Sí, porque el hogar de la religiosidad es la libertad.
Si las libertades en el hogar, fueran un conjunto de arbitrariedades, sin que
el amor las aquilate, en lugar de hogar tendríamos, a lo máximo, un hotel.
La religiosidad es ciencia práctica: saber cómo
atenernos ante la Necesidad.
La religiosidad se encuentra en su hogar cuando no
teme al Poder de la Necesidad. Y no lo teme al descubrir que ha sido creada por
amor. No es ella la que tiene que romperse la cabeza para conseguir vivir. No
es solo en su interior donde encontrará la clave de su vida, sino más "adentro
de su dentro". Más adentro de su intimidad, allí donde alcanza una
Necesidad amorosa, personal.
Dios nos crea personas al incluirnos atópicamente,
libremente, en su máxima amplitud. Seremos siempre una chispa libre de su
fuego.
No es una chispa solitaria, no es un capricho
espontáneo, arbitrario, narcisista. No somos libertad para realizarnos.
Somos actuosamente hijos (libertad nativa) que
buscarán eternamente el horizonte (libertad de destinación) de sus juegos:
apertura feliz e indesfuturizable.
Nuestra "réplica" es el encargo personal,
siempre más, que nos inspira e inflama (el Verbo), que vive más allá de nuestra
intimidad.
A priori, la libertad es trascendentalmente dual
(nativa-destinal), no arbitraria, sino amorosa.
De
esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 249
Para
saber más sobre la libertad trascendental, libertad nativa y libertad de
destinación, ver las etiquetas que comienzan por 5.5.4.
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