Lo primero que el filósofo descubre es "la estabilidad" del
ser. Lo que no es mordido por el tiempo. El firmamento.
Su admiración le hace "caer" en la filosofía. Polo cuenta su
experiencia de cómo cayó en la filosofía al contemplar un cielo estrellado.
Al mismo tiempo, el filósofo se da cuenta de que él es capaz de conocer el ser. Hay en mí algo
intemporal que me permite entender lo que no cambia.
Pues bien, el ser, en cuanto que es conocido, en cuanto que yo
soy capaz de poseerlo, es la verdad
del ser. Es así como aparece la verdad al inicio mismo de la filosofía.
El filósofo sabrá distinguir entre el desvelamiento del ser, que es el
ser "verdadero" y la verdad que está en mi entendimiento (gracias a
la intencionalidad) que es el ser "veritativo". Ser verdadero y ser
veritativo "coinciden".
La verdad y el ser se convierten, coinciden sin ser lo mismo.
La verdad es tan inmutable como el ser. La verdad es el desvelamiento
del ser.
Aunque yo no conozca las cosas, las cosas son verdaderas porque
Alguien las conoce, o porque están en potencia de ser conocidas, atendiendo a
mi mente.
La verdad en sí misma, la verdad fuera de mi mente, la verdad aunque
yo no la piense, es la verdad que podemos llamar ontológica. La verdad del ser.
Platón, idealista,
llama urános, al lugar donde está la
verdad, donde están las ideas.
Idea es el término que utilizamos para designar "las esencias
estables" de las cosas, la verdad de los entes.
Cuando se empezó a hablar de "esencias", los filósofos se
enamoraron de la verdad de las cosas.
Sin embargo, un realista
sabe que la verdad de los seres está siempre en un conocer. En la coincidencia.
Las verdades no son cosas. Las cosas causan la verdad en mi mente o
son causadas por la Mente que las crea.
Glosa a
Polo en Introducción a la Filosofía, p.47.2
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