Pero ya ahora, podemos afrontar la muerte, para incluirla en la vida.
El modo más serlo de conseguirlo es ser libre ante la muerte.
No se trata aquí de ser libre porque no nos vayamos a morir, pues la muerte
llegará inexorable.
Se trata de entenderla como un paso en el que la vida, el encargo, se ha
cumplido.
En el momento de la muerte probablemente estaremos en coma, poco vamos a
añadir entonces a la vida, quizá algún deseo o recomendación a los parientes
más próximos.
La culminación de la vida no es, pues, cuestión de "momentos".
Casi seguro que no cambiaremos de actitud en el "momento" de la muerte.
En esta vida, la culminación la experimentaremos cuando, libremente,
conscientemente, hagamos el mayor don de nosotros mismos del que seamos
capaces.
¿Lo hemos hecho ya? Quizá.
Pero incluso si lo hemos hecho. Siempre podremos hacer un don mayor.
El encargo no está todavía cumplido.
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