis se la llama intelecto práctico. Es el intelecto práctico o razón "natural" por el que el hombre sabe que debe hacer el bien y evitar el mal).

Polo rectifica el planteamiento tradicional proponiendo que la sindéresis es el hábito innato por el que la persona es agente de sus actos (voluntad agente, querer-yo) y dualizándose con el hábito de los primeros principios ilumina el  ver que es la inteligencia (y lo ilumina con el miembro inferior de la sindéresis, el ver-yo)

La sindéresis hace "verdadear" la inteligencia y la voluntad.

La persona humana, gracias al hábito de sindéresis, hábito innato del intelecto personal, expresa, de modo global, lo que ve y lo que quiere.

Por eso la sindéresis se describe como "inspiración global", porque inspirar no es otra cosa que "expresar" la verdad encontrada.

El ápice de la esencia humana es el "yo", precisamente este hábito innato con dos miembros o dos instancias cognoscitivas, ver-yo y querer-yo.

El ver-yo nace del intelecto personal y el querer-yo del amar donal.

La sindéresis es la apertura con que cuenta la persona para iluminar, dirigir, controlar, la naturaleza humana. Se atribuye al hábito de sindéresis el conocimiento de la propia esencia.

Pero ese conocimiento o ese ver o englobar,  se dice "conocer-yo" o "querer-yo" según vea lo "inteligido" o lo "querido".

Hay una diferencia entre lo inteligido y lo querido: lo querido debe ser constituido por el querer-yo.
El querer-yo no se limita a conocer la voluntad, sino que constituye lo voluntario (lo impulsa). Sin el respaldo del querer-yo la voluntad no quiere nada.
En esta faceta del yo (querer-yo) existe algo más que la luz iluminante, o si se quiere, que el querer-yo depende menos del intelecto personal y más del amar donal, por eso es más otorgante que iluminante.

El yo se cifra en ver; es ver: ver-yo (el ver-yo es iluminante) y querer-yo (constituyendo lo querido; el querer-yo es iluminante y constituyente).
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