La familiaridad con lo santo
sólo es posible por iniciativa suya y en tanto que lo santo se revela como
persona.
Sin revelación, lo santo no
es persona, sino tan sólo la intuición religiosa de lo último y tremendo.
Peso si lo santo se desvela
(como ha sido el caso en la historia) toda la simbólica cultural puede
descifrarse.
Sin revelación lo santo nos
deja mudos y la cultura entra en crisis. Somos vencidos por el Poder.
Pero si lo santo habla,
podemos responder. Es persona como nosotros.
La ascética de lo santo nos
hace humildes y nos abrimos a la escucha (tener) y al diálogo (dar).
La desvelación del silencio
es, en el hombre, la libertad abierta a lo santo.
La revelación de Cristo es
el modo como la libertad humana se abre a lo santo, hacia dentro de su dentro.
El Santo está entre
nosotros, se ha hecho hombre y nos ha pedido que seamos Santos, aportando
nuestros símbolos a la santidad.
Libres para ser santos,
libres en orden al Santo.
La libertad nativa ha
encontrado su réplica, el Hijo que será indesfuturizablemente su Destino.
De esto habla Polo en el
último capítulo de "Quién es el hombre" p. 241-243
Para saber más sobre la
necesidad ver la Etiqueta 1.18.0
.
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