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¿Son lo mismo las normas éticas que las normas jurídicas?

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Tanto las normas éticas como las jurídicas son exclusivas del hombre. No hay ningún animal que tenga costumbres y derecho (llamo costumbres a maneras de conducirse de acuerdo con la cultura o la civilización).

Pero el derecho y las costumbres culturales son normas derivadas de las normas éticas.

Las normas éticas son las originarias porque son inseparables de la libertad. Son leyes del ser libre para ser libre.

Las leyes físicas y las leyes psicológicas dependen de la biología del animal, son leyes que se cumplen automáticamente.

Las leyes del derecho y de las costumbres, aunque derivadas de las normas éticas, tienen también algo de automático, no son tan inseparables de la libertad, como las normas éticas.

El semáforo rojo me detiene casi automáticamente (aunque yo guarde la posibilidad de saltármelo). Su incumplimiento no me esclaviza. Por ejemplo, no pierdo mi libertad si alguna vez, cuando no pasa nadie un domingo temprano, me lo salto. Soy más libre saltándomelo.

No pasa lo mismo con las normas éticas, pues si mato al inocente, pierdo mi libertad arrastrado por la pasión. Si asesino, me pierdo. Si robo, me pierdo. Libremente debo siempre amar. Si no amo, me pierdo.

Las normas éticas no son mecanismos, no nacen por consenso. Me obligan, porque soy libre y para ser libre. Puedo conculcarlas, y entonces me pierdo. Puedo seguirlas, y entonces me gano.
Vivir éticamente es ganar tiempo.












De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61


Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre la cultura, ver etiqueta 7.2.0


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¿Son las normas éticas el resultado de convenciones, pactos o tradiciones culturales?

.El pactismo es una doctrina bastante abundante en la edad moderna; recuérdese, por ejemplo, el contrato social de Rousseau.

Pero si las normas éticas fueran puras convenciones, o lo que es peor, si fueran naturales en el sentido biológico (como la leona cuida a sus cachorros), entonces no se pueden tomar en serio, porque no concernirían mi libertad trascendental.

O las cumpliríamos necesariamente (como hacen los leones) o consistirían en un ajuste, todo lo democrático que se quiera, a un destino impuesto.

Sin embargo, el destino no se impone, por ser libre. El ser que es libr, se destina a su destino y las leyes éticas son las leyes del ser libre para ser libre, para destinarse: "haz el bien para crecer".

El hombre libre debe encontrar el bien y capacitarse al amor, queriéndolo, libremente.

Si estas leyes no existieran, si no tuviéramos el deber de buscar el bien y de crecer en el amor, seríamos animales.

El que considera la ética como un código pactado de conducta para que los lobos no se coman a los lobos, o para que juntos vivamos mejor, limita su horizonte a la biología. Se reduce a vegetar, a rumiar y, a lo más, a procrear.

Esto es gravísimo para el ser que va más allá de su especie; para el ser que está abierto, por dentro.













De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61.2


Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre el destino, ver etiqueta 13.0.0
sobre la humanización, ver etiqueta 9.2.1
sobre la responsabilidad, ver etiqueta 1.1.2
sobre la distinción hombre-animal, ver etiqueta  4.6.1
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¿Cómo aparecen las leyes naturales?

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Hemos de distinguir entre las leyes naturales éticas, propias del ser libre, que nacen con la libertad y las leyes naturales físicas o biológicas.

Aquí respondemos a la pregunta sobre las leyes naturales físicas, que son leyes que no pueden ser incumplidas.

Es uno de los grandes problemas de que se ocupa la mecánica cuántica. Aunque hay todavía algunos puntos oscuros, la explicación encontrada es bastante válida.

Según una historia que comienza con la expansión del universo, un poco más tarde que el big-bang, en un tiempo anterior a la evolución biológica (pues la vida aún no apareció.

Al expandirse el universo, según los físicos cuánticos, la frecuencia de los fotones disminuye, varía su energía y se pasa a un universo en polvo en el que ya hay núcleos, y a partir de los núcleos se forman los átomos.

La gravedad (ley natural física) aparece o empieza a funcionar cuando la energía de los fotones disminuye. Los átomos pesados se forman después y no existen en todo el universo, sino en algunas regiones suyas.
En definitiva: según el estado energético aparecen unas leyes u otras, que no pueden dejar de cumplirse y que están contenidas en las condiciones iniciales del universo.
Las leyes físicas expresan estados energéticos distintos.

Comprendan ustedes que la aparición de las leyes naturales físicas es de un orden distinto de las leyes naturales morales (del ser libre).
Las físicas se cumplen siempre.

Las morales pueden cumplirse o no, pues son el camino de la libertad. Son leyes del ser libre para ser libre.

El "deber" no aparece por un cambio energético. No es que nuestros átomos pesados se conviertan en ligeros.
El ser libre es inmaterial y espiritual.

También los perros tienen facultades inmateriales (la vista, el olfato, la memoria, la estimativa, etc.,) con base orgánica.
Si el perro tiene miedo y huye no es porque sus átomos pesados se hagan ligeros (de helio, por ejemplo), sino porque capta inmaterialmente el peligro (sin darse cuenta, porque no tiene conciencia).

En el universo físico hay sobrantes formales, inmateriales, que aparecen en el transcurso de la evolución. Se trata de leyes naturales biológicas. Que se cumplen siempre: el perro que tiene miedo, huye despavorido.

