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¿Qué es la fe intelectual?

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La fe intelectual, racional o personal, también llamada filosófica o natural, es un don infuso propio a la persona humana.
 
Es potencia obediencial que se activa crecientemente, cada vez con más intensidad, naturalmente, en la medida en que el intelecto se abre a su destino.
 
Se distingue de la fe sobrenatural como entre lo propio y lo recibido por anticipación del Cielo.
 
La fe intelectual es la culminación de la intelección humana.
No es un don "añadido", sino propio, última fase del desarrollo de la intelección.
 
Esta fe natural, racional, intelectual y personal, es el conocimiento verdadero de Dios, fuente de Amor que desea darse a conocer.
 
El tema de la fe será siempre "misterio".
 
En suma, la fe personal es el saber lúcido de la índole irrestricta de nuestra intelección.
 
 
 
Ideas sacadas del libro de Polo "Epistemología, creación y divinidad". Capítulo 2, 2. Itinerario de la razón hacia la fe
 
Para saber más ir a las etiquetas:
5.13.3 fe
5.13.3 misterio
12.8.1 fe sobrenatural


¿Qué es la potencia obediencial en el ascensor acristalado?

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La potencia obediencial de nuestro ser es el estar abiertos a aceptar más donación (potencia obediencial activa), que no es otra cosa que el estar vivo en el ascensor.
Es el Don de Dios que tiene en cuenta la respuesta humana y esa respuesta, libre, se manifiesta como "disposición", esencialización. Es el Don-don.
 
No “estar dispuesto”, sino “disponer”.
Si el yo no otorga, no habrá entrega. Habrá Don de Dios, pero no habrá Don donado por la persona, sino frustrado.
 
La pura actividad libre y donal que atribuimos al crecimiento "personal" puede ser así asimilada a la respuesta a la vocación, la respuesta al destino, dicho de otro modo, el destinarse.
 
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana.


¿Cómo destinarse a nuestro destino?

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¿Cómo destinarse a nuestro destino? No rechazándolo. Y otorgando nuestro don.
 
Obedeciendo. Acogiéndolo. Y dándolo.
 
No ciegamente. Obediencia inteligente, activa.
 
Ese no rechazo y esa obediencia se manifiesta como respuesta del yo (ápice de la esencia humana). Es el "yo" el signo eficaz de la constitución del don, (Don-don), desde su adentro, disponiendo al querer, (supuesta, claro está, la Aceptación divina que conoceremos en nuestro Juicio particular).
Gracias al otorgamiento manifestado en el adorar-yo, se completa  el don que faltaba a la tríada amorosa, del que carecía el Amar personal que somos.
 
No olvidemos que, tal como Adam Solomiewicz propuso, el amar personal humano tiene dos estructuras donales.
La estructura primaria es el Dar divino y aceptar humano.
La estructura donal segunda es el dar humano y Aceptar divino.
Estas dos estructuras se convierten gracias a sus dones.
El Don divino (destino al fin y al cabo), no se constituye sin el don esencial humano.
 
Nos destinamos, (don), a nuestro destino (Don).
 
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana. Se trata de una Página del Blog a la que se accede desde este enlace : https://preguntaspolianas.blogspot.com/p/el-mito-del-ascensor-acristalado.html

¿Qué componentes tiene la libertad como donación?

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La "libertad como donación" de la que habló Ángel Luis González, es una libertad a tres: Dios que llama, la persona que responde, y su yo que constituye el don.
La persona humana manifiesta, con su yo, su querer libre.
 
El crecimiento del co-ser (el crecimiento del acto de ser personal) es un obedecer inteligente, porque quiere, al Don de Dios, a su destino.
 
Es crecimiento, a la vez, de libertad, entender y amar.
Siempre mediados por nuestra esencia (nuestro yo libre).
 
Estamos orientados donalmente, (tenemos una vocación, un destino) pero libremente nos debemos dirigir "hacia" el Don que Dios nos da.
 
Hay algo “de” la persona que se añade al Don de Dios, configurando su Destino.
El Destino está en nuestras manos.
Es un Don-don
 
Adam Solomiewizc  en la nota 27 del resumen de su tesis, habla de una estructura donal tercera en la que al Don primero se le añade lo sobrenatural.
A mi entender, ese añadido, es la anticipación de la gloria que vivimos con nuestra visión sobrenatural.
Don divino – Don humano.
El Don-don deviene Don-Don.
 
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Sin embargo, tenemos la posibilidad de negarnos (si no otorgamos), y ese trascendental "no otorgar" se manifiesta como una disposición (la disposición es uno de los cuatro modos de la esencia humana. Esos cuatro modos son: manifestar, disponer, iluminar y aportar).
 
Seremos juzgados por nuestro Destino.
Si no estamos dispuestos a entrar en nuestra morada…, pues no entraremos.
 
