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¿Qué es el olvido de sí?

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Pienso que "el olvido de sí" puede referirse a dos disposiciones de la persona humana altamente fructuosas.

A) olvido de quién seré:
nos olvidamos de nosotros mismos cuando omitimos la búsqueda de nuestra réplica, (nuestra Réplica de Dios), de nuestra identidad o Amor, para ponernos a trabajar.
La persona, al ejercer su hábito de los primeros principios, al abrirse hacia afuera, cesa generosamente de ser protagonista para contemplar la creación.
Y no solo la deja ser, sino que, ejerciendo la sindéresis, comprometiendo su yo e introduciendo el límite mental, trabaja como un mulo.

B) olvido de mi yo:
sí, estoy hablando ahora del descanso deportivo o del reposo dominical. Me olvido de mi trabajo, de mis intereses y afanes, para descifrar y contemplar el sentido de mi vida: quién seré.
Los cristianos llamamos a este olvido, oración.

Trabajo y oración.
Dos modos de olvidarnos de nosotros mismos.

Y la adoración es el ocultarse del yo.

Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 345.3
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¿Cuál es el sentido trascendental del yo?

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Adorar-yo.

La persona equivale al yo en tanto que someterse a Dios estriba en adorarlo.

De este modo, con el pronombre "yo" no se expresa la individualidad de un sujeto subsistente independiente de Dios sino que se atestigua el entero sometimiento de la persona creada a Dios.

La explicación la encontraremos en lo que Polo llama “continuación en búsqueda”.

El yo como adoración viene a ser una renuncia a hacerse notar, es decir, el reconocimiento de que la persona humana es más distinta de Dios que de la nada (depende más de Dios que de la nada). Ese reconocimiento es un adorar en silencio aunque tenga un cierto valor locutivo: adoro-yo.

Con esa renuncia a hacer ruido, no olvidemos que persona tiene que ver con personare (resonar) y que por lo tanto la persona humana es una llamada a la atención de Dios, con esa renuncia, digo, el yo que la sindéresis manifiesta, desaparece sumándose a la búsqueda de Réplica.

Desde luego no se trata de un sometimiento pasivo; sin embargo, como la adoración marca el simple “respecto” a la Transcendencia, en cierto modo el yo desaparece en la adoración o se incluye en la adoración, lo que es mejor.

El sentido trascendental del yo es el más afín al libre descubrimiento de la carencia de réplica.

El olvido del yo u olvido de sí no es vacío interior sino impulso hacia el encuentro futuro con Dios.

De esto habla Polo en Antropología trascendental I, p. 211.4, y nota 15.
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¿Qué es dormirse en María?



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El olvido completo de sí. Eso es dormirse.

 

María conoce la significación de su cuerpo que le permite gozar de Dios ya en esta vida. No en vano es Madre de Dios gracias a su cuerpo.

 

María conoce la significación de la Muerte: dejar de gozar con su cuerpo, para obedecer a Dios.

 

María muere voluntariamente, por compasión con su Hijo.

 

Ya no está despierta con los sentidos de este mundo, sino dormida al egoísmo del placer solitario.

 

Su cuerpo ya no es de esta tierra. No queda nada de su cuerpo en este mundo. Assumpta. Subió a los Cielos.

 

La corrupción de nuestros cuerpos en el sepulcro tiene un profundo sentido para nuestro espíritu. El cuerpo en el sepulcro provoca la purificación del alma, que renuncia a todo apegamiento mundano, a todo pecado, hasta descansar en la Paz que es el Espíritu Santo.

 

Los cadáveres no son todavía cuerpos gloriosos y de hecho se deshacen. Pero aunque no se deshicieran, aunque por maravilla quedaran incorruptos, todavía no serían gloriosos. El cuerpo glorioso no es de este mundo.

 

María no ha necesitado esa purificación. Ella está ya, cuerpo y alma, en el Cielo. Y los Ángeles se alegran.

 

  

Ideas sacadas del libro de Polo "Epistemología, creación y divinidad". Capítulo 7, 7, p. 263.2 La Madre de Cristo
 
Para saber más ir a las etiquetas:
2.11.0 Olvido de sí;
10.0.0 muerte;
12.5.0 Redención;
10.0.1 resurrección;
12.10.0 María;
6.2.11 adorar-yo

¿Cómo destinarse a nuestro destino?

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¿Cómo destinarse a nuestro destino? No rechazándolo. Y otorgando nuestro don.
 
Obedeciendo. Acogiéndolo. Y dándolo.
 
No ciegamente. Obediencia inteligente, activa.
 
Ese no rechazo y esa obediencia se manifiesta como respuesta del yo (ápice de la esencia humana). Es el "yo" el signo eficaz de la constitución del don, (Don-don), desde su adentro, disponiendo al querer, (supuesta, claro está, la Aceptación divina que conoceremos en nuestro Juicio particular).
Gracias al otorgamiento manifestado en el adorar-yo, se completa  el don que faltaba a la tríada amorosa, del que carecía el Amar personal que somos.
 
No olvidemos que, tal como Adam Solomiewicz propuso, el amar personal humano tiene dos estructuras donales.
La estructura primaria es el Dar divino y aceptar humano.
La estructura donal segunda es el dar humano y Aceptar divino.
Estas dos estructuras se convierten gracias a sus dones.
El Don divino (destino al fin y al cabo), no se constituye sin el don esencial humano.
 
Nos destinamos, (don), a nuestro destino (Don).
 
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana. Se trata de una Página del Blog a la que se accede desde este enlace : https://preguntaspolianas.blogspot.com/p/el-mito-del-ascensor-acristalado.html

¿Qué es la adoración?

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La desaparición del yo.

Ver a este propósito, Polo, Antropología trascendental, tomo I, p. 210 : la persona y el yo. Allí explica cómo adorar-yo es el trascendental antropológico más difícil de alcanzar.

Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, nota 31, p. 346.3

¿Cuál es núcleo del culto?

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La manifestación de la adoración.

El yo se manifiesta como ver-yo y como querer-yo. Esa manifestación corre a cargo de la sindéresis.

El adorar-yo se manifiesta en el culto, cuyo valor simbólico es patente, sobre todo en la liturgia o culto público.

De esto habla Polo en Antropología trascendental I, p. 211,  nota 15.
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