El silencio.
Ante lo santo sólo me cabe
venerar.
Hay que tener en cuenta lo
que significa adorar. Quizá hoy no lo sepamos entre otras cosas porque la
publicidad nos acerca a la magia. Pensamos que existen fórmulas que nos abren a
la felicidad. Vivimos distraídos, atentos al lenguaje, fabricando símbolos,
batiendo records.
Lo santo comporta silencio.
No permite la locuacidad. Lo santo es lo tremendo, ante lo que no tenemos nada
que decir. No es posible narrarlo.
Si lo santo aparece, me hace
desaparecer. Lo santo es el misterio de la simplicidad.
Lo santo trasciende la
religiosidad. Cuando el hombre se dirige a lo santo, se polariza tanto su
atención que no tiene lenguaje. lo santo es lo absolutamente simple,
absolutamente idéntico, ante lo cual el hombre enmudece.
El enmudecer deja en
suspenso el mundo. La vía religiosa abierta entonces es el desentenderse de
todo. Esta vía es el puro ascetismo religioso. Lo santo es el silencio. La
religiosidad pura de Buda o Plotino. El símbolo mudo, inefable.
¿Estamos obligados a
callarnos? ¿El mundo y la cultura es un cifrar simbólico inútil?
Sólo si lo santo se desvela,
el hombre alcanza a descifrar los símbolos. Y entonces podemos hablar con Dios.
De esto habla Polo en el último capítulo de
"Quién es el hombre" p. 241-242
Para saber más sobre la adoración ver la Etiqueta
6.2.11
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