 
 
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana. Se trata de una Página del Blog a la que se accede desde este enlace : https://preguntaspolianas.blogspot.com/p/el-mito-del-ascensor-acristalado.html


¿Cómo culmina la fe intelectual?

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El entendimiento humano culmina en co-acto de fe, según el cual se abre sin interrupción, como luz transparente, en búsqueda inagotable.

 

Es un acto transparente.

 

Transparentar no es destacar objetos.

 

Es un dejar que aparezca el futuro del entender.

No se trata de pensar "algo", o de demostrar algo.

Es un autotrascendimiento en transparencia: siempre podré entender más. Futuro inagotable.

 

(No olviden ustedes que el autotrascendimiento poliano consiste en el acto supremo del dar).

 

En suma, la fe personal es el saber lúcido de la índole irrestricta de nuestra intelección.

 

Ideas sacadas del libro de Polo "Epistemología, creación y divinidad". Capítulo 2, 2. Itinerario de la razón hacia la fe

 

Para saber más ir a las etiquetas:

5.13.3 fe

12.8.1 fe sobrenatural


¿Es la fe un "no ver"?

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La fe intelectual es búsqueda personal.
 De ahí que se hable de la fe como un "no ver".

 Cierto que no se ve "algo", pero tampoco es un no ver nada, sino vislumbrar un futuro no desfuturizable.

 La fe intelectual es actividad transparente e inabarcable.

 Y eso es precisamente el destino.

Mi destino es Dios. Fuente inagotable.

 Mi destino es la Verdad: estoy incluido en el ámbito de la máxima amplitud. Soy trascendentalmente libre.

 

En suma, la fe personal es el saber lúcido de la índole irrestricta de nuestra intelección.

 En Dios nos movemos y existimos. Somos inmortales.

 

 

Ideas sacadas del libro de Polo "Epistemología, creación y divinidad". Capítulo 2, 2. Itinerario de la razón hacia la fe

 

Para saber más ir a las etiquetas:

5.13.3 fe

12.8.1 fe sobrenatural


¿Puede crecer la libertad?

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Para hablar del crecimiento de la libertad debemos distinguir entre libertad trascendental y libertad esencial.

En ambos casos puede crecer, pero no del mismo modo.

El crecimiento de la libertad trascendental es un crecimiento intrínseco sin culminación.

El crecimiento de la libertad esencial depende de la posesión de los medios que nos permitan destinarnos (sin culminación).


Los griegos saben que somos más libres en la medida en que dominamos los medios que nos conducirán a la felicidad.

Si soy capaz de levantarme puntualmente soy más libre, y feliz. La virtud nos hace más libres.

El fin es entonces la felicidad.

Polo propone, sin embargo, una noción ulterior a la felicidad. La llama "el destinar". El destinarse a quien aceptará cabalmente nuestro don. Será un gozo mayor que el de la felicidad, un canto al encuentro amoroso. Un crecimiento intrínseco sin culminación. Llama o fuego.

Desde la intimidad de la persona (recordemos que intimidad es el ser personal en tanto que creado para acompañar y dejarse acompañar), desde la intimidad personal, insisto, entendemos que la felicidad griega, la posesión del fin, no basta. No basta la satisfacción. No basta poseer todos los medios.

Si no encontramos nuestra réplica, para cantar con ella, quedamos frustrados.

Vistas así las cosas, nuestra libertad se dilata con la tarea de mi vida: el canto con el que sabré agradarLe.

La ampliación de la libertad es el destinarse al Amor.





Glosa a Leonardo Polo. Tener y Dar. En "Sobre la existencia cristiana" p. 133.2
Etiqueta 5.11.0 la intimidad
etiqueta 1.8.0 la vida
Etiqueta 1.0.2 dar trascendental

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¿En qué consiste la novedad del destinar?

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La antropología clásica considera como lo más alto el fin, la contemplación de Dios.

Pero si el ser persona no es sólo la capacidad de poseer la felicidad, si la persona está abierta por dentro, añadiéndose, dándose, entonces debe haber una noción ulterior al fin.

Polo llama a eso que está más allá del fin del hombre, el “destinar”.

Al hombre no le basta ser feliz. No le basta contemplar él a Dios, porque Dios no es sólo el término de un deseo, sino el destinatario de su otorgamiento (estar abierto por dentro, no es otra cosa que dar libremente, íntimamente).

La tarea de mi vida es destinarme, responder.

La novedad ahora es comunicar.

Mi hermano suele decir que rezar es chatear con Dios.







Glosa a Leonardo Polo. Tener y Dar. En "Sobre la existencia cristiana" p. 133
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¿Qué es la esperanza en el orden del amor?

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La esperanza definitiva.

Ya no se tratará de aguardar, esperando que el tren llegue a su destino.

La esperanza futura es y será la eterna apertura que facilita el rebrotar de mi don.

Será la plenitud de la filiación divina.

Saber que mi Padre siempre acogerá mi don.

Es la esperanza que nace de la confianza: los destinatarios de mi don nunca me fallarán.

