En Antropología, el bien, efusión del ser, es un don que se queda dentro.
Al darlo no se pierde. (Pues siempre encontrará
correspondencia, si no, ese amor habría que matarlo. Dios, sin embargo, que
tiene memoria, en último término se encarga de guardarlo).
Y el alma crece, esperando que el don sea aceptado y
recuperado con creces.
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