Mostrando entradas con la etiqueta 17.03.03 J.A. G. Gz. Libertad y hábitos. Mostrar todas las entradas
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¿Cuál es el objetivo de Juan A. García González al escribir el compendio “El hombre como persona”?

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Copio lo que él mismo dice:

Si en alguna ocasión, cuando su antropología trascendental todavía estaba inédita, Polo dijo de ella que contenía dinamita, parafraseando una conocida expresión nietzscheana, el objetivo por nuestra parte al divulgarla en este libro y desarrollarla un poco, aunque sea de manera abreviada y personal, es prender la mecha: para que haga explosión ya, y eclosionen las enormes potencialidades de la libertad personal del ser humano, que desbordan incluso las de su extensión a la propia naturaleza.

La libertad es la característica nuclear de la persona humana, y su bien más notable: nada del ser humano es preferible a ella.
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¿Cuál es el objetivo de Juan A. García González al escribir el compendio “el hombre como persona”?

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Copio lo que él mismo dice:

Si en alguna ocasión, cuando su antropología trascendental todavía estaba inédita, Polo dijo de ella que contenía dinamita, parafraseando una conocida expresión nietzscheana, el objetivo por nuestra parte al divulgarla en este libro y desarrollarla un poco, aunque sea de manera abreviada y personal, es prender la mecha: para que haga explosión ya, y eclosionen las enormes potencialidades de la libertad personal del ser humano, que desbordan incluso las de su extensión a la propia naturaleza.

La libertad es la característica nuclear de la persona humana, y su bien más notable: nada del ser humano es preferible a ella.


¿Somos libres gracias a los hábitos?

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Sí.
A todos los niveles, los hábitos (ver etiqueta 17.3.1) nos dotan de libertad.

Soy más libre gracias a internet (hábito categorial o hábito del cuerpo, de mis dedos que teclean).

Soy más libre gracias a mi serenidad (hábito del alma).

Soy radicalmente libre gracias a mis hábitos superiores que me permiten abrirme (relacionarme) íntimamente, trascendentalmente, con Dios y las criaturas, y ofrecerles, si quiero, mis dones.

Mis dedos, gracial al hábito categorial, me permiten navegar.

Mi voluntad se volvería loca, ansiosa, sin la serenidad.
(Las potencias espirituales no se dan sin los hábitos pues, por ejemplo, ¿de qué me serviría conocer, si no sé que conozco?, sería un conocimiento meramente sensible, como el de los animales, esclavos de sus instintos).

Y a nivel superior, gracias a mi intimidad, abierta gracias a los hábitos, soy punto de partida que acepta y da, si quiere, los dones que recibo.

Mi ser más profundo no es interioridad psicológica, moldeada por mis genes, mis padres o por el Estado.

Mis hábitos superiores me dejan libre, me incluyen en el ámbito de la máxima amplitud para ser además, en la medida en que quiero.

Soy libre gracias a mis hábitos
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Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 337.2

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¿A quién le corresponde elevar la naturaleza?

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La persona es libertad.

La persona humana, nace y vive en una naturaleza que, de entrada, no es libre: somos lo que hemos recibido.

La persona, gracias a los hábitos que nacen de ella, eleva la naturaleza convirtiéndola en esencia de su ser personal (es decir, en manifestación, disposición, iluminación y aportación, que son cuatro maneras de denominar a la esencia según los cuatro radicales).

Concretamente, es la sindéresis la que va haciendo suya, libremente, la naturaleza recibida, elevándola.

Por ejemplo, el cuerpo, el vestido, mi pluma y mi sangre son entonces cauce de mi libertad. Si quiero.


Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, nota 26, p. 338

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¿Cuál es la dualidad radical del hombre?

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La distinción real entre ser y esencia es la dualidad clásica, que explica el carácter creado del hombre.
En efecto, no soy un ser arrojado a la existencia o una esencia que se pasea entre bosques y estrellas.

Soy lo que soy (esencia) porque mi ser no cesa. Y ese no cesar no viene de mí (de mi esencia) sino de Dios, que sigue dándome el ser.

Pues bien, para Polo existe una distinción aún más radical.
Es un añadido de la doctrina poliana a la filosofía creacionista.