Con el hombre aparecen "novedades". cada persona es extracósmica, libre. Su naturaleza ha sido conectada a un quién, que conduce éticamente su vida. Si quiere.







De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61.3


Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre la esencia del universo, ver etiqueta 4.0.0
sobre la evolución, ver etiqueta  9.1.0



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¿Cómo fundamentar la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

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Los conceptores de la Declaración podían asombrarse de que, teniendo ideas tan diferentes, todos estaban de acuerdo en aceptar esos derechos.

Sin embargo, aunque sea universalemente aceptada, no hay un acuerdo en el porqué.

Blanca Castilla, en Miscelánea poliana nº 49, de enero 2015,  resalta la importancia de encontrar el fundamento de esa aceptación.

¿De dónde viene la dignidad de la persona humana que la hace acreedora de tales derechos?

No basta decir que se debe a su naturaleza, más libre que los pájaros. Pues por mucha libertad que tengamos, si nadie nos quiere, es lógico que nos aborten.

Es cierto que la ley natural, (fórmula asequible durante siglos para expresar lo que es la sindéresis), puede seguir sirviéndonos para entender lo evidente: que no es lo mismo un cerdo que un futbolista (por muy cerdo que sea).

Pero ¿por qué es evidente?

Porque aunque seamos un mal futbolista merecemos un "respeto".

Es el respeto debido a los hijos de Dios.

La propuesta poliana de una antropología trascendental es un cuadro pertinente para comprender la razón de ser de ese respeto.
No somos solamente criaturas, sino hijos. Nuestra naturaleza y nuestro ser es como la de nuestro Origen.

Los animales, su esencia, es un sencillo despliegue de las condiciones iniciales del universo físico.

Las personas, sin embargo, nos salimos del universo, pues estamos abiertas por dentro "hacia" el Creador, somos hijos, pues Dios nos ha hecho como Él es: abiertos por dentro, comunicando, familia.

El Universo físico,  solo, (cosa imposible) sería una tragedia. Como un blog cuando su editor desaparece.

Pero el hombre solo, eso no es tragedia, sino absurdidad.

La filosofía de Polo investiga el por qué es absurdo.

Don Leonardo nos lo dice: la persona es "relación" subsistente en el orden del Origen.
Relación subsistente en el orden del Origen es dependencia del Origen en el modo de relación insistente, intensiva hacia el Origen. Del mismo modo que el Origen es, por dentro, Relaciones subsistentes, nosotros somos hijos.

El Universo físico es "persistencia" subsistente en el orden del Origen. Depende del Origen en el modo sencillo de la persistencia.

El hombre no solamente persiste, sino que insiste, es "hijo", como su Padre, hijo de Dios.

El acceso a las relaciones transcendentales que se alcanzan con el método poliano del abandono del límite, permite fundamentar la dignidad de la persona: podemos hablar con Dios porque somos sus hijos.

Somos, y ése es el gran descubrimiento filosófico, relaciones subsistentes (como las Personas divinas), pero creadas, en el orden del Origen.


Un respeto, por favor.
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¿Cómo fundamentar la Declaración Universal de los Derechos Humanos de manera que sea aceptada por los ateos?

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Ateniéndose al diálogo filosófico.

Para los que sienten repelús del nombre de Dios, basta hablar del Origen.

Somos todos hermanos, aunque provengamos de distintas tribus pues tenemos un Origen común.

La antropología poliana propone distinguir el origen del universo físico (y de los animales), que es el primer principio de Identidad, (las cosas son como son), del Origen de las personas, que es libre por los dos lados.

Si mostramos el alcance de la libertad que somos, llegaremos a un acuerdo sobre el respeto que nos debemos.

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¿Radica nuestra dignidad en nuestro ser único e irrepetible?

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Aunque nuestra respuesta dependa estrictamente de nuestra libertad personal, la raíz última de nuestra dignidad es el amor personal que el Origen nos otorga.

Cierto que somos irreductibles. Pero no somos individuos pues sin réplica no seríamos libres.

Nuestra dignidad no radica en la irrepetibilidad, sino en nuestra filiación.
Somos irrepetibles en la irrepetibilidad del Hijo.

Merecemos el respeto de los hijos de Dios.




Siempre es bueno hablar de paternidad, pero especialmente hoy.

¿Qué es el "nombre" de una persona?

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El "nombre" es aquello por lo cual cada persona se distingue de todas las demás.
Persona es cada quién.

La naturaleza humana es común: formamos una especie, en la que vivimos entrelazados.

Sin embargo, la persona es irreductible a lo común.

Lo cual no significa que sea aislada.
"Quién" es co-ser irreductible. De ahí que la radicalidad de nuestro nombre se asiente en la filiación.

Cada persona está abierta por dentro.
Si existiera sola, sería un absurdo, un co-existir con la nada.

La persona se abre a su destino, a su irreductible inclusión activa en el ámbito de la máxima amplitud, Dios.
Y se abre esperando que el don libre de su vida sea acogido.

El acogimiento está marcado en una piedrecita blanca. Es mi "nombre". Y el tuyo.








De esto hablan  Alfredo Rodríguez Sedano y Juan Carlos Aguilera en su artículo " La intersubjetividad a la luz de la apertura íntima personal", aparecido en Studia Poliana, 13, (2011), p. 36.2-37.2.

Ver también etiqueta 4.3.0 Individualidad

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