El hogar de la religiosidad es
la libertad, que no es lo mismo que jaranga.
Una vivencia eufórica de la
libertad, según Max Scheler, puede ser engañosa.
La libertad de una niña frívola
(también se podría hablar de un niño frívolo) es una cuestión de decisiones sin
peso. Caprichos.
Cuando la libertad se emplea a
fondo, cuando nos jugamos la vida, comprometiéndonos, muchas veces, desde un
punto de vista experiencial interno, no aparece como entusiasmante, sino al
revés.
No es que sea algo negativo, en
el sentido de Sartre, carente de sentido. No. Lo que pasa es que la conciencia
de nuestra libertad radical nos responsabiliza, nos hace, empleando una figura
de Nietzsche, dromedarios: seres a la espera de que los carguen.
El hombre libre, decía Goethe,
es el noble que espera encargos ¿Cuál es mi destino?
En contraposición a la vivencia
entusiástica y superficial de la libertad, nos encontramos con la libertad
entroncada con encargos.
Somos libres como los bomberos de
New York. Entusiasmantemente silenciosos.
De esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el
hombre" p. 244-245
.
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