Para encontrar a Dios, el hombre no debe ir hacia
fuera, sino hacia adentro.
Dios es más íntimo al hombre que su intimidad.
Sin embargo, para abrirse transcendentalmente la
persona humana debe hacer
pie en el mundo, en su
mundo (no olvidemos que “mundo” es la
esencialización
del universo físico).
Es haciendo pie como abandonamos el límite en sus
cuatro dimensiones.
Mirando a nuestros “semejantes” sabemos que ellos,
como yo, podemos
abrirnos transcendentalmente al
Creador y podemos ver, con ellos, la imagen de
Dios.
El amar personal se abre transcendentalmente al
Espíritu Santo por el
arrullo de la caridad.
El inteligir personal se abre transcendentalmente al
Hijo por el
alumbramiento de la fe.
La libertad trascendental se abre transcendentalmente
al Padre por el
amanecer de la esperanza.
Y el co-ser se abre transcendentalmente a María por la humildad
trascendental.
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