Los griegos entienden el ser del universo como
fundamento, como principio eterno de todo lo que existe.
Los modernos, "simétricamente" a los
griegos, asignan la principialidad al sujeto que piensa.
La conciencia pasa a ser el primer
principio, la identidad.
Se confunde pues "identidad" con
"fundamento".
La aspiración a ser como el universo (error al que
lleva el presentar la conciencia como principial) despoja al hombre de su
dignidad.
En efecto, la dignidad del hombre es la de ser hijo
que secunda libremente el amor del Padre.
(El universo no es segundo, ni libre. Querer ser como
el universo degrada al hombre).
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