Antes de contestar me permito recordar la nota n.1 del
Tomo II de la Antropología trascendental de Polo. Dice así: "En atención a
la distinción real de ser y esencia, es mejor decir "esencia de la persona
humana" que "esencia del hombre".
Para resaltar la distinción entre la esencia de la
persona humana y la esencia extramental, empleo la expresión "esencia humana".
Pues bien, la esencia humana sí puede considerarse
como autoperfección "habitual".
La Universidad de Navarra publicó en 2006 un cuaderno
de Polo titulado "La esencia humana"; el capítulo VII se titula
"La esencia humana como
autoperfección habitual".
Lo que allí se explica es que la esencia humana es
propia de cada persona humana, depende de su libertad.
La esencia del universo o esencia extramental es común
a todos los entes naturales.
La naturaleza física es principio estable de
operaciones. Las cosas son lo que son y actúan siguiendo el orden ya
establecido. Las causas y principios que mueven el universo conducen al
despliegue de las condiciones iniciales.
Con el hombre aparece la novedad en el universo. No la novedad de un nuevo film, sino la
novedad de una realidad que realea de modo distinto a como realea lo
extramental.
Lo "primero" no es sólo la naturaleza
física, la determinación de las cosas que son como son. Existen seres libres que pueden destinarse,
desbordando el concepto sencillo de naturaleza.
Por eso hablamos de "autoperfección".
La naturaleza física puede condicionarme a crecer,
pero soy yo, libremente, quien se hace jugador de basket. Es una perfección que
me doy.
Y aunque físicamente no lo consiga, aunque nunca
aprenda a encestar, mi querer hizo expresarse a la libertad que soy. Me apoyé,
hice pie, en la realidad física de la cancha y añadí la novedad de un
"nuevo" aficionado.
¿Por qué llamamos "habitual" a esa
autoperfección novedosa, que no física, aunque también se manifieste en los
partidos?, porque se trata de un hábito, de un "tener".
Al gorila se le puede poner un sombrero. Pero soy yo
quien, libremente, se pone el sombrero. Lo "tengo" porque estoy añadiéndole un sentido a mi cuerpo (así
estoy más "chic").
Los hábitos inferiores (categoriales, como llevar un
anillo o espirituales, como saber geografía) componen la "autoperfección
habitual" (¡virtudes!) que llamamos esencia humana.
Es, con otras palabras, el crecimiento novedoso de mi
vida.
Crecimiento inagotable porque depende del acto de ser
persona. Nuestro crecimiento se parece más al de los ángeles que al de los
gusanos.
Glosa
a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico
nº 95. 2009, p. 333.3
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