Tomás de Aquino sostiene que la generación del Hijo no es libre.
Polo matiza: no es libre si planteamos la libertad según motivos, pero
si la planteamos como libertad trascendental, sí que es libre.
El paradigma del error de pensar solamente la libertad según motivos
es la filosofía de Leibniz, en la que no hay rastro de la persona.
La libertad según motivos prevalentes no resulta bien pensada, porque
el motivo está gobernado por lo que se intenta conseguir.
En cambio, cuando se trata de una generación artística, su novedad se
encuentra en la obra hecha como desarrollo personal.
Pongamos un ejemplo, el sabor del chocolate cuando viene a mi memoria,
me mueve a buscarlo en la despensa.
Pero allí no hay novedad sino repetición de sensaciones.
La creatividad del amante (con amor de amistad, que no de
concupiscencia) es distinta. La verdad de mi vida me inspira y la novedad surge
en el trans-encuentro.
Encontrar la verdad no es terminal, sino que despierta una
inspiración.
Mientras que el hambre es cosa de necesitar, en el encuentro con la
verdad hay un trascenderse en la obra. Aquí funciona la propia capacidad, allí
el necesitar.
En el encuentro aparece el gozo en lugar de la satisfacción.
El Verbo no es engendrado por necesidad, sino por Amor, con gozo.
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