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¿Qué es la caída trascendental?

 .


"Trascendentalmente" hubo una caída (que se corresponde con lo que la teología llama pecado original). 

No es otra cosa que la comunión con el maligno, con el don "nadie". 

 

Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana. Se trata de una Página del Blog a la que se accede desde este enlace : https://preguntaspolianas.blogspot.com/p/el-mito-del-ascensor-acristalado.html


¿Son duales el aceptar, el dar y el don en la persona humana?

 .


Sí.

Pero no se dualizan entre sí.

El aceptar, el dar y el don de la persona humana son la tríada amorosa del trascendental “amar personal”.


 Tanto el aceptar, como el dar y como el don, son duales porque se dualizan con Dios, gracias a las aperturas trascendentes.
 
Las aperturas trascendentes conforman la dualidad de Dios con la persona humana.

Son cuatro las aperturas trascendentes: caridad nativa, fe nativa, esperanza nativa y humildad nativa.
No son "virtudes", sino aperturas trascendentes.

Tratemos de explicarlo:

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Según la propuesta de Adam Solomiewicz el amar personal humano se entiende gracias a dos estructuras donales. Y en las dos interviene Dios. Veamos cómo:

 

A) Estructura donal primera.

B) Estructura donal segunda.

 

A) El aceptar de la persona humana es dual con el Dar de Dios.

El Dar de Dios se dualiza con la persona humana al aceptar ésta el Don de Dios que es su ser personal.

 

B) El dar de la persona humana es dual con el Aceptar de Dios.

El dar de la persona humana se dualiza con el Aceptar divino por medio del don de su vida. El don de la persona humana es esencial.

 

Fruto de estas dos estructuras del amar personal es el Don-don.

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El Don-don no es otra cosa que el fruto de la apertura trascendente que llamamos caridad.

El Don de Dios y el don de la persona humana se dualizan así trascendentalmente gracias al juego Dar divino – dar humano, y aceptar humano – Aceptar divino.

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De arriba a abajo, la primera apertura trascendente es la caridad nativa.

La persona humana se abre a Dios gracias a la comunión entre las dos estructuras donales (El Don – don).

La persona humana se abre al Espíritu Santo.

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La segunda apertura trascendente es la fe intelectual o fe nativa.

El intelecto se abre a Dios por la fe nativa.

El miembro inferior de esta apertura es la sabiduría (el saber de sí).

El miembro superior es la Réplica.

La persona humana se abre al Hijo.

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La tercera apertura trascendente es la esperanza nativa.

La libertad se abre a su destino por la esperanza nativa.

El miembro superior es el Destino.

El miembro inferior es el nacer.

La persona humana se abre al Padre.

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La cuarta apertura trascendente es la humildad nativa.

El co-ser se abre al servicio por la humildad nativa.

El miembro superior es el Servir.

El miembro inferior es la pobreza de la criatura.

La persona humana se abre a María.

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Cada trascendental personal es intrínsecamente dual. ¿Cuáles son los dos miembros de esas dualidades?

 .


El hábito de sabiduría es el método para alcanzar como tema la persona humana, que es además. 
 
Este tema son los cuatro trascendentales personales que son intrínsecamente duales.
Sigo aquí una sugerencia de Juan A. García que considero especialmente adecuada:
 
Co-ser : hacia afuera, no encuentra réplica, y hacia adentro busca réplica sirviendo a la libertad.
 
Libertad nativa y de destinación
 
Entender como encontrar y buscar.
 
Amar como aceptar y dar.
El aceptar es la aceptación de su ser personal. Lo que se da, es la vida (esencial).
 
Como ven, cada trascendental tiene dos miembros, el inferior sirve al superior y el superior favorece al inferior.


¿Cuáles son las elevaciones trascendentales de la persona humana?

 .


La persona humana, independientemente de su querer, crece, trascendentalmente, hacia su destino, al ir siendo elevada, por Dios, hacia la felicidad (ordo amoris) y Dios lo hace según cinco elevaciones que podemos llamar “trascendentales”, a saber: 

la creación, 
la llamada inicial, 
la insistencia o mantenimiento de la llamada, 
la santificación y 
la glorificación.

Inicialmente, Dios crea cada persona con tres elevaciones que son simultáneas y necesarias, no cesan: la creación, la llamada inicial y la insistencia.
 
Las elevaciones no son “estados”, sino crecimiento. 

Las elevaciones no son “etapas”. 

Es la persona la que es elevada hacia la unidad en sus distintas dimensiones.

Todas las dimensiones de la persona humana son duales, constan de dos miembros.
El miembro superior tira para arriba del miembro inferior.

