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Los hábitos inferiores son los categoriales (los del cuerpo humano, por ejemplo, la capacidad de maquillarse, vestirse o teclear en el portátil) y los adquiridos por las potencias espirituales (por ejemplo, ser poeta, tener buen gusto, ser poliano).
Estos hábitos modelan la naturaleza humana; por eso se dice que son como "una segunda naturaleza".
Notemos, sin embargo, que si podemos teclear o filosofar es porque la persona está detrás. No es que la persona se constituya como el conjunto de capacidades de una naturaleza. Esas capacidades no existirían si la persona no fuera anterior a ellas.
No es que la persona sea el individuo de naturaleza racional, sino que podemos tener una naturaleza racional porque somos, antes, personas.
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
La segunda naturaleza proviene, pues, de la libertad personal.
Es entonces más fácil entender que un embrión humano no es humano porque tenga neuronas con capacidad de llegar a pensar, sino que esas neuronas pueden ser un día instrumento del pensar porque, de entrada, hay ya una persona humana.
Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 332.2
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