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¿Qué es la intensidad?

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La intensidad es propia de la esencia.
 
Si queremos aplicar la noción de intensidad al acto de ser, tendríamos que decir que la intensidad del acto de ser es su “inagotabilidad”. Su transparencia.
 
La intensidad, repito, es propia de la esencia.
 
Forzándolo un poco podríamos decir que el acto de ser admite ser denominado “intensivo” según su mayor o menor manifestación o despliegue. Y eso es precisamente su esencia.
 
El acto de ser más que intensivo es creciente.
“Además” significa “ademaseidad”, ser creciente.
Intensivo aplicado al acto de ser no quiere decir “grado” de intensidad, sino ser creciente. Transparente.


¿Es el acto de ser humano intensivo?

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No. La intensidad es propia de la esencia y no del acto de ser.

El acto no es intensivo.

Los actos se dicen superiores o inferiores.

Es la potencia la que es intensiva, pues depende del acto.

El acto de ser humano no es,pues, intensivo.
Y no es intensivo también porque su intensidad es máxima, sin fin, inagotable.

Lo que es intensivo es el crecimiento de la esencia humana.
El hombre puede crecer irrestrictamente y se manifiesta, más o menos, libremente.

La infinitud de la intensidad se debe a lo más íntimo de nuestra intimidad: nuestra apertura en Dios.

El "además" está abierto por dentro.

Y más allá de su más allá, habita Dios, la máxima amplitud, sede de la persona en tanto que libertad.
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¿Por qué la filosofía clásica emplea la analogía para explicar la distinción entre los seres?



Porque la filosofía clásica se ha opuesto siempre a pensar que el ser sea un género global, máximo.

Propone en cambio una noción analógica de los seres; pues hay cierta graduación entre ellos: o una diversa intensidad en las formas de ser, en virtud de la cual se diferencian los distintos seres.

Con todo, aún mejor que la analogía, que no deja de ser cierta reducción a unidad, es la distinción.


Ideas sacadas del “compendio” de Antropología “el hombre como persona” de Juan A. García González.



¿Es el co-ser intensivo?

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No.
El co-ser, como los otros trascendentales personales, no es más o menos intenso. Es siempre más, además, busca compañía.
 
El crecimiento de los trascendentales personales es un crecimiento intrínseco, sin culminación.
 
La intensidad pertenece a la esencia, a la apertura hacia afuera del co-ser.
 
Aunque no debemos olvidar, que esencia y existencia son inseparables. Distintas pero inseparables. De ahí que el adjetivo “intensivo”, aunque pertenece a la esencia, es manifestación de la existencia.


¿Por qué abordamos la transparencia y la intensidad en la misma etiqueta?

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Abordamos la transparencia y la intensidad en una misma etiqueta porque la transparencia es acto puro, y el acto puro es inagotable.

Inagotabilidad significa máxima intensidad.

Dios es máximamente intenso.
La persona humana, al estar incluida en el ámbito de la máxima amplitud (la inagotabilidad intensa) es a su vez apertura inagotable.


Y lo será en la medida en que nada empañe su transparencia.
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¿Hasta qué punto somos libres?

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Somos libres en la medida de la intensidad (esencial) de nuestro ser.
Preguntar hasta qué punto somos libres es preguntar hasta qué punto gozamos de la libertad que somos.

Trascendentalmente somos libertad: futuro despejado y cálido. Nuestro acto de ser personal es máximamente intenso, inagotable, en tanto que relación subsistente en el orden del Origen, es decir, en tanto que dependencia libre de Dios.

Podemos hablar, sin embargo, de un crecimiento intrínseco sin culminación. Medido "esencialmente".

El hombre, en efecto, es dual: el acto de ser humano, co-ser, es libertad, pero al mismo tiempo, en el orden manifestativo esencial, la criatura donal dispone libremente, y ese disponer (su esencia) es más o menos intenso.

Somos más libres en la medida en que nuestra esencia es más intensa.

Por lo tanto, aunque nuestro ser sea radicalmente libre, el gozo de vivir incluidos en la máxima amplitud, sin temor al futuro, es más o menos intenso según la perfección alcanzada u otorgada, según nuestra esencia libre.






De esto habla Polo en el último capítulo de Quién es el hombre p. 218.4.


Para saber más sobre la libertad trascendental ver la etiqueta 5.5.4 y sobre la libertad esencial ver la etiqueta 6.1.5
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¿Qué es lo más característico del intelecto?

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El intelecto ut co-actus es uno de los cuatro trascendentales personales descubiertos por Polo.
Y se caracteriza por su "transparencia".

Transparencia significa luz atravesada de luz.

La luz del intelecto no es como la luz física, que es sólo un vehículo para impresionar nuestra retina.
La luz del intelecto es luz con contenidos, es un poseer lo conocido.
Pero atención, lo conocido es distinto del conocer. Si no fuera distinto, no se conocería nada.

