El cuerpo es un límite que nos hace impenetrables.
Pero el cuerpo es también puente.
De ahí que se pueda vivir la propia vida en dos direcciones:
clausura o comunión.
El cuerpo nos puede separar a unos de otros, pero también con el cuerpo nos abrimos a los demás.
Un cuerpo resucitado o glorioso es el cuerpo que deja de
existir como límite y todo en él es comunión.
La Eucaristía es un Cuerpo completamente abierto a la Comunión.
Pero el cuerpo es también puente.
El cuerpo nos puede separar a unos de otros, pero también con el cuerpo nos abrimos a los demás.
La Eucaristía es un Cuerpo completamente abierto a la Comunión.
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