En Dios,
ser y entender se identifican, son puramente
convertibles.
Su conversión es perfecta,
de tal modo que sus realidades se identifican (identidad no es mismidad).
Sin embargo, podemos
discernir el ser y el entender en Dios, pues son personalmente distinguibles.
Son realidades tan
perfectamente intercomunicadas, inseparables (son actividades intrínsecas, pura
y mutuamente relativas).
En el hombre, ser y entender son dos realidades que no se identifican. No son puramente convertibles.
Son convertibles, pero su
conversión no es pura, sino potencial ("deben" convertirse).
Y porque no se identifican
distinguimos real y trascendentalmente entre el ser y el entender, que son
actos humanos supremos.
No son el mismo acto. Y no
son idénticos por conversión, pues su conversión no es pura. Es "potencial".
De esto habla Ignacio
Falgueras en Studia poliana n. 2 p. 209
Para saber más sobre el
Inteligir personal, ver la etiqueta 5.5.2
En
L. Polo. Antropología trascendental. Tomo I. La persona humana. p. 77, 4 a 79 escribe sobre este
asunto.
.
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