Dualizarse es prolongarse y se describe como “elevación”.

En lo más alto, Dios.
Somos un ascensor.

El profesor Juan García llama elevación “creacional” a la relación subsistente, en orden al Origen, que somos cada uno de nosotros.

Pienso que esta elevación “creacional” contiene tres dimensiones: La Creación, la Llamada inicial y la Insistencia en la llamada.
 
a) Creación
La Creación de la persona humana es la creación de su dualidad radical, su nacer destinándo.se.
Podemos llamarla creación inicial.
Según la propuesta de Adam Solomiewicz, el miembro nativo de la dualidad radical humana es el nacer trascendental y el miembro destinativo de dicha dualidad es el destinarse trascendental.
Un acto de ser personal, radicalmente dual.
 
b) Llamada inicial (creación segunda o gracia inicial).
Si llamamos creación primera a la creación del universo físico, la creación segunda será la creación de cada persona humana, en tanto que llamada.
Es la llamada del Destino.
La llamada inicial es el modo peculiar como Dios crea cada persona humana. Dios la crea, "llamándola".
 
Noten la exquisita ternura de un Dios que no nos crea despóticamente, sino en libertad. Nos "llama".
 
Llamamos creación segunda a la creación de cada persona humana. Dicho en términos clásicos, la unión del alma con el cuerpo.
 
Dios crea la persona humana como libertad de destinar su mundo.
La persona habita el universo físico convirtiéndolo en su “mundo”.
 
El fruto de la llamada inicial es la apertura trascendente : el hombre es capaz de Dios. Co-existencia libre.
 
Dios nos abre, llamándonos, atrayéndonos a su Intimidad, elevándonos.

Es la elevación de nuestro espíritu, proveniente del favorecer de Dios, que abre cada uno de los trascendentales personales.

La persona humana es orientada y elevada “hacia” Dios abriendo cuatro aperturas trascendentes, fruto de esa llamada inicial.

El panorama se amplía así, en el ascensor acristalado gracias a esas cuatro aperturas trascendentes, que son infusas y naturales.
 
A la llamada inicial podemos llamarla gracia inicial (que abre el radical co-ser hacia Dios). A esta apertura trascendente la denomino humildad trascendental).
 
La llamada inicial en cuanto que también abre los otros tres trascendentales personales hacia Dios, podemos también llamarla gracia primera.

A estas tres aperturas trascendentes las denomino de la siguiente manera: 
la esperanza trascendental es la apertura de la libertad. 
La fe trascendental es la apertura del inteligir personal. 
La caridad trascendental es la apertura del amar. 

(Ustedes comprenden que no se trata de las virtudes teologales de la teología, sino aperturas naturales de la persona humana a Dios, desde su creación).
 
 
c) Insistencia o mantenimiento de la llamada.
Es la elevación propiamente dicha.
Dios mantiene insistentemente la llamada (es un diálogo creador), para que el hombre aporte su don.
Insistencia que permite comprender la condición temporal de la vida.
 
Esta insistencia o mantenimiento de la llamada no es otra cosa que el tirar de Dios, hacia arriba, que no cesa de elevarnos libremente.
Recuerden que “elevación” no significa que “estemos” elevados, sino que estamos siendo elevados. Cuando decimos "elevación", hablamos de un movimiento que no cesa.
Insistencia en la llamada.
 
Aquí se incluyen también intervenciones sobrenaturales de Dios que nos favorecen aún más. Por ejemplo, cuando Dios llama a un pagano a reconocerle como el Dios vivo.
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Debemos explicar ahora otras dos elevaciones que no tenemos de entrada: la santificación y la glorificación.
 
d) La santificación: para entenderla nos servirá volver al mito del ascensor acristalado: imaginemos en el interior del ascensor, una sala enorme, con pantallas en color, donde se pueden ver, por anticipado,  los misteriosos juegos eternos, que están más allá de la azotea.
Esas pantallas (cual un VAR) nos hacen gozar de una elevación sobrenatural que los teólogos suelen llamar "gracia santificante", anticipación de la vida eterna. (Tras la caída, la llamamos “nueva creación”).
 
e) La glorificación es el encuentro definitivo con Dios,  más allá de la azotea, en el que conoceremos cómo Dios nos conoce: como hijos que serán siempre "además", jugando y cantando eternamente.
 
x) Pero además de estas cinco elevaciones no debemos olvidar que "trascendentalmente" hubo una caída (que se corresponde con lo que la teología llama pecado original). No es otra cosa que la comunión con el maligno, con el don "nadie". Es la caída trascendental. La pandemia original. Un obscurecimiento del ascensor que dificulta la visión hacia afuera y hacia adentro. Las consecuencias de este apagón inicial son patentes. La principal, la ignorancia. Sin embargo, el ascensor no ha dejado de subir y la esperanza no cesa de renacer. La humanidad subsiste hacia su Destino.


