Perfeccionando.
El espíritu insiste, perfeccionando.
El cuerpo de cada quién se perfecciona esencializándose,
gracias a la ética, que es el arte de conducir la vida hacia la felicidad (e
incluso más allá).
La naturaleza humana se perfecciona en cultura,
que también es común, como la naturaleza, a los hombres y mujeres que la
poseen.
El alma (que es "de" un quién espiritual)
hace nuestro cuerpo más nuestro a través de su simbología. Gracias a lo que el cuerpo significa.
Lo hace más estable, más viable, de tal manera que lo
acompañará en el paso de la muerte. Es un cuerpo más unido al alma, transfigurado.
Un cuerpo espiritual, comprehensible.
Es una "nueva" dimensión del cuerpo, ya
extracósmica. (Acuérdense ustedes del cuerpo cósmico de de Colosenses 1, 12-23
y Efesios 1, 3-23).
El cuerpo resucitado es un cuerpo en el que el
espíritu humano es tan activo que aquello que ahora es carne y hueso, seguirá
siendo mi cuerpo, pero penetrado por la plenitud del espíritu.
Unamuno dice: “yo soy de carne y hueso”, pero añade
que no quiere ser hombre más que de carne y hueso. Ha cortado las alas al alma.
Somos mortales porque somos de carne y hueso, pero,
atención, suele pensarse que nuestro cuerpo es inexorablemente mortal, y eso no
es verdad.
La verdad es que mi cuerpo es de carne y hueso en
tanto que su unión con el alma no es suficientemente intensa; entonces el alma
transita, y el cuerpo no.
Como ven, es cuestión de ética. La ética es el arte de
conducir la vida. La ética acompaña al alma en su paso. Si poseemos la ciencia
de Dios, nos llevaremos al cuerpo.
Paralelamente, la cultura es “continuatio ficta natura”. En sociedad; los humanos perfeccionamos
la naturaleza actualizando sus potencialidades, cifrando en símbolos.
Piensen ustedes en el valor de una cultura cristiana.
De esto habla Polo en el último capítulo de Quién es el hombre, p. 216.
Para saber más sobre la cultura, ver Etiqueta 7.2.0
Para saber más sobre la muerte, ver Etiqueta 10.0.0
.
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