Las criaturas vuelven con
facilidad a la nada. Un mosquito, una rana, un dinosaurio, desaparecen de la
existencia más rápido que las goticas del rocío.
Sin embargo, nunca se confunden
con Dios.
Son lo que Dios quiere, dependen de Dios, distinguiéndose de Dios.
Y cada ser humano se distingue más de Dios que de su esencia.
En efecto, cambiamos fácilmente. Incluso nos convertimos. ¡No pareces
el mismo, nos dicen! La manifestación de nuestro ser, a la que llamamos
esencia, crece o decrece. Parece que somos nuestro cambiar fluctuante,
identificándonos con nuestras obras.
En cambio, lo que nos distingue verdaderamente, lo que nos hace "ser"
eternamente es el destino recibido
de Dios. Ésa es mi más grande distinción. Mi vocación.
¿Quién seré?
Inspirado
en Notas y glosas sobre la creación y los trascendentales. Juan A. García
González. Miscelánea poliana nº 11. Glosa 2, p. 87. Citamos las páginas según
la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por
I. Falgueras y Juan A. García.
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