Quizá sea más fácil entenderlo si nos damos cuenta de
que normalmente, cuando hablamos de libertad, estamos hablando no de la
libertad trascendental (que es el ser de cada persona humana o la persona
humana en tanto que libertad) sino de la libertad que aparece en la vida de
cada persona, que es "manifestación" de la libertad que cada persona
es, y que, por tanto, está en el orden esencial y no trascendental.
Ésa es la libertad que es intensiva, la que admite
grados: siempre podemos ser más libres.
La verdad (la verdad personal, el desvelamiento del
ser que somos y seremos) nos hace libres, en el orden esencial, (en el orden
trascendental somos libertad de entrada y para siempre, pues la Verdad nos ha
creado libres).
Cuando vamos conociendo nuestra verdad, vamos
conociendo nuestro destino, que vamos aceptando libremente, en la medida en que
edificamos nuestra vida.
Encontrar nuestra verdad es el acontecimiento más
importante de nuestra existencia. Lo saben los que se enamoran.
Ser libre es pues estar abierto a todo. Podemos ser
todas las cosas, si Dios nos las da y los otros nos dejan. Y si queremos.
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