El hombre se distingue de Dios, claro está, por ser compuesto de ser y esencia (Dios es identidad y el hombre no, sino que es compuesto), pero en el caso de la persona humana existe una dualidad más radical: la distinción entre el ser personal y sus hábitos superiores (personales o existenciales).

En Dios las tres Personas son relaciones subsistentes de su Ser en Identidad.
En el hombre las relaciones trascendentales (gracias a los hábitos superiores) "nacen" de su ser personal. Es un ser inidéntico. Su acto de ser (co-ser o ser-con hábitos) es creado.

Los hábitos superiores muestran el inagotable ser además de la persona humana, el desbordarse de su actividad existencial ; co-ser siempre más.


Abrirse eterno a Dios, a los demás y al mundo.

Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 338
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¿Quién da entrada, en la naturaleza, a la libertad?

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Los hábitos.

En nuestro cuerpo la libertad (ver etiqueta 1.1.2) aparece cuando lo elevamos a ser instrumento de nuestro disponer.

Ejemplo: cuando el mendigo abre la mano para pedir limosna.
Es la libertad pragmática.
La mano es ahora hábito categorial.

En nuestra alma la libertad aparece cuando se van actualizando la inteligencia y la voluntad.

Ejemplo: me arrodillo porque quiero o te busco para conocerte mejor.
Es la libertad moral.
Mi voluntad ejerce ahora la virtud (hábito) de la humildad.

En la intimidad de la persona (en mi ser personal) la libertad no aparece, porque la persona es libertad trascendental.


Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 338.4

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¿Quién permite la libertad pragmática del hombre?

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El hábito categorial.

Si el cuerpo del hombre estuviera acabado, con pieles o caparazones y zarpas o garras, entonces sería pura naturaleza.

En cambio, el hábito categorial (el anillo, el sombrero, mis dedos que teclean), los útiles e instrumentos, permiten que navegue, salude y me comprometa con mi alianza.

Es el hábito categorial el que permite la libertad pragmática (ver etiqueta 1.1.2) del hombre.


Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 339

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¿Cuándo la inteligencia y la voluntad consiguen la libertad?

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El hombre es moralmente libre gracias a los hábitos adquiridos (hábitos de la inteligencia y virtudes de la voluntad).

Las potencias espirituales (inteligencia y voluntad) no obran exclusivamente en dependencia de su motor.

Si la inteligencia adquiere hábitos y sabe ya ejercerse, no precisa la presencia de lo inteligible para actuar. Obra cuando le parece a la persona que la domina gracias a los hábitos.

Y si la voluntad ha adquirido algunos amores o aficiones no necesita de la presencia del bien que la atraiga. La persona obra cuando quiere.

Las potencias espirituales pueden prescindir de sus estímulos pues en cierto modo los guardan gracias a los hábitos.

El hábito se puede comprender como cierta "memoria" que retiene lo que mueve a las potencias. Así, la persona dispone con ellas libremente.

Las personas obran por sí mismas, no sólo movidas por su naturaleza. Disponen mediante la naturaleza enriquecida con los hábitos.

Aunque no suene el timbre soy puntual. Si quiero.


Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 339.2

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¿Es la libertad trascendental un hábito?

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No
La libertad trascendental es uno de los cuatro radicales personales (co-ser, libertad, entender y amar).


Es un trascendental (una perfección pura del ser), pero del ser "personal".

Es un trascendental antropológico (no metafísico).

Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 340

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¿Tienen algo que ver los hábitos superiores con la libertad trascendental?

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Del mismo modo que los hábitos inferiores permiten la libertad pragmática (hablo de los hábitos categoriales) y del mismo modo que los hábitos adquiridos por las potencias espirituales permiten la libertad moral, del mismo modo, digo, los hábitos superiores permiten el ejercicio de la libertad trascendental (que es una perfección pura del ser personal, es decir, un trascendental antropológico, no metafísico).

La libertad trascendental, nuestro co-ser inagotable, al desdoblarse gracias a los hábitos superiores, coexiste con el mundo, con Dios y con los demás ; y dispondrá libremente dónde y cómo vivir.

Contigo pan y cebolla.


Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 340

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