La esperanza en el orden del amor es la imposibilidad de frustración.

¡Qué bien se está!








Glosa a Leonardo Polo. Tener y Dar. En "Sobre la existencia cristiana" p. 133



¿El “entender” radical o Inteligir personal, tiene algo que ver con el destino?

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Más que con el destino, con mi destinar.

El Entender, (la persona en tanto que Inteligir) es también compuerta, desveladora de lo que puedo esperar, es decir, de la tarea de mi vida. Al entender podré destinarme.

Gracias al Entender el destino no es ciego, sino un destinar personal a la espera del encuentro definitivo con Dios.

Encontrarse con la verdad de mi vida es lo mejor que me puede pasar.
Uno se enamora.









Para saber más:

Etiqueta 5.5.2 : Intelecto personal

¿Cómo entender que la criatura se distingue más de Dios que de la nada?

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Las criaturas, cualquier criatura, vuelven con facilidad a la nada. Un mosquito, una rana, un dinosaurio, desaparecen de la existencia más rápido que las goticas del rocío. Están muy cerca de la nada.

Sin embargo, nunca se confunden con Dios.

Son lo que Dios quiere, dependen de Dios, distinguiéndose de Dios.

En cambio, lo que nos hace ser eternamente es el destino recibido de Dios. Esa es mi más grande distinción. Mi vocación.

¿Quién seré?








Inspirado en Notas y glosas sobre la creación y los trascendentales. Juan A. García González. Miscelánea poliana nº 11. Glosa 2, p. 87. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García.
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¿Tiene normas la libertad?

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Sí, las normas éticas.
Las normas éticas son leyes del ser libre para ser libre.
El ser humano es un ser libre, es un ser personal, dueño de sí, debe destinarse.

Y para destinarse necesita conocer su destino y el camino que conduce a él. Destino que no se le impone. Libremente, cada persona debe destinarse.

De ahí que la libertad se trueque en búsqueda de su destino.
El hombre libre es capaz de entender su destino y el camino.
Y al ser libre puede seguirlo o no.

Es aquí donde aparece la normatividad ética.
Las leyes éticas son leyes del ser libre para ser libre, para destinarse libremente a su destino. Veámoslo:

En la medida en que se entiende y se ama el destino, somos más libres, más dueños de nosotros mismos. (Normas)

La ética descubre así dos series de nociones que son enteramente originales del hombre libre, a saber, bien-mal, virtud-vicio.

Bien y mal no se puede decir de lo físico a no ser que abusemos de las palabras. La explosión de una supernova no es ni buena ni mala.
Buena mesa y mala mesa o buen clima y mal clima son acepciones secundarias.
Bien y mal son nociones estrictamente éticas que sólo se captan si se es libre. (Bienes)

Por otra parte, el cumplimiento o no de las leyes morales, modifica intrínsecamente la capacidad de realizar las acciones. Aparecen las virtudes y los vicios. (Virtudes)

Ya tenemos las tres dimensiones de la ética: normas, bienes y virtudes.

Haz el bien y crecerás es la primera norma ética, la primera norma de la libertad, del ser libre para ser libre.




De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61.2, 62.3 y 63


Para saber más:
sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
sobre la ley natural, ver etiqueta 6.2.0
sobre ética, ver etiqueta 9.0.0
sobre el bien, ver etiqueta 5.2.2
sobre la virtud, ver etiqueta 6.2.5
sobre la libertad, ver etiqueta 1.1.2

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¿Son las normas éticas el resultado de convenciones, pactos o tradiciones culturales?

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El pactismo es una doctrina bastante abundante en la edad moderna; recuérdese, por ejemplo, el contrato social de Rousseau.
Pero si las normas éticas fueran puras convenciones, o lo que es peor, si fueran naturales en el sentido biológico (como la leona cuida a sus cachorros), entonces no se pueden tomar en serio, porque no concernirían mi libertad trascendental.

O las cumpliríamos necesariamente (como hacen los leones) o consistirían en un ajuste, todo lo democrático que se quiera, a un destino impuesto.

Sin embargo, el destino no se impone, al ser libre.
El ser libre se destina a su destino y las leyes éticas son las leyes del ser libre para ser libre, para destinarse : "haz el bien para crecer".

El hombre libre debe encontrar el bien y capacitarse al amor, queriéndolo, libremente.

Si estas leyes no existieran, si no tuviéramos el deber de buscar el bien y de crecer en el amor, seríamos animales.

El que considera la ética como un código pactado de conducta para que los lobos no se coman a los lobos, o para que juntos vivamos mejor, limita su horizonte a la biología. Se reduce a vegetar, a rumiar y, a lo más, a procrear.

Esto es gravísimo para el ser que va más allá de su especie; para el ser que está abierto, por dentro.






De esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 61.2


Para saber más:

sobre normas, bienes y virtudes, ver etiqueta 9.1.4
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