No, la realidad por antonomasia no es la sustancia
sino el acto.
Por una inveterada manía, que preside en gran parte
una orientación filosófica correcta, que es el realismo, se suele tender a
considerar que la realidad por antonomasia es la sustancia; es lo que se llama
realismo “sustancialista”.
Esto viene de Aristóteles que divide las categorías en
sustancia y accidentes.
Si se entiende que la sustancia es la realidad por
antonomasia se concluye que la plenitud de la noción de acto corresponde a la entelécheia.
Ser real como una montaña es real, como un monolito.
Sustancia es entonces el sentido del acto más
importante. Y el pensamiento sería un accidente, importante, pero accidente.
El conocimiento en acto, el acto de conocer, se
considera secundario, como si fuera un
accidente de la montaña, como si fuera un volcán. Se le presta menor atención,
y al fin y al cabo sería un asunto marginal a la filosofía primera.
El ser personal no es estrictamente sustancia. Podemos pensarlo
o “suponerlo” como sustancia. Es correcto. Pero el ser personal es otro sentido
del ser.
La persona, más que sustancia es subsistente espiritual, y por lo tanto abierto por dentro.
No es lo mismo ser una montaña que “conocer” una
montaña.
“Conocer” es ser comunicando, incorporando otras
realidades.
Estamos abiertos por dentro y por fuera.
La imagen del volcán (que es sólo una imagen) nos
sirve como eso, como imagen. Somos energía, enérgeia, pero no energía
física sino “espiritual”. La persona puede dar más, puede darse, ser comunión.
Puedo poner todas mis “energías” al servicio de Dios.
Y de los leprosos.
Glosa a Polo en Introducción
a la Filosofía, p.71.2
.
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