¿Qué es la santificación?

 .


Podemos hablar de otra dimensión de la elevación divina (es una cuarta elevación : creación, llamada, insistencia…, santificación).

La santificación es la "nueva creación".
 
Para entenderla nos servirá volver al mito del ascensor acristalado: podemos imaginar, en el interior del ascensor, una pantalla en color, donde se pueden ver, por anticipado,  los misteriosos juegos eternos.
 
Esa pantalla (cual un VAR) nos hace gozar así de una elevación sobrenatural que los teólogos suelen llamar "gracia santificante", anticipación de la vida eterna. (Tras la caída, la llamamos “nueva creación”).
 
Gracias a esa visión sobrenatural en la pantalla, entendemos cada vez mejor, el panorama observado en el camino de la vida (durante la elevación del ascensor).
 


¿Qué es la potencia obediencial en el ascensor acristalado?

 .


La potencia obediencial de nuestro ser es el estar abiertos a aceptar más donación (potencia obediencial activa), que no es otra cosa que el estar vivo en el ascensor.
Es el Don de Dios que tiene en cuenta la respuesta humana y esa respuesta, libre, se manifiesta como "disposición", esencialización. Es el Don-don.
 
No “estar dispuesto”, sino “disponer”.
Si el yo no otorga, no habrá entrega. Habrá Don de Dios, pero no habrá Don donado por la persona, sino frustrado.
 
La pura actividad libre y donal que atribuimos al crecimiento "personal" puede ser así asimilada a la respuesta a la vocación, la respuesta al destino, dicho de otro modo, el destinarse.
 
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana.


¿Cómo son elevados los cuatro trascendentales personales descubiertos por Polo?

 .


1. El co-ser es el subir incesante hacia Dios (de ahí la dignidad de cada persona humana). Gracias a su elevación el acto de ser personal (co-ser) es “actuoso”, “además”, se añade, encontrando cada vez más compañía.
 
2. La libertad es el juego. El trascendental “libertad personal” es elevado jugando. Cuanto más alta está la persona, mejor juega. La libertad trascendental es el juego del amor, que engendra, en la belleza, nuevos juegos.
 
3. El entender personal crece al crecer transparentemente sus contenidos, al abrirse el panorama en la medida en que toma altura, elevado por Dios.
 
4. El amar personal es elevado en la medida en que Dios acepta su don, al destinarse libremente a Dios.


¿Cómo enlaza el tiempo humano con la eternidad?

 .


El tiempo humano enlaza con la eternidad gracias al refrendo de la persona.

La persona, en el ascensor acristalado, debe abrir los ojos. Si los cierra o se dedica a su soberbia, sin adorar, el ascensor sigue subiendo, pero el hombre  vive en soledad.

Lo que debe hacer la persona ascendente es abrir los ojos, aprovechar el retraso  del tiempo físico para crecer en virtud. 

Más aún, tiene ya la capacidad de contemplar, al abrirse, transcendentalmente, el panorama.

Sí, el panorama se amplía al estar cada vez más elevada. (Y cuenta, además, en el interior del ascensor, con la pantalla de la vida sobrenatural que le anticipa algo de la vida eterna).

 

Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana.

 https://www.youtube.com/watch?v=C29pOw8ZPsk


¿Por qué el ser personal humano es capaz de dar-se?

 .


La antropología del don podría resumirse con la expresión de Vargas: “El ser personal humano es capaz de dar-se porque es don que puede aceptar-se”.
 
Dicha expresión debe completarse, pues así, sin más, se está diciendo que el aceptar trascendental humano se convierte con el dar trascendental humano al referirse a un mismo don (el –se del aceptarse-se y el –se del dar-se).
Este don sería también trascendental.
Este don sería la donatio essendi.
Este don sería don de Dios y la persona lo acepta y lo da trascendentalmente.
 
Pero entonces ¿cuál sería el papel de la libertad si es Dios quien nos da todo lo que somos?
Pienso que Dios nos ha creado libres para que constituyamos libremente nuestro don.
 
Luego en el dar-se se da el don esencial.
Y en el aceptar-se se acepta el don trascendental.
 
Claro está que podernos darnos porque podemos aceptarnos, pues lo que aceptamos es nuestra capacidad de dar.
 
