Lo más propio de la verdad es la apertura de un horizonte sin término.
Lo que es insoportable es vivir para uno mismo o servirse de la verdad
encerrándose en la propia finitud. Ahí está la frustración y el fardo (que no
es ligero).
Aceptar la verdad no significa someterse a algo externo que se nos
impone. La verdad libera, no esclaviza; abre a la trascendencia, no cierra
posibilidades.
La verdad despierta el amor (cuando nos enamoramos) y nos hace
creativos.
Agustín de Hipona lo expresó bien: ama y haz lo que quieras.
La verdad no es el término de un camino, sino una fuente de
inspiración para que la persona desarrolle su libertad.
La verdad de Nietzsche sí que es insoportable, por aburrimiento, como
son insoportables las solitarias tardes del domingo, que se hacen tan largas
para la vieja en el asilo.
De esto
habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual Filosofía del
conocimiento p. 136.4
.
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