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Polo llama “límite mental” a la presencia. A la mismidad que se da en el conocer operativo en las que se piensa lo que se piensa : el objeto.
Pensamos "lo mismo" que pensamos.
Al conocer objetivamente, con objetos, convertimos el ser en objeto y lo “desrealizamos”.
Al conocer operativamente, estamos limitados a los objetos del conocimiento que por su propia naturaleza objetiva nos limitan el conocimiento del ser.
Abandonar lo presente (abandonar el límite mental) recuerda la necesidad de profundizar, de buscar más allá de lo dado objetivamente.
Si nos quedamos prendidos en lo que ya hay ahí delante, limitamos las posibilidades humanas, porque el hombre es un ser trascendente, capaz de conocer lo que hay más allá de los objetos : el universo, las personas, Dios.
Aconsejo leer el capítulo sobre Polo, escrito por Carlos Goñi en el manual de "Historia de la filosofía contemporánea". Palabra 2004
Añado ahora el comentario de Juan García que ha intervenido diciendo que también se puede decir que el límite es la presencia.
Abandonar lo presente (abandonar el límite mental) recuerda la necesidad de profundizar, de buscar más allá de lo dado lo que es verdaderamente importante.
Si nos quedamos prendidos en lo que ya hay ahí delante, limitamos las posibilidades humanas, porque el hombre es un ser trascendente.
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4 comentarios:
¿cómo abandonarlo, y llegar a la realidad?
¿Cómo enseñar a ver a un ciego?
Se aprende a nadar nadando.
Quiero decir con esto simplemente que el método propuesto está a nuestro alcance.
Sin conocer el método, lo utilizamos. Veamos los cuatro casos :
Cuando advertimos el ser extramental hemos abandonado el límite mental en su primera dimensión.
Cuando encontramos la esencia extramental hemos abandonado el límite mental en su segunda dimensión.
Cuando alcanzamos el ser personal hemos abandonado el límite mental en su tercera dimensión.
Cuando accedemos a la esencia de la persona humana hemos abandonado el límite mental en su cuarta dimensión.
En los cuatro casos conocemos la realidad.
Más que “llegar” a la realidad, la conocemos.
Porque todo lo que es, es real. No necesitamos llegar a ella porque somos reales. Es evidente que existimos.
El objeto del pensamiento sí que es irreal.
Pero el objeto es intencional : nos envía al aspecto de la realidad que conocemos.
Otro enfoque es decir que el límite es la presencia. Abandonar lo presente recuerda el inferior papel de la sensibilidad para la filosofía clásica: la necesidad de pensar, de profundizar, de buscar más allá de lo dado lo que es verdaderamente importante. Si nos quedamos prendidos en lo que ya hay ahí delante, limitamos las posibilidades humanas, porque el hombre es un ser trascendente. ¿Os dice algo esta reflexión?
Claro, Juan, que nos dice algo.
Añado tu comentario a la respuesta.
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