En un cierto sentido sí, porque la esencia se
distingue realmente del ser, y por tanto es "lo otro" que el ser.
Pero es estrictamente "bien" en cuanto que es aceptada por
otro, con y por el Otro.
Pienso haber entendido esta explicación en el blog
poliano de Juan A. García González, tras una
intervención de Jorge Mario Posada, aclarando que hace
falta distinguir el intento de bien como "otro que el ser", de la
instauración de ese intento.
La instauración de ese intento se realiza con
intervención de las personas: las personas aceptan u otorgan un don, el bien.
El intento de bien aparece gracias a la razón práctica
y es refrendado por la voluntad, a nivel de la esencia del hombre. Es ésta la
dimensión esencial donde se juntan bien
y esencia, si las personas se aman.
El amar, trascendental personal, acepta o da el bien
al otro, con y por el Otro.
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Me permito insistir: Si el bien es "lo otro que
el ser" en orden a su realización, el bien es un don.
El bien de la persona es su esencia libremente
otorgada y aceptada.
El bien del universo es su esencia desplegada según
Dios, con la colaboración del hombre, como teatro de nuestros Amores.
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En cualquier caso, el bien es un don. Es lo otro que
el ser, que se realiza como don de la persona.
1. El ser (del Universo físico) persiste, y entonces la persona que otorga el don es
Dios. Ese don es el bien metafísico, que podemos contaminar con nuestros amores
desordenados.
2. El ser (la persona humana) insiste, y entonces es
la persona humana la que otorga el don, añadiéndose al querer de Dios. Ese don
es el bien moral.
3. Si lo miramos desde la esencia, el bien es crecimiento
:
El bien metafísico existe (la esencia del universo).
El bien personal es siempre más, consiste (la esencia humana).
El bien
antropológico es, pues, lo que las personas añaden a la esencia,
desplegándola (bien metafísico) o queriéndola (bien personal).
En los tres casos el bien (lo otro) es el ser en orden
a su realización.
Jorge Mario ha aclarado que a nivel trascendental, el amar equivale a dar y a aceptar un don.
Es una ampliación del bien trascendental metafísico,
es ahora uno de los trascendentales personales descubiertos por Polo.
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