Mi verdad personal, mi réplica, es la persona que seré,
trascendentalmente, en Dios.
No se trata aquí de la verdad frívola del cesto de Caperucita. Si
llevaré a mi abuelita leche o queso, o pan y galletas. No hablamos de la
libertad de escoger entre coca o fanta.
Se trata de la noción que Polo, en otro contexto, llama "mi
réplica".
Cada uno tenemos nuestra réplica en Dios. Y es ella, mi verdad
personal, la que inspira la libertad trascendental que soy, la que la pone en
marcha para cantarle.
La libertad trascendental, o mi libertad como persona, se pone en
marcha, o se inspira, en el "encuentro" con la verdad de mi ser.
Esta libertad es dual, tiene dos miembros.
El miembro superior se llama "libertad de destinación".
El miembro inferior se llama "libertad nativa".
Destino (somos libres de destinarnos, si queremos).
Origen (nazco en la libertad de la llamada inicial de Dios).
Mi verdad va apareciendo en el trayecto entre mi Origen y mi Destino.
"Encontrarla" es el gran acontecimiento, que inspira
trascendentalmente mi libertad y la pone en marcha hacia su Destino.
Nos abrimos así a nuestro Destino, "esperando" que nuestra
vida sea aceptada. De ahí que llamemos "esperanza" a la apertura
transcendente de la libertad personal.
En Quién es el hombre, Polo prosigue: ¿Y qué es la religión?: es la
actividad práctica para vérselas con el más allá.
¿Y quién es el beneficiario?: El Hijo.
Mi réplica está en el Hijo. Mi réplica no soy yo. Es dual.
Es a Él al que canto.
No olviden ustedes que nuestro Origen es el Amor entre el Padre y el
Hijo.
El Padre da al Hijo y el Hijo acepta traspasando el Don.
Allí dentro estamos. El beneficiario es el Hijo y la gloria de la
Trinidad.
De esto
habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" pueden
ustedes encontrar una síntesis explicativa de ese capítulo se encuentra al
inicio de este blog, en la página titulada "Religión y libertad".
Para saber más leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y
su crecimiento, pp. 197-206