La cultura metalúrgica
aporta a la religiosidad el símbolo de la purificación. La catarsis y la ascética.
El descubrimiento de la
metalurgia es una gran sorpresa histórica.
El metal, con el fuego,
transformado en colada y metido en el molde, deviene una espada.
Es la experiencia del poder
de violentar, de la mutación transformante. La forja configura la realidad.
¿Qué libertad es ésa de
fundir espadas?
El mito de Dionisos invita a
sumirse en su espiral.
En la metalurgia, al
contrario, la nueva configuración depende de un plan. Tenemos el poder, la
libertad de transformar y explotar el universo.
Si el hombre actúa
provocando fuerzas: estruendo horrísono, llamas, chispas, calor, la roca se
hace fluida y después se forja. Podemos doblegar lo duro con el fuego.
La metalurgia aporta a la
religiosidad un símbolo pragmático: podemos enfrentarnos al Poder.
Peto también añade una
dimensión pesimista: ¿No ocurrirá que el hombre puede quedar sujeto por la
necesidad, por el Poder y echado al infierno? ¿Podrá arder el hombre como en un
proceso metalúrgico?
Lo más positivo es la idea
de purificación. Puedo forjarme.
De esto habla Polo en el último capítulo de
"Quién es el hombre" p. 240.2
.
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