El "nombre" es aquello por lo cual cada
persona se distingue de todas las demás.
Persona es cada quién.
La naturaleza humana es común: formamos una especie,
en la que vivimos entrelazados.
Sin embargo, la persona es irreductible a lo común.
Lo cual no significa que sea aislada.
"Quién" es co-ser irreductible.
Cada persona está abierta por dentro.
Si existiera sola, sería un absurdo, un co-existir con
la nada.
La persona se abre a su destino, a su irreductible
inclusión activa en el ámbito de la máxima amplitud, Dios.
Y se abre esperando que el don libre de su vida sea
acogido.
El acogimiento está marcado en una piedrecita blanca.
Es mi "nombre". Y el tuyo.
De
esto hablan Alfredo Rodríguez Sedano y
Juan Carlos Aguilera en su artículo " La intersubjetividad a la luz de la
apertura íntima personal", aparecido en Studia Poliana, 13, (2011), p.
36.2-37.2.
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