Sí.
A todos los niveles, los hábitos nos dotan de
libertad.
Soy más libre gracias a internet (hábito categorial o
hábito del cuerpo, hábito en mis dedos que teclean).
Soy más libre gracias a mi serenidad (hábito del
alma).
Soy radicalmente libre gracias a mis hábitos
superiores que me permiten abrirme (relacionarme) íntimamente,
trascendentalmente, con Dios y las criaturas, y ofrecerles, si quiero, mis
dones.
Mis dedos, gracias al hábito categorial, me permiten
navegar.
Mi voluntad se volvería loca, ansiosa, sin la
serenidad.
(Las potencias espirituales no se dan sin los hábitos
pues, por ejemplo, ¿de qué me serviría conocer, si no sé que conozco?, sería un
conocimiento meramente sensible, como el de los animales, títeres de sus
instintos).
Y a nivel superior, gracias a la intimidad que soy,
abierta por dentro a los hábitos transcendentales, soy fuente que acepta y da,
si quiere, los dones que recibo.
Mi ser más profundo no es interioridad psicológica,
moldeada por mis genes, o por mis padres o por el Estado.
Mis hábitos superiores me dejan libre, me incluyen en
el ámbito de la máxima amplitud para ser "además", en la medida en
que quiero.
Soy libre gracias a mis hábitos.
Glosa
a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico
nº 95. 2009, p. 337.2
Se
habla de los hábitos en la etiqueta 17.3.1
.
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