Dios nos da el ser. Y nos da un ser, capaz de dar.
Y nuestro don no está ya dado, debemos constituirlo.
Por eso decimos que el don personal humano es “esencial”.
 
Insisto, el ser personal humano es capaz de dar-se, porque Dios le ha dado la capacidad de dar. Pero lo que da no es su ser, sino el don que la persona constituye, el don esencial de su vida.
 
Por lo tanto: la antropología del don podría resumirse con la expresión de Vargas completándola: “El ser personal humano es capaz de dar-se (de dar su don esencial)  porque es don recibido de Dios que puede aceptar-se”.
Se acepta, dándose.
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Me explicaré de otra manera:
El ser personal es Don de Dios, que la persona humana debe aceptar.
Y gracias a la transparencia del amar personal (aceptar = dar), el Don recibido de Dios deviene Don-don.
Pero el -don es su esencia.
 

Don de Dios es el ser personal

-don de la persona es su vida, el crecimiento de su esencia.
 
Esto se entiende si tenemos en cuenta que el ser personal humano (Don de Dios), es capaz de dar-se (el –se que se da es la vida. La persona humana da su vida, lo que da es su esencia, su don).
 
Dios da el Don teniendo en cuenta el don.
Es un Don-don.
Hay cierta antecedencia del don, de la esencia, que indica la presencia de la libertad.
 
El don esencial deviene divino al ser aceptado por Dios.
Y entonces tenemos un Don-don.
 
Alargo, pues, la frase de Vargas, diciendo:
“El ser personal humano es capaz de dar-se porque es Don de Dios-y don humano,  que puede aceptar-se y dar-se”.
 

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Quizá las cosas se aclaran recordando los tres niveles del legítimo amor a sí mismo propuestos por Adam Solomiewiz:
 
a) El aceptar transcendental humano: amo a Dios y a quien soy en Dios. Es un aceptar la donatio essendi, el Don de Dios que soy. Entonces soy capaz de dar-me en el sentido de que acepto mi vocación.
 
b) El aceptar que soy hijo de Dios. Es el amor derivado del hábito de sabiduría. El amor sapiencial. Amo mi filiación. Soy capaz de dar-me en el sentido de que acepto ser hijo.
 
c) El aceptar mi yo. Es el amor derivado de la sindéresis. Amo mi yo, Doy mi vida, mi esencia. Soy capaz de dar-me en el sentido de que doy mi esencia, mi yo, mi vida.

  

¿Cómo se completa la tríada amorosa del amar personal humano?

 .


En el amar personal, la tríada amorosa de la persona humana (aceptar, dar y don) es también, de entrada, incompleta, pues el acto de ser humano (la persona humana en cuanto “amar personal”) no posee íntimamente su don: su aceptar y su dar carecen del don aceptable por Dios.
La persona es Don de Dios.
Su co-ser es Don de Dios.
Pero carece del don esencial que debe ofrecer a Dios.
 
Como en todo lo humano, las cosas no son sencillas, la persona humana es siempre dual.
El Don que es debe completarse con el Don-don(esencial).
 
Viene bien aquí recordar la propuesta de Solomiewicz sobre la doble estructura del amar personal humano.
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Llamaremos crecimiento de la dimensión esencial de la persona humana a la adquisición y donación temporal del don (al abrir los ojos en el ascensor acristalado). Ese don es nuestra vida en este mundo que debemos ofrecer a Dios.

 
Y crecimiento del acto de ser personal a la subida del ascensor, sólo desde Dios.
Insistimos, “sólo” no significa soledad, sino pureza: dos actos hacia la Unidad.
Nuestro aceptar trascendental es un acto que se une al Dar de Dios, al aceptar trascendentalmente nuestro acto de ser (que es el Don de Dios).
 
Pero atención, nuestro aceptar trascendental exige que esencialmente ofrezcamos nuestra vida esencial a Dios y que ésta sea aceptada por Dios. Don-don.
 
Dos actos divino-humanos. Se unen el cielo y la tierra. Subimos hacia Dios, desde Dios.
 
El crecimiento personal es, pues, un elevarse hacia la Unidad de Dios Trino.
 
El don es doble. La persona humana aporta también, libremente, su vida esencial.
 
El don que completa la tríada amorosa es, “manifestativamente”, la esencia humana, que crece libremente en esta vida  a medida que esencializamos nuestro mundo y las relaciones con los demás. En esta vida aprendemos a amar, otorgando dones.
 
Hemos dicho “manifestativamente”, porque en la vida eterna, cuando Dios acepta nuestro don esencial, deviene trascendental, y el don de la persona humana forma ya parte, “trascendentalmente” de su Réplica de Dios.
 
