La persona humana, independientemente de su querer, crece, trascendentalmente, hacia su destino, al ir siendo elevada, por Dios, hacia la felicidad (ordo amoris) y Dios lo hace según cinco elevaciones que podemos llamar “trascendentales”, a saber:
Inicialmente, Dios crea cada persona con tres elevaciones que son simultáneas y necesarias, no cesan: la creación, la llamada inicial y la insistencia.
Todas las dimensiones de la persona humana son duales, constan de dos miembros.
En lo más alto, Dios.
Somos un ascensor.
El profesor Juan García llama elevación “creacional” a la relación subsistente, en orden al Origen, que somos cada uno de nosotros.
Pienso que esta elevación “creacional” contiene tres dimensiones: La Creación, la Llamada inicial y la Insistencia en la llamada.
La Creación de la persona humana es la creación de su dualidad radical, su nacer destinándo.se.
Podemos llamarla creación inicial.
Según la propuesta de Adam Solomiewicz, el miembro nativo de la dualidad radical humana es el nacer trascendental y el miembro destinativo de dicha dualidad es el destinarse trascendental.
Un acto de ser personal, radicalmente dual.
Si llamamos creación primera a la creación del universo físico, la creación segunda será la creación de cada persona humana, en tanto que llamada.
Es la llamada del Destino.
La llamada inicial es el modo peculiar como Dios crea cada persona humana. Dios la crea, "llamándola".
La persona habita el universo físico convirtiéndolo en su “mundo”.
El panorama se amplía así, en el ascensor acristalado gracias a esas cuatro aperturas trascendentes, que son infusas y naturales.
Es la elevación propiamente dicha.
Dios mantiene insistentemente la llamada (es un diálogo creador), para que el hombre aporte su don.
Insistencia que permite comprender la condición temporal de la vida.
Insistencia en la llamada.
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Debemos explicar ahora otras dos elevaciones que no tenemos de entrada: la santificación y la glorificación.