Aunque parezca un trabalenguas, podemos decir :
El ser personal "insiste". Existe insistiendo.
El ser del universo físico "persiste".
Existe persistiendo.
La esencia de la persona humana "consiste".
Existe creciendo, si quiere.
El universo físico, en tanto que esencia, "existe". Existe desplegándose.
Tenemos así una distinción trascendental para Polo:
el "ser" personal es distinto del
"ser" del universo ;
y la "esencia" de la persona humana es
distinta de la "esencia" del universo físico.
Detengámonos en el "consistir".
La consistencia es lo propio de las ideas. La verdad
no se deja sumir por el tiempo, es eterna, no cambia. Es el "sistir".
La verdad no es tiempo ni espacio, pero se manifiesta
precisamente en el con-sistir, la
unión consigo, la unión con aquello que no tiene nada que ver con el pasar ni
con la distancia (Polo, Introducción a la filosofía, p.34, 2).
Lo trascendentalmente verdadero es siempre igual a sí
mismo, no se desgasta con el tiempo, ni cambia de sitio. Pero se entiende y se
comprende, libremente, al con-sistir.
Más aún, el hombre tiene algo en él, capaz de verdad.
En el hombre hay algo constante, que canta a la verdad consistente, algo
que puede estar en el tiempo (con-), pero que en sí mismo no es temporal
(-siste). Hay algo en el hombre que, estando en el tiempo, no es temporal. El
alma humana es ante todo lo que permite al hombre una correspondencia con la
verdad. El hombre tiene mente, noús.
Por eso decimos que la esencia de la persona humana
"consiste", crece formando ideas, poseyendo libremente, más o menos
verdad.
La verdad se desvela en su alma, no cae en el olvido.
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