La retina posee la impresión sensible, pero no la conoce.
Conocer es poseer, guardando su interna diafanidad desde la cual puede serlo todo.

Transparencia es eso, luz, intrínsecamente atravesada de luz que va iluminando la realidad.
Lo inteligido es luz, y según la libertad (según la posibilidad irrestricta de conocer), el intelecto la acoge en su interior.

El intelecto es trascendental, (el ser personal es así), y el intelecto es también transparencia.
Y el desvelamiento de ese co-ser que somos (y seremos) es precisamente la verdad trascendental o la verdad como trascendental personal.

Clásicamente se dice que la verdad aparece en el juicio. La expresión es correcta pues si decimos que este perro es negro, siéndolo, poseemos la verdad.
Pero la poseemos porque en nuestro interior aletea la verdad trascendental. Es el intelecto personal que somos el que sabe que lo que va apareciendo está iluminado por la luz que atraviesa nuestra transparencia.




De esto habla Polo en Antropología trascendental I, p. 119.3
Para saber más sobre:
la luz, ver etiqueta 2.0.3
la verdad, ver etiqueta 5.2.1
el intelecto personal, ver etiqueta 5.5.2


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¿A qué llamamos transparencia?

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 Llamamos transparencia a la solidaridad entre las dimensiones metódica y temática del intelecto personal.

(quizá necesiten ustedes echar un vistazo a la etiqueta 2.11.0 método-tema).

El "tema" de la sabiduría es conocerse. Conocer que nuestro ser es inagotable.

Pues bien, sólo desde la insaturabilidad de su buscarse, (método), transparece el siempre más del "además" que somos.

Cuando soy fuente (y ésa es la sabiduría como método) sé que soy fuente ("además" como tema).






Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 350.4

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Noción de intensidad.

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Sostenemos que la "intensidad" es propia de la potencia. Es la esencia, y no el acto de ser, la que es intensiva.

Los actos no son más o menos intensos.
Los actos son superiores o inferiores, jerárquicos.
Distintos.

La jerarquía del acto, según el ser, es a varios niveles:

-Identidad (Dios).
-acto de ser personal.
-acto de ser del universo físico.

Pero, en cada nivel, (salvo en Dios, que no es compuesto), el acto es más o menos intenso, según su esencia, compuesta de una pluralidad de actos.

Por ejemplo, para el acto de ser personal humano, su esencia es el disponer, manifestar, iluminar, aportar, (que son distintos modos de designar la esencia humana) que son actos por los que se expresa la persona humana.

Y ese iluminar es jerárquico, según lo que ilumine. Cada acto de conocer es distinto y conoce más o menos intensamente la realidad.

Como es más o menos intenso el disponer, manifestar y aportar.

Afirmamos, pues,  que el acto de ser no es intensivo porque su intensidad  es siempre máxima, sin fin, inagotable. La infinitud de la intensidad se debe a lo más íntimo de nuestra intimidad.
El "además" está siempre abierto por dentro, y más allá de su más allá, habita Dios, la máxima amplitud.

Más que una intensidad del acto de ser personal, o que una persona es más o menos "intensa", es preferible hablar diciendo que la persona aumenta sus relaciones, se abre más, acogiendo y dando.

La intensidad del acto de ser es entonces su inagotabilidad, gracias a sus aperturas.
Y se abre con sus hábitos. Los hábitos son actos. Pero se les puede decir más o menos "intensos" según la potencia que actualizan.

Los hábitos superiores más que intensificar, multiplican la actividad del ser, creando nuevas relaciones. Son aperturas.

El ser personal es coexistente y multiplica sus relaciones.
No se trata, claro está, de relaciones accidentales sino duales. La persona se desdobla con sus hábitos, hacia fuera y hacia dentro. Es un ser-con hábitos.

No se trata de que el ser-con hábitos sea el mit-sein de Heidegger, que apunta a la sociabilidad. Sino el co-ser-con que rebrota, que sobra.
No solo alteridad, sino dualidad interna, radical. Hacia fuera y hacia dentro.

La persona no puede existir sin multiplicarse. Y esta multiplicación es posible por la dualidad (hábitos) y la alteridad. Es una multiplicación "hacia" la unidad. No es dispersión, sino crecimiento como el fuego.

Es el juego del tener (hábitos) y del dar (alteridad).

Decir que cada acto de ser sería más o menos distinto porque participa más o menos del Ser, no separa suficientemente la criatura de Dios.

Otra cosa es la intensidad como se manifiesta la llama en el fuego. Lo que es intensivo es el crecimiento de la esencia humana.
El hombre puede crecer irrestrictamente y se manifiesta, más o menos, libremente.
Ese crecimiento es esencial.

Sin embargo, si ustedes quieren hablar de crecimiento del acto de ser humano tal como lo hemos descrito (aperturas), pueden utilizar el término "crecimiento intrínseco sin culminación".

