Un perro no tiene ética ni
puede tenerla, al igual que una abeja o una oveja. Se comportan vitalmente en
virtud de unas adaptaciones, de una constitución que funciona en un régimen de
intercambio equilibrado con el medio que los rodea, y se acabó.
El hombre, sin embargo,
está obligado a trabajar.
Y lo está evolutivamente,
antes de ser persona. Ya el "homo
habilis" al tener neuronas libres que conectan con las manos
"debe" inventar instrumentos, introducir novedades en el cosmos, para
transformar el medio y adaptarlo a las necesidades de su cuerpo implume y
desarmado.
Los problemas de esta
especie, que la llevarán a desaparecer es que, al no tener inteligencia, no
sabrá conservar los logros de su habilidad. Sólo el homo sapiens, inteligente, sobrevivirá, gracias a su inteligencia,
gracias a su ética.
Un perro nunca introducirá
novedades y menos aún "sabrá" conservarlas y transmitirlas
culturalmente. Si cambia, y se adapta, deviene otra especie.
El hombre, sin embargo, no
se adapta, crece.
Su ética arranca cuando
Dios lo llama a ser persona en un aliento divino o si a ustedes les agrada más,
cuando le llega un aliento extracósmico, pues del cosmos no puede surgir la
conciencia intelectual.
De
esto habla Polo en "Ética". Hacia una versión moderna de los temas
clásicos. 2ª edición. Unión Editorial. p. 40.3
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