Lo pienso, primero, en
Lucifer.
Dios crea a Lucifer a su
imagen, con capacidad infinita de Amor.
Pero, oh sorpresa, Lucifer
se aísla en su soledad, al conocerse tan bello.
Y lo pienso, segundo, en
cada bebé que nace inocente.
Nace con capacidad
infinita de Amor.
Sin embargo, un día, el
niño pierde su inocencia, abriendo la puerta a una adición (por ejemplo, la
mentira) que desde entonces le acompañará toda su vida, como tentación
recurrente.
Mi pecado original es el
pecado por el que perdí mi inocencia.
Para prevenir ese
desastre, Dios se hace Niño.
Gracias al Bautismo poseí
el antídoto para no pecar.
Pobre de mí. A pesar del
antídoto, pequé.