La alegría es la señal de la verdad y se manifiesta en
la luz de la mirada. La mirada está descubriendo algo que hace gozar.
La alegría es una añadidura, un gozo, que la persona
pone en su encuentro con la verdad.
¿Qué manifiesta el dolor?
Ante el dolor, sin embargo, no cabe iluminación de la
mirada.
El dolor no significa nada: como tal carece de
sentido. No se sabe a dónde mirar.
El dolor constituye un obstáculo al encuentro con la
verdad. Aparece como un muro infranqueable. Quedamos paralizados. Cansados. Vamos
a morir.
A lo sumo, el dolor puede ser aprovechado como un
factor para la maduración del hombre: nos da a conocer mejor el valor de la
ausencia del dolor. Nos puede incitar a poner fin al detenimiento de la vida.
La mirada se vuelve a iluminar si empezamos a descifrar
el dolor: si me arrancan la muela, ay, reviviré.
Pero el dolor en sí no puede ser camino para la
trascendencia, no puede ser atravesado.
Solamente Cristo ha dotado de sentido al dolor. Cristo
ha hendido el muro, al transformar el dolor en expresión suprema del Amor
Redentor.
Para
saber más pueden ustedes leer: Polo, "La verdad como
inspiración", en La persona humana y su crecimiento, p. 201.3
Etiqueta 5.2.1 la verdad y
su encuentro;
Etiqueta 5.2.1 la verdad.
Etiqueta 1.1.2 libertad
Etiqueta 5.5.4 libertad
personal
Etiqueta 8.5.0 dolor
Etiqueta 6.2.10 mal
.
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