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En tanto que la persona se acompaña, descubre que es un co-acto de ser.
Eso no quiere decir que nos
desdoblemos en dos personas.
El hábito de sabiduría, con el que nos sabemos persona, no es otro ser u otra co-existencia, que esté por encima de nuestro ser.
Si utilizamos una imagen espacial,
diríamos más bien que el hábito de sabiduría está por debajo de nuestro ser
inteligente.
El hábito de sabiduría es el
sentido metódico de la persona como además. Gracias a este hábito innato
podemos saber de la existencia de nuestros trascendentales personales.
Este hábito está, por decirlo así,
por debajo, de tal modo que la persona es solidaria con su propio
alcanzarse.
Co-ser y saber.se no se separan.
Al saber.nos (sabiduría)
alcanzamos a conocer que co-somos.
La persona que co-somos no es un
espectador exterior al propio conocer.se.
Si fuera así estaríamos
suponiéndonos como ser que se conoce.
Y entonces no nos conoceríamos.
Ignoraríamos nuestra intimidad que es siempre ampliación. Pensaríamos que somos
un “sujeto” que reflexiona sobre sí.
La persona no es sujeto. Es
co-ser.
No somos dos intimidades sino
intimidad, que se conoce como siempre “además”.
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