La libertad está desorientada cuando se la
entiende como espontaneidad.
Si la verdad es el "resultado" de mi
libertad, de mi autorrealización, entonces la verdad se autodefine y se
clausura.
Pero la verdad no es lo último.
Ni tampoco lo primero.
La verdad es lo segundo.
Si la libertad se entiende como espontaneidad,
la verdad es su formalización o determinación terminal.
Aquí no hay inspiración.
La vida se vuelve átona, inercial. Siempre más
de lo mismo, eterno retorno.
La libertad caprichosa (equívoca) carece de
inspiración. En ella late el deseo de construir la propia vida, con un alcance
muy corto. Se está limitando la libertad, que queda desorientada, cuando
la mala voluntad no canta a la verdad, sino a su capricho.
Con todo, la libertad no está desorientada de
suyo, porque es precisamente un espacio
de inspiración.
El espacio de inspiración es el
"encontronazo" con mi verdad personal, el ámbito de mi canto. Porque
soy libertad puedo cantarle a la verdad que me inspira.
La verdad entendida al modo moderno
(espontaneidad) elimina la verdad como inspiración, dejando a la libertad
desorientada, esclava de los vaivenes de sus antojos.
Libre ¿para qué?..., para satisfacer mi
soledad.
La verdad como inspiración, al contrario, es
la polar que nos permite navegar libremente hacia Dios.
Para saber más pueden ustedes leer: Polo, "La verdad como inspiración", en La persona humana y su
crecimiento, p. 201.3
Etiqueta 5.2.1 la verdad y
su encuentro;
Etiqueta 5.2.1 la verdad.
Etiqueta 1.1.2 libertad
Etiqueta 5.5.4 libertad personal
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