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Sí. La inteligencia y la voluntad pueden crecer gracias a los hábitos adquiridos (virtudes).
Las operaciones ejercidas por las potencias superiores desbordan su término, no se limitan a actualizarse (pensar o querer), sino que su acción revierte sobre la propia capacidad, repotenciándola.
Tras haber hecho palotes, ahora "sé" escribir.
A fuerza de silbar, parezco un jilguero.
Y me dispongo a realizar operaciones superiores: ahora podré ser escritor o músico.
Los hábitos adquiridos nos cualifican (Aristóteles los mete en la categoría cualidad).
También es cierto lo contrario: los actos malos nos envician.
La vida puede empeorarse. Pero al ser dueños de ella, también podemos rectificarla y mejorarla.
¡Ahora empiezo!
Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 333.2
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