Somos libres en la medida de la intensidad (esencial)
de nuestro ser.
Preguntar hasta qué punto somos libres es preguntar
hasta qué punto gozamos de la libertad que somos.
Trascendentalmente somos libertad: futuro despejado y
cálido. Nuestro acto de ser personal es máximamente intenso, inagotable, en
tanto que relación subsistente en el orden del Origen, es decir, en tanto que
dependencia libre de Dios.
Podemos hablar, sin embargo, de un crecimiento
intrínseco sin culminación. Medido "esencialmente".
El hombre, en efecto, es dual: el acto de ser humano,
co-ser, es libertad, pero al mismo tiempo, en el orden manifestativo esencial,
la criatura donal dispone libremente, y ese disponer (su esencia) es más o
menos intenso.
Somos más libres en la medida en que nuestra esencia
es más intensa.
Por lo tanto, aunque nuestro ser sea radicalmente
libre, el gozo de vivir incluidos en la máxima amplitud, sin temor al futuro, es
más o menos intenso según la perfección alcanzada u otorgada, según nuestra
esencia libre.
De esto habla Polo en el
último capítulo de Quién es el hombre p. 218.4.
Para saber más sobre la
libertad trascendental ver la etiqueta 5.5.4 y sobre la libertad esencial ver
la etiqueta 6.1.5
.
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