El acto de ser humano no es
intensivo.
Y no es intensivo porque su
intensidad es máxima, sin fin, inagotable.
Lo que es intensivo es el crecimiento
de la esencia humana.
El hombre puede crecer
irrestrictamente y se manifiesta, más o menos, libremente.
La infinitud de la
intensidad se debe a lo más íntimo de nuestra intimidad : nuestra apertura en
Dios.
El "además" está
abierto por dentro, y más allá de su más allá, habita Dios, la máxima amplitud,
sede de la persona en tanto que libertad.
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