Ockham suplanta los trascendentales (las ultimidades)
por los modos lógicos.
Y al mismo tiempo separa el mundo práctico en este
valle de lágrimas, de otro mundo divino (que sería objeto solamente de una fe
religiosa). Ockham introduce en la historia el maleficio de la dicotomía. La
lógica nos sirve para vivir y la fe para salvarnos.
Pero la lógica no es una ruta separada de la Realidad.
Nuestros pensamientos y los nombres que damos a las cosas están regidos, más
adentro, por el dar (la actividad).
Todo lo que somos y tenemos son dones de Dios. La
lógica también. Y la actividad de Dios es donación pura.
El dar puro de Dios es una actividad de un orden
superior al gobernado por los modos lógicos (lo necesario, lo posible, lo
contingente, lo imposible, lo opuesto).
Y es en esa actividad superior donde descubrimos,
insertados, los trascendentales personales. Que son "además". Actos.
Propiedades puras (sin potencia) del ser y no nombres o etiquetas del
"mundo" material.
Eso no quiere decir que los modos lógicos no nos
sirvan para comprender el orden causal físico. Nos sirven. Como nos sirve el
ordenador. Pero no son trascendentales. Están marcados por la potencia.
Para desactivar el maleficio de Ockham debemos
encontrar el modo de enlazar pensamiento y realidad.
La Antropología trascendental poliana propone que la
realidad de cada persona
"manifiesta" en el tiempo el pensamiento. Somos "espíritu en el
tiempo".
Los trascendentales personales son "actos"
que se manifiestan lógicamente en el tiempo.
Y esos "actos" son actividad, dar. Abiertos
por Dios, el Dar puro.
En la donación pura no hay antecedentes ni
condicionantes. No hay potencia.
Si planteamos lo primero (lo último) como Ockham,
estamos pensando a Dios con una "lógica" humana. Y entonces Dios no
se nos mostrará nunca, pues cuando pensamos a Dios estamos pensando
nuestros pensamientos. Acabaremos en el agnosticismo.
Y lo que es peor, al empeñarnos (porque la fe nos lo
exige) en demostrar a Dios, lo pensamos como si Dios fuera una voluntad que
decide arbitrariamente entre las posibilidades existentes.
Entonces hay un enfrentamiento entre Dios y las
criaturas. ¿Por qué a mí me has hecho cardo y a ella rosa?
La lógica divina no se anda con esas disquisiciones.
Es dar puro. Todo lo que crea
es bueno.
Es una iniciativa amorosamente aceptada y amorosamente
sobrante, que hace las delicias del cardo y de la rosa.
Dios sabe más en su tríada de amor.
Cuando no se entiende el dar puro se recurre a la
magia y al mito como sabiduría para entender el mundo. O se apela a la fe
ciega.
Es lo que advierte Pablo de Tarso a Timoteo: se
vuelven a las fábulas antiguas (2 Tm 4, 4).
Dios está por encima de los modos lógicos humanos, uno
de los cuales es la posibilidad. Pero no lo está al modo de Ockham, separado.
Dios no crea caprichosamente, sino por amor. Da sin
reservarse nada. Da a su Hijo. Nos introduce en su Vida,
ya, al crearnos. Somos Hijos.
Ideas
inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de
Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.58.2 Citamos las páginas según la
recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I.
Falgueras y Juan A. García
.
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