Es así como se completa la tríada amorosa del amar personal humano.
 
Gracias al mito del ascensor acristalado podemos entender el crecimiento de la persona humana. 


¿Sirve el mito del ascensor acristalado para entender las dos características de la persona humana como “relación subsistente en el orden del Origen"?

 .


Juan A. García tiene una muy buena explicación de la “relación subsistente en el orden del Origen” en el youtube siguiente:
https://www.youtube.com/watch?v=JfUhOTwWLCg&t=149s
Sobre todo cuando tras decir que el hombre « vale para Dios » (1.51.20 de su exposición) da las características de esta relación con Dios en el orden del Origen.
 
Las características son dos:
a) esta relación es una elevación.
b) esta relación es una continuación de la subsistencia.
 
No olvidemos que “elevación” no significa un estado elevado, sino que el ser personal está siendo elevado a la altura de una comparación con Dios progresiva.
Es una elevación creatural. Es nacer de Dios.
 
Pienso que el mito del ascensor acristalado permite intuir esas dos características:
El ascensor sube sin cesar. Es una elevación que no cesa del acto de ser personal. La persona creada crece sin cesar. Es un ser elevado a ser en relación con Dios.
 
Y al estar en el ascensor, podemos abrir los ojos, y manifestar lo que vemos.
Esto no es otra cosa que la continuación de la subsistencia que brota y rebrota. Que siempre sobra.
 
En el Cielo seguiremos creciendo, seguiremos siendo elevados y seguiremos rebrotando según nuestra esencia, nuestra manifestación gloriosa.
 
Si quieren ustedes seguir el youtube con las cinco claves del ascensor acristalado vayan a este enlace:
 
https://www.youtube.com/watch?v=C29pOw8ZPsk


Las claves del mito del ascensor acristalado

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El mito del ascensor acristalado será publicado en Miscelánea poliana.
Lo presenté al primer congreso muncial poliano en noviembre 2021
En la etiqueta 1.8.3 he recogido las preguntas que me fui formulando al escribirlo. Están desordenadas.
Adelanto aquí el enlace para escuchar las 5 claves del mito.

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¿Son las buenas obras la causa del crecimiento natural y sobrenatural?

 .

No.
El Origen del crecimiento es siempre divino.

Dios hace crecer de modo gratuito y constante.
Subimos hacia Dios en un ascensor acristalado.

Las buenas obras, libres, no son otra cosa que mirar el panorama a través de los cristales del ascensor.
Siempre más. Si queremos.

Si cerramos los ojos, no vemos.
Y si, dentro del ascensor, miramos pantallas obscenas, veremos peor.

El ser personal no decrece nunca.
Lo que se pierde con el pecado es la conexión con Dios. (En ese sentido sí se puede hablar de un cierto achicamiento, como señala Polo).
Pero lo que en realidad se pierde es el “sentido” personal del crecimiento constante hacia Dios, cuando la persona se vuelve desordenadamente a las criaturas.
 
Dios eleva constantemente la dualidad radical que somos, pero esa elevación puede no manifestarse si la persona rechaza la actividad trascendental que “es”.
Al no mirar, no se ve.
Y la imaginación crea pesadillas. El infierno.
 
Sin embargo, el crecimiento personal, que Dios otorga incesantemente, permite actualizar la potencialidad (crecimiento natural) mediante nuestras obras libres (crecimiento esencial).
 
¿Y lo sobrenatural?
El crecimiento sobrenatural es una anticipación de lo que veremos y viviremos en el Cielo.
Es como una pantalla del VAR en la que vemos el futuro.
Por la gracia sobrenatural podemos descubrir el sentido eterno de lo que vivimos naturalmente, al ser elevados por Dios y abrir los ojos a la vida.
En lugar de obscenidades, vemos el Cielo.
Lo sobrenatural es anticipación de la Salvación.
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¿Son nuestras buenas obras el origen del crecimiento de la persona?

 .


Siendo la persona el ser conectado con Dios en libertad, crece siempre, por su conexión con Dios.

Se trata del crecimiento personal, que no depende de sus obras.

Sin embargo, al ser libertad, la manifestación de ese crecimiento (crecimiento esencial), depende de sus obras libres.

Si la persona rechaza, desconectándose, la actuosidad trascendental que “es”, aunque siga creciendo, su vida enloquece, como cuando se destruye la hélice posterior de un helicóptero.

¿Y la elevación sobrenatural? Es más conexión: una anticipación de su vida en el Cielo.