Nietzsche vislumbra
la filosofía de lo irracional. La verdad "racional" esclavizaría.
Pero al no saber amar, no entiende la felicidad de la Providencia. No deja
cabida a la sorpresa de ser "predilectos" de Dios. Hijos.
La verdad no es el
desvelamiento de un ser mastodóntico, parmenídeo, monolítico. Eso sí que es un
fardo.
Lo más propio de la
verdad es la apertura de un horizonte sin término. El Ser nos guarda maravillas
insospechadas. No es una rueda, sino fuente eterna.
Lo que es
insoportable es vivir para uno mismo o servirse de la verdad encerrándose en la
propia finitud. Ahí está la frustración y el fardo (que no es ligero).
Aceptar la verdad no
significa someterse a algo externo que se nos impone. La verdad libera, no
esclaviza; abre a la trascendencia, no cierra posibilidades.
La verdad despierta
el amor (cuando nos enamoramos) y nos hace creativos.
Agustín de Hipona lo
expresó bien: ama y haz lo que quieras.
La verdad no es el
término de un camino, sino una fuente de inspiración
para que la persona desarrolle su libertad.
La verdad de Nietzsche sí que es insoportable, por
aburrimiento, como son insoportables las solitarias tardes del domingo, que se
hacen tan largas para la vieja en el asilo.
De esto habla Rafael Corazón en la glosa a Leonardo Polo de su manual
Filosofía del conocimiento p. 136.4
.
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