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¿Cómo aclarar la noción de "intensidad"?

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La persona humana está abierta por dentro, es intimidad. Y Dios es más íntimo aún. Él es suprema intimidad.

La interioridad del Origen no acaba nunca. Inagotabilidad, origen de nuestra inagotabilidad.

La persona humana, libertad trascendental, es inclusión atópica, abriéndose "por dentro", en el ámbito de la máxima amplitud, Dios.

Somos íntimos a Dios porque Dios es íntimo a nosotros.

Nuestra intimidad es una interioridad infinitamente "intensa", inagotable. Así se aclara la noción de intensidad referida a la persona y no a su esencia.

También la podríamos llamar "crecimiento intrínseco sin culminación".

La intensidad del Origen es inabarcable, es decir, máximamente amplia.

El tema del Intelecto personal humano (intellectus ut co-actus) es precisamente esa máxima amplitud.
En atención a ello Polo sostiene que el carácter de "además" que caracteriza a la persona, se incluye atópicamente en el ámbito de la máxima amplitud (que es una de sus definiciones de la libertad trascendental).

¿Quién soy? La respuesta no acaba nunca, pues soy "además". Mi identidad se corresponde con la infinitud de mi Origen.

El carácter de "además" se distingue de la Identidad (Dios) y es creado. El hombre no añade nada a Dios (Dios y la criatura no son un todo).

Sin embargo, la interioridad de la Identidad, es decir, Dios dentro de mí, no anula mi identidad. Dios me crea dentro de sí y habita dentro de mí creándome como "además", si quiero "añadirme", si no, me malogro. Como soy libre, puedo tarir la fuente y cosificarme.

Pero también puedo, libremente, dar gloria a Dios, pues mi ser es, por dentro, infinitamente "intenso".

Esa "manifestación" de la gloria de Dios, crecimiento de la persona humana es crecimiento "esencial".





De esto se habla en Antropología trascendental. I. La persona humana. p.194, nota 58
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¿Tiene razón Fabro cuando habla del acto de ser como acto intensivo?

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El intento de Fabro es correcto desde la metafísica.

Fabro quiere pensar la unidad del acto de ser con el Ser.
Cada ser, diría, está limitado por su esencia. Es más o menos intenso según el despliegue de sus potencialidades.
La intensidad es como cierta concentración o adensamiento: "hay" más ser.

Pero un acto que se concentra en sí mismo ahí se queda.

El ser del hombre no se queda.

La metafísica de Fabro es correcta si "pensamos" el ser. Si lo detenemos, deteniendo la libertad como accidente.

Pero ser hijo de Dios, no es un accidente.

Desde la antropología poliana se comprende mejor que el acto de ser personal está abierto por dentro, es "además", coexistencia inagotable.

Su intensidad no se detiene, es transparencia sin límite. Lo intensivo (es decir, lo más o menos intenso) no es el ser, sino la esencia humana, es decir, su manifestación.

El ser personal es máximamente intenso, pues no se acaba. Es inagotable.







Polo habla de esto en Presente y futuro del hombre. p. 203.3

Para saber más:
Sobre el acto de ser personal : …...Etiqueta 5.0.0
Sobre el además :……………………….. Etiqueta 5.5.0
Sobre el Co-existir personal :…….. Etiqueta 5.5.1

Sobre el carácter de además: ……..Etiqueta 5.4.0
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Es el acto de ser humano intensivo?

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El acto de ser humano no es intensivo.
Y no es intensivo porque su intensidad es máxima, sin fin, inagotable.

Lo que es intensivo es el crecimiento de la esencia humana.
El hombre puede crecer irrestrictamente y se manifiesta, más o menos, libremente.

La infinitud de la intensidad se debe a lo más íntimo de nuestra intimidad : nuestra apertura en Dios.


El "además" está abierto por dentro, y más allá de su más allá, habita Dios, la máxima amplitud, sede de la persona en tanto que libertad.
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¿Apoya Inciarte la noción de acto de ser intensivo?

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Alejandro Llano en el tomo segundo de su biografía "Segunda navegación" p. 337, deja constancia de cómo Fernando Inciarte prestó atención a la noción neoescolástica de "participación".

Observó que los entes, más que participar del Ser, participan cada uno de "su" propio ser.

Se confirma así, a mi parecer, la convicción de que los actos de ser son "distintos". 

El acto de ser personal, la persona, es la máxima intensidad, en cuanto que inagotable.
La que es intensiva es la esencia.
Los actos de ser son "distintos", jerárquicos.

Pienso que habría que revisar la noción neoescolástica de participación "trascendental" que no "separa" suficientemente la criatura de Dios.





Para saber más sobre la "separación" ver Etiqueta 1.5.3.

También se puede consultar la Etiqueta 1.5.0 que trata de la "distinción".